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Reflexiones sobre el oficio de corresponsal de guerra

De izquierda a derecha, Plàcid García-Planas, Ricardo García Vilanova, Alfonso Armada, Olga Rodríguez y François Musseau. Foto: Miguel Ruiz de Arcaute
De izquierda a derecha, Plàcid García-Planas, Ricardo García Vilanova, Alfonso Armada, Olga Rodríguez y François Musseau. Foto: M. Ruiz de Arcaute

Autores: Belén García-Pozuelo y Miguel Ruiz de Arcaute

Alergia a los clichés, conocimiento de causa, implicación, muy poco ego y una cabeza muy bien amueblada. Son algunos de los rasgos que debe tener cualquier enviado a cubrir un conflicto para hacer una buena labor informativa, algo cada vez más atípico en plena era de estrecheces de la prensa escrita.

De esto, de las dificultades que afronta el oficio del corresponsal de guerra y de cómo hacer una cobertura de calidad en la era de la instantaneidad y de Twitter se centró la tercera jornada del ciclo Hotel Florida. Escritores, artistas y corresponsales de guerra. El antiguo edificio del hotel ya no existe -en su lugar se alza El Corte Inglés de la madrileña plaza de Callao-. En los años 30 del pasado siglo fue testigo de destrucción y muerte, pero también de nacimientos de crónicas de guerra históricas.

En la Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés se reunieron cuatro periodistas especializados en coberturas bélicas, invitados por el presidente de Reporteros Sin Fronteras, Alfonso Armada, también con experiencia en cubrir conflictos. Dialogaron, compartieron sus vivencias y anécdotas, pero también viajaron al pasado, a la época del Florida. Recordaron a las figuras que pasaron por allí mientras leían algunos de los textos que redactaron tras la fachada de mármol del hotel. Las líneas de una crónica del norteamericano John Dos Passos hermanó a los corresponsales con el público y, juntos, iniciaron un trayecto que abarcó desde las coberturas de la España de 1938 hasta las actuales.

«De nuevo, el silbido agudo y creciente, el impacto estruendoso, el golpeteo de las tejas, el tintineo con el que caen los cristales rotos y los fragmentos de granito. Debe haber caído cerca porque el hotel ha temblado. Mi cuarto está en el séptimo u octavo piso. El hotel está en una colina. Desde la ventana puedo ver toda la parte antigua de Madrid […]». Así escribía el estadounidense, para la revista Esquirelo que estaba sucediendo un día de enero en la capital española. Sus ojos fueron los ojos para una parte del mundo. Ahora, todo ha cambiado, algo en lo que coincidieron los cuatro ponentes.

«Ellos tenían el mismo reto que nosotros: decidir cómo colocar las palabras, cómo adverbiar el sufrimiento, cómo adjetivar la oscuridad y cómo puntuar la muerte», explicó Plàcid García-Planas, editor y antiguo enviado especial a diversos frentes. «La diferencia entre el antes y el ahora es que, hoy en día, la lectura y la escritura han sido desplazados por el arrebato del tuit», añadió. La instantaneidad es una de las dificultades a las que se enfrenta el corresponsal de guerra actual. La inmediatez prima sobre la calidad, lo que ha hecho que las coberturas se hayan complicado más. «Esto era antes un oficio y ahora es una carrera; antes era quién lo contaba mejor y ahora es quién lo cuenta más deprisa», lamentó el editor.

Hotel Florida en la plaza de Callao. Foto: ABC
Hotel Florida en la plaza de Callao. Foto: ABC

Pero el mundo periodístico también libra su particular guerra contra la crisis económica y de contenido, y a esta batalla también se enfrentan los enviados especiales. Los cuatro invitados conocen bien las carencias y recortes que, dentro de las redacciones de medios escritos, han terminado con buena parte de las secciones de Internacional en los últimos diez años. «Antes se enviaba gente para informar sobre lo que estaba pasando durante dos, tres o cuatro meses. Ahora esto se ha reducido, como mucho, a tres días», manifestó Olga Rodríguez, especialista en el mundo árabe.

Estuvo en países como Gaza, Líbano o Siria, cubrió como freelance diferentes conflictos en Oriente Próximo y, desde su experiencia, quiso reivindicar el papel del corresponsal. «Si estamos en la redacción todo el día metidos tenemos que limitarnos a la cifra de turno. Pero detrás de los números hay personas con nombres y apellidos, hay rostros e historias», expuso. Rodríguez esgrimió esto como una de las razones por las que muchos profesionales, en su momento bien asentados en medios de comunicación, decidieran dejarlos y reestablecerse como freelance.

Corresponsalías en decadencia

Sobre este tema versó una buena parte del coloquio. Tanto Olga Rodríguez como François Musseau, corresponsal en España y Portugal del diario francés Liberation, hicieron hincapié en el escaso valor que ya se le da a algo «tan elemental» como es estar en el lugar de los hechos para transmitir lo que sucede. En su lugar, apuntaron, se ha optado por conformarse con un periodismo en muchos casos «declarativo», ya que el estar «entre cuatro paredes» y no sobre el terreno imposibilita el mero hecho de contrastar la información. «En una sociedad tan globalizada como la del siglo XXI creo que es muy importante conocer lo que pasa en el mundo», opinó la periodista, quien en paralelo quiso destacar el legado de las pocas mujeres que han ejercido como enviadas especiales en zonas de conflicto.

La renuncia de los medios a mantener redes de corresponsales distribuidas por los cinco continentes ha conducido a un escenario en el que en muchos casos la prensa prefiere depender de las agencias de noticias para informar sobre las veleidades del resto de países. «El problema», dijo Olga Rodríguez, «es que si nos limitamos a mirarlo todo a través de dos ojos corremos el riesgo de caer en una dinámica algo orwelliana». Por esta razón, sostuvo el fotógrafo freelance Ricardo García Vilanova, «la sociedad ha de exigir que exista una cobertura para que puedan generarse los cambios de los que el periodismo, como servicio público, es responsable al ser el vehículo transmisor de la realidad».

Reto narrativo

Los cuatro informadores coincidieron también en la vital importancia de la atención por el detalle a la hora de construir un relato distinto y a gran distancia de lugares comunes. Contar la guerra desde un punto de vista insólito e inexplorado, en definitiva. «Es muy fácil hacer lo que hace todo el mundo: Los tanques desfilando, las casas en ruinas…», expuso el francés Musseau. Por eso, incidieron, resulta un valor diferencial no escribir una y otra vez la misma crónica, aunque sin caer en frivolidades ni renunciar a la empatía hacia el dolor y la muerte.

La dureza que caracteriza a la guerra no ha cambiado, aunque sí lo hayan hecho los tiempos. Ahora, los profesionales que van es porque quieren ir, van preparados y la seguridad ha aumentado. No obstante, lo que mantuvo en el oficio a Plàcid García-Planas fue el «reto narrativo»: «Vi que la guerra se explicaba y se explica, en la mayoría de las veces, muy mal», aseguró.

El arte de narrar conflictos bélicos, de transmitir los hechos de los que se es testigo desde otras partes del mundo, describir el dolor y el sufrimiento de la guerra con palabras y mostrarlo con fotografías, es un reto para los corresponsales de guerra de la actualidad.

En el recuerdo vivo quedan las crónicas de tiempos pasados pero periodísticamente presentes. Los profesionales actuales revisan el nivel narrativo y literario de los textos que les dejaron como legado. De esta manera les rinden homenaje, pero también sirve de aprendizaje. El manejo del uso exacto de la palabra es el mejor aliado para el periodista que se mueve entre guerras.

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