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Standard & Poor’s: ¿para qué sirve una agencia de rating?

 

Jesús Martínez, director general de Standard and Poor's en Madrid. FOTO: Julio Tovar
Jesús Martínez, director general de Standard & Poor’s en Madrid. FOTO: Julio Tovar

La gente de Standard & Poor’s no lleva corbata. Jesús Martínez, director general de la empresa en Madrid, ha visitado el máster de ABC para explicar qué son las agencias de rating. Pero desde su llegada, junto con dos compañeros de prensa, ha advertido que quiere una «conversación informal». Tal vez por ese motivo los tres hayan decidido venir de traje y camisa, pero sin corbata. O tal vez así se trabaja en Standard and Poor’s.

«Sería imposible pensar en un mundo sin mercado de capitales y sin agencias de rating», dice al comienzo de su discurso Jesús Martínez, que también es Analytical Manager de Banca y Seguros en el Sur de Europa. Standard & Poor’s tiene más de 150 años de historia, aunque solo están en Europa desde 1984. Desde entonces han abierto oficinas en todas las grandes ciudades europeas, incluyendo Madrid en el año 92.

El director general explica que es «la empresa más grande de análisis de crédito del mundo», con más de 1.400 analistas cubriendo 29 países. Esta compañía global se encuentra además a la cabeza de una lista de agencias en la que también figuran Moody’s o Fitch. Las cifras pueden ser impresionantes pero lo primero es lo primero: ¿qué es eso del rating?

«Son opiniones sobre la capacidad y voluntad de una entidad de cumplir sus compromisos financieros en el momento debido», explican desde Standard & Poor’s. O dicho de manera más sencilla, son las opiniones emitidas por una agencia sobre el riesgo de crédito. El riesgo, para entidades y países, está en que tú no sabes si te van a pagar o no. Las agencias de rating se encargan de decirte cómo de fiable es invertir en una empresa o en un país.

Jesús Martínez aprovecha entre pregunta y pregunta para explicar también qué no es un rating de crédito: «no es un indicador absoluto, no garantiza». Es decir, que desde Standard & Poor’s pueden apostar por una empresa, pero eso no implica que tu inversión sea del todo segura, ya que ellos únicamente te dan una opinión que tú como inversor puedes escuchar o descartar, eso lo dejan en tus manos.

Lo de los inversores y el riesgo no es algo sencillo de entender, y Jesús Martínez lo sabe bien. El interés de los alumnos del máster va creciendo a medida que empiezan a familiarizarse con ciertos términos. Martínez, al ver la curiosidad que ha despertado, pide a los asistentes que le interrumpan cuando quieran y éstos se lo toman al pie de la letra. La sala se convierte en un campo de batalla de preguntas y respuestas, que el director general de Madrid alaba: «es normal, para eso sois periodistas».

Es lógico el interés despertado. Con la crisis se ha hablado mucho de este tipo de agencias, que algunos miran con escepticismo, otros con desconfianza. A partir de 2008 muchas palabras que habíamos oído rara o ninguna vez, comenzaron a volverse algo habitual. «Prima de riesgo», «bonos de deuda pública», «fondos de inversión libre» o las mencionadas «agencias de calificación de riesgo», sonaban a menudo en los telediarios. Tuvimos que habituarnos a que esas expresiones del castellano, tan desconocidas hasta entonces se volvieran parte de la conversación. No se sabía que era eso de «prima de riesgo», pero sabíamos que si seguía creciendo estábamos metidos en problemas.

También nombres como Standard & Poor’s empezaron a sonar. Pero estas empresas no tienen nada de nuevo y no pueden confundirse con todo el torrente de palabras económicas que nos hemos aprendido. «Los ratings miran una cosa muy concreta: la capacidad y voluntad de devolver una deuda», repite Jesús Martínez a los preguntones.

Este factor es solo un input dentro de un montón de elementos a partir de los cuales, los inversores, harán su composición de lugar, y tomarán decisiones. Los beneficios se sacan tanto de las instituciones como de los emisores de estos ratings, siempre teniendo en cuenta que «un rating es una opinión a futuro y el futuro es incierto», recalcará Martínez. A pesar de no tener fórmulas mágicas para predecir el futuro, el objetivo de estas calificaciones es la estabilidad.

Ser o no ser (una empresa triple A)

Las preguntas no dejan de llegar a estos curiosos hombres sin corbata que entienden que lo de «agencias de calificación de riesgo» pueda sonar a chino. Para entender la importancia que pueden tener este tipo de empresas a escala global explican las distintas categorías de calificación que, aunque parezca que nos queda lejos, es algo que mueve la economía y la política cada día.

Existen dos tipos de categorías: el grado de inversión y el especulativo (una especie de primera y segunda división). A mayor capacidad de cumplir sus compromisos, la empresa o el país tendrá un rating más alto. ¿Cuál es la capacidad de cumplir de países como Alemania o Grecia, tan de actualidad en estos días? El país heleno tiene un B-, es decir, se confía en que cumpla sus compromisos pero es más vulnerable a condiciones económicas adversas. Los alemanes en cambio pueden estar contentos con su AAA, que sería algo así como la Matrícula de Honor, el rating más alto. Aunque Martínez explica que «triples A hay muy pocas en todo el mundo».

España en la categoría de rating tiene una calificación BBB. ¿Qué significa esto? Que su capacidad para cumplir con sus compromisos financieros es adecuada, pero está sujeta a condiciones económicas adversas. «España ha pasado por una situación muy delicada y todavía tiene resaca de esa situación», dice Martínez, que explica el porqué de las letras: en Estados Unidos, cuna de estas agencias, se califica con letras, no con números. De ahí que AAA equivalga a un diez en el escalafón español.

Esta categorización puede aplicarse también a las empresas. Algunas sacan notas más altas y otras más bajas pero «ser A o B no es negativo», explica Martínez. «Es el riesgo para ese tipo de empresas».

Respecto a si agencias como la suya están sometidas a presiones, visto el enorme poder que tienen sobre el mundo de las finanzas, las instituciones y los gobiernos, el director general de Madrid responde de manera negativa, y añade que «son las normales de un cliente que intenta convencerte de sus beneficios». Poco más dice de estas agencias privadas cuyos consejos de administración son «como los de cualquier otro tipo de empresa de ese estilo».

La charla no da para más, pero tras una clase avanzada de finanzas pero tanto la gente de Standard & Poor’s como los preguntones alumnos del máster parecen satisfechos.

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