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Las cundas de Embajadores sufren una metamorfosis

La glorieta de Embajadores. Foto: M.A.E.
La glorieta de Embajadores. Foto: M.A.E.

La zona de Embajadores es uno de los puntos clave para los toxicómanos. Desde hace tiempo se reúnen en los alrededores de la glorieta que da nombre al barrio buscando unos coches a los que la sociedad comenzó a llamar cundas para que les llevara a la Cañada Real o a Valdemingómez. Desde la última gran operación policial que se saldó con 29 detenidos hace un año, estos «taxis de la droga» han experimentado una metamorfosis.

«Ahora la flota de coches ha cambiado completamente. Son vehículos muy nuevos, con matrículas recientes», afirma Virginia García, miembro de la Asociación de Afectados de la Glorieta de Embajadores. Asimismo, García asegura que hay muchos drogodependientes en el barrio; sin embargo, desde hace unos meses se ha reducido el número y no son tan visibles. «Ya no hacen grupos numerosos. Además, ahora el cundero tiene otro modus operandi: aparca lejos del lugar donde han quedado y viene a por los clientes de uno en uno para llevarlos a la calle donde está el coche», explica.

Un cundero en un coche de alta gama
Un cundero en un coche de alta gama. Foto: Quay

Desde la asociación afirman que han trabajado mucho a nivel personal. Se organizan en grupos y llaman a todas las puertas preguntando a los vecinos que han puesto alguna denuncia. Con los testimonios de los residentes y las matrículas de los coches que consideran sospechosos, completan un registro bastante detallado que entregan periódicamente a la Policía.

Es precisamente la implicación de la Policía Municipal la que ha permitido que esta realidad haya  desaparecido prácticamente (de la glorieta). «Hay muchos controles diarios que antes no existían. Hubo una época en la que la Policía Nacional también estaba implicada, pero ahora es sólo labor de la Policía Municipal», señala García.

La Policía Municipal confirma este hecho. «La zona de Embajadores se controla desde la Unidad Integral de Arganzuela y se trabaja tanto con indicativos uniformados como de paisano», explica uno de los agentes. Cuando detectan alguna actividad ilegal, los Cuerpos de Seguridad piden la documentación al conductor del vehículo y realizan un «narcotest». En caso de ser positivo, inmovilizan el vehículo.

Una patrulla policial junto a la boca de metro. Foto: M.A.E
Una patrulla policial junto a la boca de metro. Foto: M.A.E

Las asociaciones de vecinos y las fuentes policiales y empresariales consultadas apuntan que la actividad permanece aún en la zona. Tras abandonar la calle Alonso del Barco, la cual pasó a denominarse «Alonso del Narco», los puntos por los que ahora se mueven son la calle Sebastián el Cano, Santa María de la Cabeza y el Paseo de la Esperanza. Asimismo, aseguran que se han trasladado a Puente de Vallecas, pero desconocen si la situación está controlada allí.

Desde el despacho del concejal presidente de la Junta Municipal de Puente de Vallecas reconocen que existe actividad de cundas, pero no creen que sea una consecuencia del descenso de la zona de Embajadores; es más, aseguran que ya se encontraban allí desde hace tiempo, sobre todo en la zona de Villa de Vallecas, concretamente en la parada de metro de Sierra de Guadalupe. La Policía Municipal de este distrito, sin embargo, ha preferido no manifestarse.

Después de la tormenta

Juan José Fuentes Taja, miembro de la asociación de vecinos Nudo Sur, afirma que conoce el problema porque lo evalúan en las reuniones de distrito con la Policía Municipal. «A título personal, mi perspectiva también es de mejora. Hace unos meses estuve en la sidrería que se encuentra en Alonso de Barco y ahora me siento más tranquilo cuando me muevo por ahí», asegura.

Esa sensación de seguridad es compartida por el propio personal de la sidrería A Cañada DELIC Experience. Es más, el camarero que se encuentra detrás de la barra apenas lleva unos meses trabajando en el local y desconocía completamente el tema. Sin embargo, el vigilante del establecimiento, que se hace llamar Giovanni, ha vivido esta realidad desde hace cuatro años, momento en el que se inauguró el local y, según afirma, su olfato nunca le falla.

Sidrería A Cañada DELIC Experience. Foto: Quay
Sidrería A Cañada DELIC Experience. Foto: Quay

«Justo hace cinco minutos acaba de aparcar aquí un cochazo y se ha bajado una chica un tanto acelerada», explica el hombre de seguridad. Asimismo, añade que «las cundas ya no son coches de mierda y eso ha abierto la puerta a nuevos perfiles. Esta evolución del negocio ha dado pie a dos tipos de clientes». Su versión argumenta por qué ya no se necesita un punto fijo donde localizar las cundas. «El cliente de alta clase se limita a comprar lo que ha ido a buscar y se pira a su casa a ponerse. Las nuevas cundas también son una vuelta a los tradicionales camellos», asegura Giovanni.

Por otro lado, Miguel Ángel R. S., vecino de Fuenlabrada que se encarga del surtidor ubicado en la misma glorieta de Embajadores, coincide con la opinión generalizada. «Aquí ya no los ves porque hay controles policiales diariamente. Pero para encontrarlos, sólo hay que salirse de este foco, unas cuantas calles más alejadas», señala el gasolinero.

Daños colaterales

La actividad de los cunderos ha ocasionado problemas a todos los vecinos, sobre todo a la gente con negocios. Los trabajadores de A Cañada DELIC Experience y de la gasolinera han manifestado que la mayor confrontación con los drogodependientes han sido los diversos intentos de robo. «Algunos se lanzaban a la caja registradora, otros directamente pasaban al baño a pincharse», dice Miguel, camarero de la sidrería que lleva trabajando allí desde sus inicios.

Otro de los sectores más vulnerables de la sociedad, los niños, también tienen su percepción del problema. Marta Barona, miembro de la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Público Legado Crespo, que es el centro de estudios más cercano a la rotonda, afirma que aunque no tienen ningún problema con las cundas, es una realidad palpable. «Muchos niños nos preguntan al cruzar Embajadores qué pasa con esas personas. Aunque no hay violencia, es una situación bastante desagradable», señala.

Un taxi paseando por la ciudad. Foto: Quay
Un taxi paseando por la ciudad. Foto: Quay

Otro de los negocios perjudicados directamente ha sido el sector del taxi. Jesús Fernández Matellanes, vicepresidente de la Federación Profesional del Taxi Madrid (FPTM), reafirma la idea de que la actividad se sigue produciendo y asegura que ahora el negocio es más itinerante. «Particularmente, lo que siempre nos ha preocupado es la denominación de taxis de la droga porque las cundas son literalmente un coche pirata», apunta.

Además, desde la FPTM informan que ellos siempre se han negado a realizar el servicio cuando se han encontrado con algún toxicómano que le pedía llevarlo a Valdemingómez. «Aunque estamos obligados a prestar el servicio siempre, nos acogemos a la normativa cuando el trayecto transcurre por carreteras no asfaltadas», concluye el taxista.

 

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