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«La gente ya no tiene miedo a decir que juega a los videojuegos»

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Si el lector se propusiese la tarea de reunir en un par de renglones los principales componentes que dan forma al deporte profesional, a buen seguro que incluiría figuras como la del entrenador, la de los clubes, los patrocinadores, las competiciones o la prensa especializada. Lejos de los grandes focos que alumbran el fútbol emerge un nuevo deporte  que empieza a brillar con luz propia, y en el que no faltan ninguno de estos elementos que distinguen al deporte de otras disciplinas: los e-sports.

Se trata de la rama profesionalizada de los videojuegos, un ecosistema que generó 900 millones de doláres en 2016 y en el que cohabitan jugadores de competición cuyo día a día es idéntico al de un deportista profesional, pero con la diferencia de que en lugar de entrenar con una raqueta o un palo de golf en la mano, lo hacen con un teclado y un ratón. Para dar cabida a la oleada de adeptos con los que cuenta el fenómeno, Harold Henry y Valentin Houssais, dos franceses de veintisiete años, pusieron en marcha en Moncloa el primer bar especializado en e-sports de Madrid, Pixel Bar.

«Queríamos abrir un negocio juntos, y vimos la oportunidad porque en España no existía algo de este tipo. Habíamos mirado en Berlin, pero no hablamos alemán. Él (Harold) pasó un año y medio en México, y yo viví en Argentina, así que decidimos que España era el destino. Había uno en Valencia y otro en Barcelona, lo que no tenía mucho sentido: es la capital, hay muchas ferias, muchos jugadores… Así que vinimos a ver la ciudad, nos gustó, y nos pusimos a montar la empresa», explica Valentin, sentado en una mesa de su bar mientras dos jóvenes comparten una cerveza y disputan un partido de Fifa, el popular videojuego de fútbol.

Para contextualizar la dimensión de los e-sports en España basta con atender a un dato: los 29,4 millones de espectadores acumulados por la Liga de Videojuegos Profesional en 2016 dejan atrás a los 24,9 de la Europa League o a los 28,8 de la ACB. Hablamos de un deporte en el que el coreano Faker, el jugador más aclamado del videojuego por excelencia, el League of Legends (LoL), cuenta con un sueldo de 2,5 millones de dólares al año. Por contrato, sin contar primas y patrocinios.

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«La idea de este tipo de negocio es ofrecer otra experiencia distinta a la que puedan tener en su cuarto. Por eso organizamos torneos, para crear un ambiente competitivo, de tensión, en el que se quieren hacer las cosas bien porque retransmitimos las partidas en las pantallas del bar, así que los espectadores reaccionan cuando hay ‘plays’ increíbles. Esa es la experiencia que queremos ofrecer», asegura Valentin, que remarca la idea de crear «un lugar para compartir». «Queremos dar ganas a la gente de hablar con otras personas, con desconocidos. Hay gente que viene sola a jugar a un juego, y termina compartiéndolo con gente que tiene sus mismos gustos», añade.

El bar cuenta con diez ordenadores con butacas especiales para jugar, varias consolas y ocho pantallas en las que se retransmiten partidas, tanto las que se están jugando dentro de su local como las de competiciones profesionales. La parte de arriba del bar es la zona de competición, y abajo se juega de manera más distendida, con un ambiente más típico de bar, y a juegos más rápidos y directos para los que no se requiere mucha de concentración.

«Funciona muy bien. Hasta ahora somos el único en Madrid, así que todos los jugadores se juntan aquí. Hay gente que hace un viaje de una hora de ida y otra de vuelta para venir. Nuestra zona de captación de clientes es mucho más grande que la de otros negocios. Los fines de semana hay gente que coge su coche para venir de Salamanca o Valladolid», comenta el propietario. Valentin mantiene la idea de que hoy «todo el mundo juega» —«¡Mira el Candy Crush!»—. «La gente ya no tiene miedo a decir que juega a los videojuegos», subraya.

La clientela habitual se mueve en una franja de edad que va desde los 18 hasta los 40 años. Los gerentes del bar admiten que un ochenta por ciento son chicos, «los que más juegan». «Hay gente que viene a tomarse una copa, por ver el bar, que les llama la atención por ser diferente», añade Valentin. Con todo, el aspecto más genuino de Pixel Bar no admite discusión: «Aquí se habla de videojuegos. Si vas a un bar clásico y hablas de videojuegos te dicen: ‘¿Pero quién es este?’ Parece que hay que hablar de fútbol».

«Confiamos mucho en nuestro negocio, es diferente a los demás. Los clientes nos dicen que el ambiente aquí es como el de una familia. Vamos a seguir con esta misma idea, y a proponérsela a quien quiera abrir un bar de este tipo para expandir la experiencia», cuenta el dueño de Pixel, que tiene previsto expandirse como franquicia y ya tiene encaminada la apertura de otras dos sedes en España.

Y no parece una mala iniciativa, toda vez que cualquier noticia referente al fenómeno e-sport refrenda la idea de un crecimiento fulgurante. Así lo ha asimilado el mundo del fútbol, en el que es ya habitual que los clubes cuenten con un grupo de competición en e-sports. Así lo han hecho el Valencia, el Sevilla o el Alavés en España, y el PSG, el Manchester City o el West Ham fuera. Por si fuera poco, la plataforma de televisión de pago de Movistar acaba de anunciar la creación de un canal específico para retransmitir competiciones, que contarán con una previa de formato similar a la de un partido de fútbol o baloncesto, además de un informativo semanal que resuma las principales noticias que atañan a este deporte.

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