Malasaña

«Eso de la nueva poesía es una estupidez»

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Por Bernardo Álvarez Villar y Bruno Pardo Porto

Carlos Salem (Buenos Aires, 1959), con su sempiterno pañuelo negro cubriéndole la cabeza, se ha convertido en un apóstol de la poesía en los bares. Como un profeta o un visionario trajo a España un formato poético que ahora abarrota locales en todo el país. Salem es un argentino que vive cerca de El Rastro y no sale de casa los domingos: le agobian las multitudes. Ha escrito más de treinta libros de poesía y varias novelas. Un hombre que sacrifica todas las noches de miércoles para lidiar con poetas, llamarlos a recitar y mandar callar al público es un hombre que tiene vocación de algo. Se jacta de formar parte de una tendencia que está haciendo que la poesía deje de consistir en «hacer penitencia y genuflexiones por ciertas editoriales».

¿Qué le parece el movimiento de las jams de poesía? ¿Qué cree que aporta a la poesía?

A mí me parece bien porque lo empecé yo hace once años. No se trata de qué aporta a la poesía, esto es un espacio de expresión para que la gente pueda mostrar lo que hace sin la presión de que sea un concurso, sin un baremo de ser mejor o peor. Es simplemente un acto de expresión libre. Cada uno aporta lo que quiere: hay gente que viene a todas las jams y lee el mismo poema y hay gente que hace un poema nuevo cada vez, hay gente que hace terapia y hay gente que termina haciendo poesía. No hay una finalidad ni una exigencia, es un espacio abierto, como un patio. Hay un par de reglas que son escuchar y el tiempo de cada uno.

¿Qué diferencias ve entre las jams del Bukowski y las del Aleatorio? ¿Ha habido una evolución?

Ahora hay mucha gente más joven. En el Bukowski te encontrabas desde gente muy joven hasta gente más mayor, porque no había donde ir. Durante tres o cuatro años sólo había la jam del Bukowski, luego estuvo la de Los Diablos Azules, luego la del Vergüenza Ajena. Cerró Bukowski y luego abrieron aquí. Nunca hubo más de tres jams en Madrid. Ahora hay muchos más sitios en los que expresarse.

Quien quiera jugar a la fama fácil o a tratar de vender un montón de libros se va a pegar una hostia, porque eso dura lo que dura. Dura muy poco, pero cada uno…Aquí yo no mido a nadie, cada uno viene, lee lo suyo y genial. Mientras no sea xenófobo o racista, que entonces terminan de leer pero no vuelven nunca más. Nunca ha pasado, pero yo lo aviso siempre.

¿Cómo ve el panorama poético de Madrid?

Bien, hay una eclosión muy grande. Yo siempre digo la misma frase: cuando baje la espuma, veremos qué altura tenía la ola. De momento todo el mundo se cree que está en la cresta de la ola porque cree que el tema es tener seguidores, tener followers, vender libros o llenar un recital. Por suerte los recitales se llenan incluso para escuchar poetas malísimos y también buenísimos. A veces viene gente muy buena que dices «joder, cómo no se llena, cómo no revienta». Yo tenía aquí a Ana Pérez Cañamares, Mario Sotomayor…tenía a unos escritorazos que vinieron a leer sus obras y éramos veintipico personas. En cambio, si llamamos a alguien más mediático a lo mejor sí lo peta. Y todo el mundo tiene derecho, pero yo creo que se está perdiendo lo importante. De todas formas, volverán las cosas a su cauce pasada la eclosión. Si somos cien amigos y hacemos cien recitales, vamos noventa y nueve al del otro y aplaudimos. Eso está bien, es bueno fortalecer el ego. Pero si sigues haciendo la misma poesía durante cuatro años, igual de mala y no has mejorado, da igual que te aplaudan 300 personas o salgas en Los 40 Principales. Como decía una canción: si no tienes un poquito de amor para dar, no tienes nada.

¿Cree que esto que se habla de la nueva poesía, que es una poesía superventas, no va a veces ligada a la calidad?

