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Lavapiés llora la muerte de Mame Mbaye

Los manifestantes en un momento de la marcha en recuerdo al mantero Mbaye. FOTO: Daniel Caballero
Los manifestantes durante la marcha en recuerdo al mantero Mbaye. FOTO: Daniel Caballero

Autores: Rodrigo Alonso, Daniel Caballero, Gregoria Caro, Gabriela Ponte

Cuando el mantero Mame Mbaye corría el pasado 15 de marzo por las calles de Lavapiés, según afirman sus compañeros, huyendo de la Policía Municipal, no se imaginaba lo que iba a ocurrir. Él nunca llegó a verlo. Su corazón se paró en la calle Oso. Tras su muerte, al día siguiente, miles de personas se concentraron para honrar su memoria en la plaza Nelson Mandela, ubicada en el corazón de este barrio madrileño de más de 44.600 habitantes en el que casi un 30% es población inmigrante.

«Llevaba casi dos meses sin empleo. Le llamó un chico para trabajar a las 14:00 horas y se fue a Sol», explica Max, compañero de piso del fallecido. Le estuvo esperando durante horas para comer, aunque nunca apareció. La última vez  que vio a su amigo éste estaba ya tirado en la acera sin vida. Estaba muerto, y todos a su alrededor eran conscientes.

Mientras Max habla, sus compatriotas se agolpan tras él. Una voluntaria de la Brigada Itinerante de Salvamento (asociación autodenominada como antisistema) ofrece comida y medicamentos a aquellos manifestantes que no quieran pedir ayuda a las autoridades. Esta organización ha montado un puesto de emergencia improvisado en el edificio okupado La Quimera, situado en la misma plaza que, a dos horas de que comience la concentración, va llenándose poco a poco.

Entre los presentes se encuentran otros tres compañeros de Mame. «Nos duele mucho lo que ha ocurrido. Somos una comunidad muy pacífica, estamos aquí para trabajar», dice afligido uno de ellos. Sus quejas van dirigidas hacia la persecución policial. Aseguran que no hay día en el que los agentes no les impidan a los manteros llevar a cabo su actividad. «Lo que hacemos no es tan grave, no estamos matando ni robando», añaden. Al tiempo que cuentan a Madrilánea sus recuerdos sobre Mbaye, varios jóvenes de extrema izquierda lanzan, entre risas, puñetazos al aire. Como preparándose para lo peor. «Con estos sucesos siempre hay gente que se mezcla con nosotros para hacer sus tonterías y ensucian nuestra lucha», destacan los senegaleses.

Tres compañeros del senegalés muerto. FOTO: Gregoria Caro
Tres compañeros del senegalés muerto. FOTO: Gregoria Caro

Francisco, un exlegionario de origen guineano, hace su entrada en la plaza. Un grupo de radicales le increpa por llevar una camiseta del Ejército español, y él se defiende: «No habéis hecho nada por los negros. No rezasteis a Lucrecia Pérez ni lo habéis hecho por Mame. Solo venís a liarla», espeta el exmilitar. En su espalda se puede leer el lema «Los legionarios no mueren, se reagrupan en el infierno», algo que levanta ampollas entre los presentes.

En torno a las 18:00 horas ya está todo listo. Los comercios de Lavapiés han echado el cierre y los manifestantes toman las calles. Los cánticos en recuerdo del fallecido, y en contra de la Policía, conjugan a la perfección con los carteles que los presentes portan para señalar a los agentes como culpables. La concentración arranca en dirección Embajadores al grito de «Sí, sí, lo mataron» y «Ningún ser humano es ilegal». Quieren dirigirse a Atocha pero la Policía les impide continuar su marcha. Los asistentes se resignan y, mientras corean «Policía asesina», se ven obligados a regresar al punto donde todo empezó.

«Que se caiga el pajarito»

Allí, varios miembros de la comunidad senegalesa se turnan un megáfono para dirigirse a las masas que abarrotan cada rincón de este enclave madrileño. «Nadie quiere estar un día entero sin comer. Vosotros queréis meteros algo en el bolsillo; nosotros trabajamos para lo mismo», exclama indignado uno de los portavoces de origen subsahariano. «No somos agresivos. Queremos vivir bien en España. ¿Por qué lo íbamos a fastidiar?», continúa mientras se quita la braga que le cubría el rostro. Sin embargo, muchos de los presentes permanecen con la cara tapada. No son senegaleses, sino españoles cuyo discurso es diferente. «Ito, ito, ito, que se caiga el pajarito», gritan señalando un helicóptero de la Policía Nacional que sobrevuela la zona. A este cántico le siguen otros como «Policía muerto, abono para mi huerto» o «La Policía tortura y asesina».

Los manifestantes alzan las manos durante el discurso de los subsaharianos FOTO: Gregoria Caro
Los manifestantes alzan las manos durante el discurso de los subsaharianos FOTO: Gregoria Caro

«Los ultras politizan nuestra lucha. Hemos salido a pelear por todo lo que nos parece injusto, y en nuestro caso siempre se distorsiona la realidad», se queja a Madrilánea Laura Victoria, miembro del Centro de Estudios Panafricanos de Madrid y la única mujer que ha tomado el altavoz para dirigirse a la multitud. Asimismo, la activista condena la «ineptitud» de las autoridades, que, a su juicio, no han sabido resolver los 13 años que llevaba Mame Mbaye sin papeles. Estas palabras son contrarias a la versión oficial. En una rueda de prensa, la teniente de alcalde Marta Higueras, el presidente del distrito Centro, Jorge García Castaño, y el delegado de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, afirmaron que «ni en el momento de la parada ni en los anteriores hubo ninguna intervención policial contra él». Mientras tanto, la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, suspendía su viaje a París.

Aunque sobre las 20:30 horas dejan de escucharse proclamas, muchos de los manifestantes deciden permanecer en la plaza Nelson Mandela de Lavapiés. Algunos beben cerveza y fuman marihuana; otros se mantienen en silencio frente a un improvisado altar en el lugar en el que se le paró el corazón a Mame.

El altar improvisado a Mame Mbaye en la calle Oso, de Lavapiés. FOTO: Daniel Caballero
El altar improvisado a Mame Mbaye en la calle Oso, de Lavapiés. FOTO: Daniel Caballero

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