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La lucha de los estudiantes por una silla en las bibliotecas de Madrid

La Biblioteca Municipal Ángel González, en el distrito de Latina (Madrid). Foto: De San Bernardo

Enero y febrero suelen tener una serie de paralelismos año tras año: las rebajas, la llegada del verdadero frío a la capital y, de nuevo, los exámenes de los estudiantes. Alumnos de Bachillerato, universitarios y «masterópodos» afrontan el final de sus evaluaciones entre angustia, noches infinitas y cafeína en vena. Muchos aprovechan cada minuto para zambullirse en libros y apuntes en casa, pero otros deciden acudir a las bibliotecas y salas de estudio que habilita el Ayuntamiento de Madrid: centros de cultura y paz, en los que todo aquel que lo desee puede acercarse para ampliar su conocimiento… Pero, por desgracia, esta bucólica oración es, en realidad, completamente falsa: en malas condiciones, con escasos sitios y mal distribuidos por la ciudad.

Rodada de edificios de cuatro plantas, se encuentra en la Calle Aliaga Nº5 (Canillejas, Madrid) el Centro Juvenil Miguel de Cervantes, bajo la tutela del Ayuntamiento de la capital. Dentro hay una sala de estudio que abre sus puertas de lunes a domingo, y sirve de refugio para todos estos estudiantes desesperados. ¿Cómo describir la sala? «Una birria», califica uno de los asistentes que, cigarrillo en mano, critica el espacio. La sala se divide en dos espacios diferenciados. «En una zona las mesas no están nada mal, pero en la otra son horribles. Como no llegues pronto, te quedas sin sitio», manifiesta.

El interior del ala derecha de la sala de estudio Miguel de Cervantes, en Madrid. Foto: M. Campillo
El interior del ala derecha de la sala de estudio Miguel de Cervantes, en Madrid. Foto: M. Campillo

Los contrastes entre las dos alas del edificio son impresionantes. A la izquierda, la sala cuenta con cajonera, mampara separadora para cada usuario y mesas altas y amplias. Las sillas, al mismo tiempo, son de plástico pero acolchadas. A la derecha, el panorama parece propio de un episodio de «Cuéntame cómo pasó»: mesas de menos de un metro y medio, sillas bajas de plástico sin acolchado –algunas incluso rotas o cojas–, sin enchufes, con un tubo fluorescente a modo de lámpara a escasos 20 centímetros de la superficie de la mesa, en una especie de apaño que parece una auténtica ñapa. «Al lado de la sala de estudio hay un parque y el ruido se cuela por todas partes. No está insonorizada», afirma, dejando claro que tampoco se puede disfrutar de la paz del silencio en su interior.

Pero el problema más importante es la falta de plazas con las que cuenta el centro, especialmente demandado los fines de semana. Según datos del Ayuntamiento de Madrid, la sala de estudio Miguel de Cervantes cuenta con un total de 126 puestos de lectura, que los fines de semana abre de 10.00 a 14.30 horas y de 16.30 a 20.00 horas. Pero la realidad es que la gente se ha visto condenada a no separarse de la puerta para poder optar a un sitio. «Los domingos la gente viene con un bocadillo, y en cuanto nos echan para cerrar a mediodía, se sientan en la puerta hasta las 16.30 horas. Si llegas con menos de 15 minutos de antelación, no coges sitio seguro», denuncia.

Misión imposible

Según los datos del Ayuntamiento de Madrid, el consistorio pone a disposición de los ciudadanos un total de 11.230 puestos de lectura repartidos por las 51 bibliotecas y 53 salas de estudio que hay por toda la ciudad. Todos estos asientos están disponibles de lunes a viernes, pero los fines de semana el número mengua notablemente. Los sábados se habilitan 6.187 puestos, es decir, un 54,66% del total; y los domingos tan solo 3.419 (30,2%). De hecho, en la mayoría de bibliotecas y salas de estudio municipales, los fines de semana se abre tan solo por las mañanas o, como en la sala de estudio de Canillejas, en horario partido. Pero los puestos de lectura, ni mucho menos, se distribuyen de igual manera entre los 21 distritos de la capital.

Puente de Vallecas y Centro se colocan a la cabeza en número de bibliotecas, con cuatro, mientras que los distritos de Barajas, Moncloa-Aravaca y Villaverde tan solo tienen una. De igual manera sucede con las salas de estudio: Villa de Vallecas, Tetuán, Chamberí, Chamartín, Centro, Carabanchel y Arganzuela tan solo tienen una sala de estudio por distrito, mientras que Latina acumula un total de doce. Además, esta circunscripción acumula más espacios para estudiantes que ninguna otra zona de Madrid: 1.225, casi el 11% del habilitado para toda la ciudad. De hecho, tiene más puestos que los distritos de Arganzuela, Chamartín, Barajas y Chamberí juntos.