Yo he sido periodista veinte años. Los medios tienen que hablar porque el aire es gratis. Eso de nueva poesía es una ridiculez, no hay nada nuevo. Meten todo en el mismo saco, yo estoy en ese saco. Yo vendo un montón, no vendo como un superventas pero vendo un montón para lo que se vendía poesía en este país hasta hace tres o cinco años. Se confunde el hecho de que haya una horizontalidad donde todo el mundo puede leer en las jams y mostrar lo suyo en las redes sociales y que haya una parte de interés comercial porque hay un público joven que quiere algo fácil para empezar con el hecho de que todos seamos fáciles. Se habla de nueva poesía, ¿y de qué carajo estamos hablando? Es meter en el mismo saco a todo el mundo, eso lo dicen los medios cuando quieren pontificar o poner en duda. De golpe sale algún poeta que en su puta vida se comió nada poniendo a parir todo esto, a todos por igual…pero si no lees, es sólo un tío que hace una crítica muy chunga diciendo «no hace falta leerlo, basta con asomarse a sus perfiles de Instagram». Tú eres gilipollas, asómate a mis libros, tengo treinta, hijo de puta. Acércate y léelos. Lo bueno que tiene esto es que la poesía hasta hace poco era solamente hacer una peregrinación por ciertas editoriales, hacer genuflexiones y lo que hiciera falta, premios que todos sabemos cómo se dan, y ahora mucha de esa gente se siente molesta porque está llegando un montón de gente que no saben de dónde viene. Dentro de ese montón de gente hay gente como Irene X, como Escandar Algeet, que son de una potencia poética terrible. Entonces es un poco estúpido meter en el mismo saco a todo el mundo, pero sí es cierto que yo me alegro de que la gente vaya a espectáculos de poesía, incluso de mala poesía.

¿Le parece una etiqueta artificial lo de poesía joven?

Claro, necesitan un sello. Mañana tenemos un recital que vamos Ana Rosetti, Escandar Algeet, MarÍa Sotomayor y yo, y nos han puesto en el cartel poesía joven en la Universidad Juan Carlos III. Dijo Escandar «pero si el más joven soy yo y tengo 32» y Ana debe de ser de mi quinta o un poco mayor, y María tendrá 30 y pocos. En definitiva, no saben qué decirle: es poesía y ya está, coño. Necesitan etiquetar todo porque no pueden entender, entender lleva mucho trabajo. Esto no es comparable con el fenómeno de los youtubers, de El Rubius o de esas cosas, eso es lo que tiene la mercantilización de los medios. El Rubius ha sacado hasta comics.

¿Ve un perfil distinto entre los poetas que vienen a este bar y los que van a otras jams de Madrid?

No, en el Vergüenza Ajena puede ser que haya gente algo más mayor…El caso es que le tienen miedo a la juventud, no la gente del Vergüenza. Mucha gente que lleva bastantes años aunque no hayan triunfado le tiene miedo a la gente joven, la simplifica. Hoy puede venir una chica o un chico que lea un poema y nos deje a todos congelados, pasa casi todos los miércoles; y hay un montón de gente que lee chorradas de «te olvide, me olvidaste»…Bueno, también es un aprendizaje de vida y de escritura. Creo que subestimar a la gente joven y decir «yo no voy a la jam porque lee cualquiera» es querer no ser cualquiera, y para ser poeta hay que ser un cualquiera o una cualquiera aunque suene muy mal.

¿Suele venir más o menos la misma gente todos los miércoles?

No, va variando. A veces viene muchísima gente, a veces menos, hay ciclos. Hay peña que desaparece un par de meses y luego vuelve. Esto es como la casa de la madre, luego vienen a buscar los tuppers de poesía.

¿Qué le gusta del ambiente del Aleatorio?

Me gusta porque el Aleatorio tiene una definición muy abierta de la jam. Aquí si quieres hacer un evento con sólo pedir fecha te lo dan, no te cobran por hacerlo, no te cobran porcentaje de tus libros. Te ofrecen un sitio para que hagas cosas, entonces no están mirando «voy a poner el sábado al poeta más taquillero»…A veces han puesto un sábado poetas buenísimos y ha venido muy poca gente porque la gente todavía está haciendo un aprendizaje para saber reconocer lo bueno, que no es sólo lo que aparece en los medios o en las redes superretuiteado. La gente aquí no viene sólo a la poesía, los fines de semana hay música, vienen, escuchan, charlan…Es un bar bastante horizontal, rescatando el espíritu de Malasaña de siempre. Escuchas un poco de rock, de lo que sea, aquí te ponen de todo y luego bebes, charlas. La gente habla mucho en este bar.

¿Cómo cataloga lo bueno es poesía? ¿Qué considera bueno?

Siempre es subjetivo, pero se nota cuando hay un trabajo poético. Lo primero que se te ocurra puede ser bueno una vez, pero luego míralo. Hay muchas veces que hay una tentación de hacer algo llamativo para recibir el aplauso inmediato, pero entonces estás degradando lo que haces. La mitad de mis poemas nunca los leo en las jams, porque yo sé que en las jams no van a gustar. ¿Cómo sé que algo es bueno? Porque me lastima, porque me araña, porque me llega, porque noto que tiene ahí un trabajo.

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