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Sala Berlanga, el lugar donde el cine encuentra una segunda vida

Espectadores durante la salida de una proyección en la Sala Berlanga. Foto: María Alcaraz
Espectadores durante la salida de una proyección en la Sala Berlanga. Foto: M. Alcaraz

Juan Luis Martínez compró las entradas para ver No sé decir adiós con una semana y media de antelación. Cuando llega a la proyección, no se sorprende al ver el cartel de completo colgado en la puerta y al entrar a la sala comprueba que en la estancia no cabe un alma más. La película se estrenó el pasado mes de mayo en las salas de cine españolas pero él sabe que, en la Sala Berlanga, siempre hay que adelantarse. Cuando se celebra el ciclo dedicado a los Premios Goya las entradas vuelan.

La Sala Berlanga, cuyo nombre rinde homenaje al cineasta Luis García Berlanga, está situada en el número 53 de la calle Andrés Mellado, a tan solo unos metros de la plaza de Moncloa. El mismo lugar donde estaba el histórico Cine California, que se estrenó en el año 1949 con la proyección de la película A Woman’s vengeance. Tras pasar por diferentes manos, en los años 70 el cine se convirtió en la sede de la Filmoteca Española. Cuando el empresario Bautista Soles Crespo se hizo cargo en el año 1980, estrenó la ópera prima del por aquel entonces director novel Pedro Almodovar: Pepi, Luci y Boom y otras chicas del montón. Diez años más tarde el cine cerró sus puertas hasta que en 2010 la Fundación SGAE recuperó el espacio.

«La sala se adquirió en el marco de un proyecto que pretende rehabilitar espacios en desuso para actividades que promuevan el repertorio de los autores de la SGAE», explica José Luis García Canido, director general de la Fundación. Desde su reapertura, la sala, que cuenta con 231 asientos, acoge distintos ciclos cinematográficos. Algunos, como el que dedica a los Premios Goya anualmente, son una cita obligada para muchos madrileños.

Interior de la sala durante el comienzo de una proyección. Foto: M. Alcaraz
Interior de la sala durante el comienzo de una proyección. Foto: M. Alcaraz

Muchas veces los ciclos proyectan películas estrenadas en festivales, como el de Gijón o San Sebastián, que no han llegado a las salas comerciales. Aunque la Fundación diseña la programación con el objetivo de mostrar el trabajo de sus autores, algunas veces se hacen excepciones. «Aceptamos cuando nos proponen ciclos que consideramos interesantes aunque sean peticiones de socios externos», apunta el director general.

No solo se proyectan largometrajes. Tal como explica García Canido, gracias a la calidad de imagen y sonido, la sala también acoge conciertos. «Cuando se inauguró, fuimos de los primeros en contar con un proyector 4k», comenta. La disposición técnica no es el único reclamo para los espectadores. El precio de las entradas de cine (tres euros) y el de los conciertos (cinco euros) también juegan un papel importante. «La Fundación financia los ciclos, lo que permite alcanzar estos precios que, aunque sean mínimos, nos permiten escapar del todo gratis y así reivindicar el valor de nuestra cultura», apunta.

Cine de barrio

Un promedio de 40.000 espectadores visitan la sala al año. «Hay personas que vienen casi todos los días a alguna proyección», explica Manuel, uno de los seis integrantes que conforman el equipo de personas que trabajan en la sala. Es domingo y la entrada de la Berlanga está a rebosar. Algunos espectadores salen de la última proyección mientras que otros hacen cola para entrar a la siguiente. «Los fines de semana se llenan todas las sesiones, sobre todo en los ciclos más populares, como el de los Goya, los ciclos infantiles o los que agrupan largometrajes cómicos», apunta el trabajador. Hay tanto jóvenes como mayores. «También suele venir mucha gente del barrio», concluye Manuel mientras atiende en la taquilla a las personas que llegan al lugar.

Mónica Esteo es estudiante de interpretación y ha visitado la Berlanga por primera vez. Aunque Morir, la película que acaba de ver, no le ha gustado mucho, está muy contenta de haber ido. «Creo que es un lugar que promueve la cultura, sobre todo entre los más jóvenes, que normalmente no tenemos mucho dinero», explica Esteo mientras asegura que volverá a la sala. Al salir casi choca con Juan Luis Martínez, que está esperando junto a una amiga para entrar a la última proyección del domingo.

Aunque también suele al Cine Doré, sala de similar corte,  Juan Luis acude a las proyecciones de la Sala Berlanga con regularidad. «Se pueden comprar las entradas por internet y eso es una ventaja muy grande respecto a otras salas en las que es muy complicado conseguir entradas a no ser que vayas específicamente», comenta Martínez.

Entradas agotadas en la página web de la sala. Foto: Madrilánea
Entradas agotadas en la página web de la sala. Foto: Madrilánea

En la actualidad, la sala es un referente dentro del círculo de cine independiente de la capital. «Tratamos de ofrecer al espectador contenido que muchas veces no encuentra espacio en las salas de proyecciones habituales», explica García Canido. En el caso de ciclos como el dedicado a los Goya, este se traduce en una segunda vida para muchos largometrajes. «Películas que no han funcionado bien en taquilla, a raíz de las nominaciones de los Goya, llenan la Berlanga», cuenta Juan Luis Martínez, que ha visitado la sala en varias ocasiones para ver filmes que son imposibles de encontrar en otro lugar.

La labor de visibilización que realiza la sala con el cine de autor, que muchas veces no cuenta con los apoyos suficientes, es ejemplar. Martínez lo tiene claro: «Es una segunda oportunidad del público para ver películas de manera legal y económica en la gran pantalla». El reflejo del éxito rotundo del espacio es el aviso de aforo completo que, con semanas de antelación, se puede leer en su página web junto a casi todas las películas que forman parte del ciclo Premios Goya 2018. La tanda de largometrajes terminará en unas semanas pero eso no cambiará nada. Los madrileños seguirán descubriendo, día tras día, películas olvidadas bajo la atenta mirada de Berlanga.

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