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Carlos Núñez: «Es un error pensar que para ser moderno hay que cortar con las raíces»

Carlos Nuñez Foto: ABC

Carlos Núñez es uno de nuestros artistas más internacionales. El gaitero reivindica desde hace más de dos décadas la importancia de nuestra música popular, y se ha convertido en todo un referente internacional de la música celta.

Con más de un millón de discos vendidos, algo insólito tocando la gaita, instrumento que ha elevado a otra dimensión y ha llevado por vez primera a los tres grandes templos de la música: Musikverein de Viena, Royal Albert Hall de Londres y Carnegie Hall de Nueva York.

Este año (y ya van 5) el mago de las gaitas y las flautas ha traído sorpresas en forma de nuevas colaboraciones —Jon Pilatzke, el violinista y bailarín de de The Chieftains; Maria Ryan, violinista y cantante irlandesa, y a la pianista española Isabel Pérez Dobarro, —que hicieron viajar a su púbico no sólo por la esencia de la música celta a través de países como Irlanda, Escocia o Bretaña, sino también por el mundo hispánico que forma el mundo céltico.

En el teatro Price pudo verse un adelanto de Celtic Beethoven, un proyecto que Núñez va a desarrollar a lo largo de 2020 para celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig Van Beethoven, y que como confirmaba, lleva muchos años preparando.
«Beethoven compuso casi 200 obras de música celta. Él estaba en contacto con Irlanda, Escocia, Gales e incluso España, desde donde le enviaron músicas, y casi nadie conoce estas composiciones», confiesa.

«En España tenemos la suerte de que las tradiciones aún están vivas, todavía tenemos instrumentos tradicionales, canciones y bailes de verdad». «En la época de Beethoven, en Alemania, las tradiciones ya estaban cuasi desaparecidas», explica. «Con lo cual, a Beethoven le apasionó todo este mundo de las músicas tradicionales, en concreto, de las músicas celtas porque le aportaban nuevas ideas, nuevos sistemas que se salían de lo estándar de la música clásica».

«Él encontró modernidad y vanguardia en aquellas músicas tradicionales, que le sirvieron para componer, por ejemplo, el final de la Séptima Sinfonía, el cual está compuesto con músicas celtas; músicas tradicionales que vienen del lenguaje de la gaita, de los violines, de las arpas», afirma.

En este concierto, el piano es muy importante porque es el instrumento que tocaba Beethoven, como revela el gallego: «Cuando tocas esta música con los instrumentos celtas, es como si estuvieras escuchando el alma de Beethoven a través del piano».

Beethoven nos dejó un mensaje: «Que encontráramos inspiración y sacáramos energía de nuestras raíces y tradiciones para el futuro». «Y esa es la clave de la música celta y de la sabiduría de todo esto», admite el músico.  A la vez que aconseja que «deberíamos aprender mucho más de esta sabiduría tradicional que aún tenemos en nuestro país y que está a punto de perderse».

Por eso, «también nosotros hacemos estas giras de Navidad, que recorren los lugares donde, normalmente, los grandes artistas no suelen pisar». «Es una forma de estar en contacto con toda esta sabiduría de la tradición, que no llega a los medios, y donde invitamos a músicos locales», aclara.

¿Cómo ve la música celta en España en la actualidad? ¿Cree que está habiendo un mayor interés?

Yo creo que en España hay una visión de la música celta muy superficial: festivales, cervezas, público de pie…. Pero, la música celta es una música mucho más profunda que todo eso. Es una música que tiene la misma profundidad que puede tener la música clásica, incluso es más antigua que la música clásica, evidentemente.

Lo que pasa es que en España hay una idea de la música celta como algo más superficial, y no se conoce realmente. Yo estoy convencido de que la música celta podría ser perfectamente una marca maravillosa para esas músicas abandonadas de nuestro país, de esas músicas a las que se les ha dado la espalda y que no se les ha prestado atención: no se ha exportado. Lo celta podría ser para España una marca perfectamente válida y generadora de riqueza.

