La Latina

La vuelta a la vida a partir de los 60

A los 59 años, «Susi» compró un billete a Madrid y cambió su vida
A los 59 años, «Susi» compró un billete a Madrid y cambió su vida

Cuando se lee la palabra «heroína», muchas veces lo primero que viene a la mente son esas mujeres jóvenes de cuerpos perfectos que la televisión y los comics han enseñado a admirar a lo largo de los años. Son poderosas, invencibles y, en algunos casos, muestran condiciones físicas similares a las de los hombres.

Sin embargo, si se presta suficiente atención, no es necesario revisar la historia de los superhéroes y su versión femenina para encontrar a este estilo de mujeres. Muchas de ellas viajan entre la gente en el metro a diario, caminan por la calle entre la multitud y son casi imperceptibles. Y una de ellas, vive ahora en el barrio La Latina.

Cuando Susana Canabal –«Susi», como la llaman sus amigas- voló de Buenos Aires a Madrid un 8 de agosto del año 2012, dejó atrás su vida y llegó acompañada de una maleta que, según cuenta, «sólo tenía algo de ropa, fotos y algunas cartas».

Tras un matrimonio de 39 años, el divorcio debió ser difícil de llevar. Pero, a menos de una semana de la separación, la aventurera ya tenía comprado el billete con destino a la capital española. De esta manera, se encaminaba a sumarse a los más de 71.500 argentinos que hacen de España su nueva casa -según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

«Mi hijo estaba viviendo en Madrid, y me insistía con que viniera a vivir con él. Una vez que me separé, lo llamé por teléfono con una sola pregunta: ‘¿Sigue abierta la invitación?’».

A los pocos días, Susi aterrizó en Barajas y su hijo la esperaba con un regalo muy especial: una bici. «Hacía 12 años que no utilizaba la bicicleta y me hacía ilusión retomar este hábito», relata con ojos de una niña que recuerda con emoción el último obsequio de Papá Noel.

A partir de allí, para el ama de casa argentina que, según cuenta, sólo salía de su casa para hacer las compras, comenzaba una nueva aventura que ella misma describe con una frase que repite cada vez que alguien le pregunta por su historia de vida: «Ese día que subí al avión, desperté de un largo sueño».
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El arte de la empanada argentina

Además de las complicaciones propias de adaptarse a una nueva ciudad y de encontrarse sola tras casi 40 años de casada, Susi se topó en Madrid con otro impedimento: la dificultad de conseguir un empleo que le permitiera mantenerse.

Según cuenta, «no fue sencillo encontrar trabajo, había venido con muy poco dinero y con mis 59 años me costó». Después de una intensa búsqueda, logró que la contrataran en la cocina de un restaurante y más adelante se convirtió en la encargada de las ensaladas. Tras los seis meses de prácticas y los tres meses de extensión, volvió a quedarse sin empleo.

Fue entonces cuando el «ingenio criollo» –la manera en que describen los argentinos su creatividad- le permitió salir de este problema, dedicándose a hacer lo que mejor conocía como ama de casa: cocinar las empanadas típicas de su país.

«Comencé a comercializarlas y conseguí que se hicieran conocidas. Algunos, años después de haber dejado de vender, me siguen pidiendo que les cocine esas delicias de carne», comenta.

De Corrientes a La Latina

El lugar que eligió Susi para recomenzar su vida en Madrid también parece haber sido fruto de una hermosa casualidad. Ella siempre había soñado con vivir en la avenida Corrientes, la más ruidosa de todo Buenos Aires. Un lugar lleno de vida y que concentra los teatros y cines más clásicos de la capital de Argentina.

Años más tarde, como por arte de magia, el destino la encuentra ubicada en una de las zonas más agitadas de la capital española. «Amo el barrio La Latina, su gran movida cultural, llena de librerías y de gente por las calles», cuenta entusiasmada a Madrilánea.

Hoy, su piso se encuentra ubicado entre dos bares, y desde los balcones se pueden sentir los «latidos» de la ciudad día y noche.

La argentina, que logró «renacer» llegando a la sexta década, reivindica la decisión que la arrancó del papel de testigo y la colocó en el rol de protagonista de su propia historia y lo hace con una honesta sonrisa: «Me di cuenta de que podía ser feliz, y de que no necesitaba una pareja para hacerlo. Cuando me subí al avión, me sentí como una verdadera heroína».

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