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Somosaguas luego de Podemos

En 2008,  durante una de sus primeras clases en la Facultad de Políticas y Sociología en Somosaguas, Pablo Iglesias invita a los alumnos a subirse a las mesas, y cita el parlamento «Oh capitán, mi capitán». La cita, un poema de Walt Whitman a Lincoln, está sacada de un diálogo del fallecido Robin Williams en el film clásico de Peter Weir «El club de los poetas muertos». Luego dice a la clase: «Cuando uno se sube a la silla siente el poder (…). Cuando la cámara en la película se pone encima de la mesa, los estudiantes tienen el poder, y es el profesor el que está totalmente acongojado».

Esta invocación finaliza con todo el grupo de alumnos subiéndose a las sillas, y siguiendo –sin oposición-al profesor en su acto de rebeldía. La comparación con «El club de los poetas…» no es baladí, pero Iglesias les engaña con el carácter del acto. En la película de Weir la revuelta era instigada por los alumnos ante la expulsión de un profesor; aquí es dirigido por el propio instructor en su condición de superior jerárquico. Todo ello remite, como afirma el politólogo Antonio Elorza, a la película «La Ola» de Dennis Gansel, en la que el profesor Wenger realizaba un discurso similar: «El hecho de levantarse mejora la circulación. Conocéis aquello de tener la tensión baja, ¿no? (…) Exacto, mejora la respiración. Ahora vamos a hacerlo todos: ¡todos arriba por favor». El propio Elorza, compañero de Iglesias, definió los ingredientes de este tipo de movimientos políticos como una mezcla de una ideología simple y maniquea, construcción de grupos cohesionados, el culto a un líder carismático, y la exclusión social del disidente.

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En la actualidad esta ola, sin duda, ha desbordado el mar de Somosaguas para desembocar en el océano de la política nacional. El líder de Podemos, antes de su gran proyección en los medios, era el protagonista indiscutible de la Facultad, en la cual realizaba activismo político, construía grupos de presión y provocaba tanto adhesiones como vendettas contra él. Por aquel entonces su activismo estaba bajo la tutela de Juan Carlos Monedero, que era la figura dominante aún en el Departamento de Ciencias Políticas II, donde también habían recalado nombres conocidos como Jorge Verstrynge o Íñigo Errejón.

Marcados por el activismo antiglobalización, por el modelo de los tute bianche (los monos blancos), construyeron una disidencia transversal del 2008 a 2014 con el objeto de extender esta lucha ideológica a todos los aspectos de la Facultad. Pablo Iglesias analiza estos movimientos reivindicativos de manera clarividente en su tesis: «Construyendo significantes agregativos, como los monos blancos, desarrollaron técnicas de comunicación multiescalares, a partir de la escenificación o teatralización de los enfrentamientos con la policía. »

Esta construcción permanente de un enemigo fue fundamental en iniciativas como la ocupación de la capilla de políticas por un grupo de activistas de género, los intentos de cierre de asociaciones no ideológicas (El Señor de los Dadillos o Latveria), la censura a una visita de Josep Piqué en 2008 o el boicot a la presentación de UPyD de Rosa Díez en 2010. En todos estos actos la figura de Pablo Iglesias es omnipresente: ya sea al instigar actos de protesta o escrache, dirigir a las manifestantes de la capilla o en sus proclamas e invectivas en la junta de la Facultad.

Así la Facultad, en esta lógica de guerra, hacía imposible la disidencia ideológica por la proyección por aquel tiempo en todas las clases y a todas horas. Un miembro de una de estas asociaciones no políticas declara: «los profesores hacen proselitismo continuamente: se dan las clases desde una perspectiva económica, política y social, y se hace desde la suya. Se concibe una visión como correcta, mientras que las otras son totalmente incorrectas».

El rectorado de Carlos Berzosa en 2003, de tendencia izquierdista, fue el pistoletazo del dominio social de estos profesores en la Universidad Complutense, que quedaría supeditada en su mayoría por esta ideología proyectada a los alumnos en muchas clases. Somosaguas funcionaba, así, como meca «bolivariana» donde se traía a todas las figuras públicas del altermundialismo, es decir, contrarias a la globalización (Tariq Alí, Cao de Benos, el propio Hugo Chávez en 2004, etc.). Una historia de éxito propagandístico, nunca ocultado por sus propios alentadores, que ha convertido la antaño conservadora UCM en un puntal ideológico de la nueva izquierda en España.