Lejos de mantener una relación con los puestos que se abren entre semana y los fines de semana, hay una tremenda desigualdad entre distritos. Latina no es solo el distrito con más puestos de lectura entre semana, sino que los sábados dispone también de más del 17% de todos los que se encuentran en la ciudad, con 1.095 asientos. De hecho, acumula más puestos de lectura que Arganzuela, Ciudad Lineal, Vicálvaro, Chamartín, Tetuán, Moncloa-Aravaca, Barajas, Centro, Moratalaz y Villa de Vallecas juntos. Al mismo tiempo, Retiro y Chamberí tienen habilitados los sábados los mismos puestos de estudio que entre semana, mientras que en Arganzuela y Ciudad Lineal no hay una sola biblioteca o sala de estudio abierta. Pero los domingos la diferencia es más abrupta.

Hortaleza se erige como el distrito con más puestos abiertos los domingos, con un total de 610. Al igual que los sábados, ni Arganzuela ni Ciudad Lineal cuentan con un espacio para sus estudiantes, sumándose también Moratalaz y Villaverde a la lista negra. De hecho, estos distritos junto a los de Fuencarral-El Pardo, Puente de Vallecas, Chamberí, Vicálvaro, Chamartín, Tetuán y Moncloa-Aravaca acumulan menos puestos de lectura que los que hay en Hortaleza el último día de la semana.

El ratio por estudiante, desolador

Dependiendo del distrito en el que se habite, es mucho más fácil o difícil encontrar un lugar libre en las bibliotecas y salas de estudio. En base a los datos del Padrón Municipal, que pone a disposición de los ciudadanos el Ayuntamiento de Madrid, y entendiendo como estudiantes a los jóvenes que tienen entre 17 y 25 años –que acaban de empezar el Bachillerato o los que están terminando los Máster Universitarios–, en la capital hay un puesto de lectura por cada 25 estudiantes entre semana. La cifra los sábados aumenta hasta uno por cada 46, y los domingos hay un sitio por cada 84. Sin embargo, en cada distrito es diferente.

Los distritos en donde es más fácil hallar espacio entre semana son los de Retiro y Centro, con un ratio que es de un puesto por cada 14 estudiantes, mientras que en Barajas es de uno por cada 16. En el lado opuesto de la balanza, Tetuán cuenta con un puesto por cada 37 estudiantes, Ciudad Lineal con uno por cada 45 y Chamberí por cada 46.

Pero las desigualdades, al igual que sucede con el número de puestos, también aumentan los fines de semana. Mientras que Retiro (un puesto cada 14 estudiantes), Latina (un por cada 19) y Hortaleza (uno por cada 23) están a la cabeza del ránking los sábados, Moncloa-Aravaca sortea un asiento por cada 94 estudiantes, Chamartín hace lo mismo por cada 122 y Tetuán por cada 141 –recordando que Arganzuela y Ciudad Lineal no tienen ni un solo puesto que ofrecer a sus jóvenes–.

Pero los domingos las cifras son ya desoladoras: Hortaleza se pone en la cabeza del listado, con un puesto por cada 25 estudiantes, Retiro le sigue con uno por cada 26 y Barajas con uno por cada 30. Pero en Tetuán hay un puesto de lectura por cada 141 alumnos, en Fuencarral-El Pardo por cada 493 y en Puente de Vallecas uno cada 604 –y sin contar a Ciudad Lineal, Arganzuela, Moratalaz y Villaverde, en donde no abre ningún centro de estudio–, algo claramente insuficiente.

Todo esto, además, no solo coincide con uno de los periodos de mayor afluencia a las bibliotecas y salas de lectura municipales, sino también con la campaña «Madrid es 21» del consistorio, con la que pretende visibilizar la importancia que tiene la distribución de la ciudad en distritos para la realización de trámites en el Ayuntamiento, así como para disfrutar del deporte y de la cultura de la capital. Con todo esto, lo que parece que queda claro es que las bibliotecas y salas de lectura municipales han pasado de ser los bucólicos «centros de cultura y paz, en los que todo aquél que lo desee puede acercarse para ampliar su conocimiento» para ser, en realidad, ruidosos espacios disputados por los propios estudiantes en los que, si tienes suerte –y están abiertos–, podrás intentar ampliar tu conocimiento…. o simplemente aprobar.

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