Ahora bien, la marcha de sus principales protagonistas ha dejado el nervio principal tocado en gran parte, y la belicosidad de otros años no parece estar presente en el mismo grado. Para Ariel Jerez, miembro de Podemos y profesor en el mismo departamento de Pablo Iglesias, «…la agenda de la movilización ha menguado, y se ha desplazado a otros ámbitos de lucha». La elección del propio Iglesias como eurodiputado demuestra la eficacia de este sistema de formación de listas políticas, y la captación de un electorado joven, expulsado por una crisis sistémica, y que sigue al líder en todas sus apariciones. El «capitán» de Whitman ha ganado un enfrentamiento, pero ¿qué queda de esta generación en la Facultad de Políticas y Sociología?

Panorama luego de la batalla

Un pasillo casi vacío, pintado en sus tres cuartas partes, y varios corrillos de pocas personas, acompañadas con un olor parecido al tabaco (prohibido en la universidad desde 2006). Cada muro, cada pintada, tiene todas las reivindicaciones políticas posibles a la altura de 2014: liberación femenina, consignas ácratas, la hoz y el martillo e incluso elaborados grafitis. Ubicado en la cafetería destaca el dedicado a Carlos Palomino, asesinado por el militar Josué Estébanez en 2007 en una reyerta ideológica Una figura para este Camelot populista construido fuera de la ciudad, en Somosaguas, donde la dictadura pretendió alejar el combativo movimiento estudiantil en los años 60. Ésta ubicación, que incluye Políticas y Sociología, heredaba, según Ariel Jerez, «la tradición luchadora de la antigua facultad de económicas» situada en el Campus de Moncloa.

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En el centro de este colorido pasillo existe un puesto de chucherías regentado por un chico de aspecto desaliñado y su compañera, los cuales charlan distraídamente sobre Podemos. La conversación, no muy vehemente, da la impresión de desinterés, y se centra en la figura de Pablo Iglesias, sombra ausente en esta Facultad de Políticas y Sociología de la Complutense. Lo único que queda de él es una vitrina donde se ubican varios libros suyos, lanzados ya hace unos meses luego del auge de Podemos en las europeas.

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Este panorama, mucho más gris, dista ya bastante de la fábrica de facciones que era la Facultad de hace unos años. Precisamente, la asociación más combativa –crítica incluso con Podemos-, Contrapoder, ha perdido su local hace poco; algo impensable en los años pasados cuando dominaba la lucha sindical. Un miembro de la Asociación de Izquierda Progresista (AIP) confirma que la batalla ideológica ha perdido fuerza con la salida de sus principales instigadores: «La convivencia ahora es buena, en el pasado discutíamos mucho más. Era mucho más violenta. Los piques son más personales, ahora, que ideológicos».

Como consecuencia, las asociaciones no políticas vuelven a crecer al ocupar los espacios de libertad que antiguamente dominaban el activismo político de la Facultad. Atacadas antiguamente, ahora empiezan a realizar iniciativas profesionales o lúdicas que cuentan con bastante predicamento. Pero, como decía Gramsci, hay cosas que no acaban de morir», y en el mes pasado la Unión de Estudiantes para el Futuro Profesional (UEFP) sufrió un asalto por grupúsculos anarquistas. Su pecado era ser «apartidista».

El decanato, que dirige Heriberto Cairo (director de la tesis doctoral de Pablo Iglesias), parece hacer oídos sordos a estas quejas, y hace la vista gorda sobre lo que sucede en la Facultad. El centro en esta progresiva desideologización se ha convertido más en «una fiesta de pijamas sin fin», según un alumno entrevistado.

Así, la puerta del despacho de Juan Carlos Monedero tiene dibujada ahora una estrella de sheriff con la leyenda «¿quién nombró sheriff  a Monedero?»: los tiempos, sin duda, han cambiado.

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FE DE ERRATAS: Hemos quitado el párrafo del profesor Vilches debido a una interpretación errónea de sus palabras.

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