En otros países han sido capaces de generar riqueza, precisamente con esas músicas tradicionales, con esas tradiciones antiguas que aquí hemos enterrado o abandonado, y donde Beethoven encontró una forma de revolucionar la música clásica, en base a las tradiciones, al igual que Bob Dylan, que también lo hizo. Bueno, pues aprendamos y ojalá España espabile y recuperemos el tiempo perdido.

¿Qué les sucede a los españoles, «que apreciamos mucho nuestra gastronomía y sin embargo no valoramos nuestra música»?

Es cierto. Y creo que es un efecto que tiene algo que ver con la Guerra Civil, una consecuencia postfranquista. Creo que a partir de la democracia nos hemos equivocado y hemos pensado que para ser modernos había que cortar con el pasado y con las raíces. Y es el principal error que ha cometido este país desde entonces.

Llevamos 40 años a ese nivel, donde te das cuenta, por ejemplo, que el rock americano, el pop inglés o incluso las músicas latinas componen cosas nuevas en base a sus raíces, a sus modos y ritmos. En cambio, en España, no. Aquí nos hemos dedicado a copiar lo que nos parecía lo moderno, que era lo anglosajón. Aunque creo que aún estamos a tiempo de salvarnos.

¿Cómo podríamos superar esa modernidad mal entendida?

Siendo realmente modernos. Por ejemplo, cuando vas a lugares como California, donde a modernidad no les gana nadie, ellos ya están de vuelta. Nosotros hemos tocado en fiestas en California, donde precisamente te vendían su huerta ecológica, sus frutas naturales, sus músicas del mundo (que ellos no tenían allí, pero que traían de otros países). Y yo decía… Dios mío, los americanos me están vendiendo a mí las fiestas que vivía mi abuela en Galicia.

Ojalá la gente joven se dé cuenta. Los últimos años han sido nefastos a ese nivel, especialmente en Galicia, donde se puede ver, por ejemplo, el camino de Santiago a golpe de festivales de rock. En Vigo, donde vivo, las luces de Navidad… Y digo: vale. Fantástico el éxito de las luces de Navidad, pero ojalá eso no quede ahí y haya un plan detrás y quieran que se nos conozca realmente cómo somos.

Aunque, también es cierto que empieza a haber brotes verdes. Creo que la gente se está dando cuenta del valor. Incluso en Madrid, noto a los jóvenes un poco más de vuelta de los escaparates, las marcas … Si los californianos ya están de vuelta, llegará el momento en el que eso llegará aquí, y ojalá y aún estemos a tiempo de salvar lo que aún está vivo.

Carlos Núñez  Foto: Chema Barroso

20 años de carrera, más de un millón de discos vendidos… ¿Qué se siente al ser un referente de la música tradicional gallega en el panorama internacional?

A mí lo que me parece más apasionante es cómo esta música me ha enseñado toda una filosofía de la conexión, lo que en Galicia llamamos Irmandade, un sentimiento de hermandad.

España tiene todas esas músicas abandonadas y poco conocidas que ya las estamos empezando a introducir en los festivales celtas. Este año que hemos terminado, por ejemplo, hemos llevado al festival intercéltico de Lorient, –el Festival Celta más grande del mundo–, en Bretaña, Francia, al grupo de dulzaineros de Ávila, y a los dolçainers de Valencia.

¿Y qué hace gente de Ávila, de Valencia, en un festival celta? Pues esa es la demostración de que algo está pasando. Y yo creo que con esa filosofía de la Irmandade, de la música celta y de la tradición estamos consiguiendo nuevos enlaces. Estoy superilusionado, y como yo, todos los músicos que estamos poniéndonos a tocar juntos.

Hay todo un sentimiento de hermandad precioso con la música, y esa ilusión que se está produciendo es algo maravilloso. Además, con músicas desconocidas para el resto del mundo. ¡La gente no se puede ni imaginar que en Mallorca se toca la gaita! No saben que existe todo un norte de la Península donde hay todos estos instrumentos. Incluso en Extremadura encuentras estas músicas, o en Andalucía con lo que llaman las gaitas rocieras.

Existe todo un lenguaje que es desconocido por el mundo y es algo nuevo que estamos poniendo a funcionar. Ahora mismo es lo más novedoso que hay en todo el mundo celta, lo que estamos consiguiendo en nuestro país; esa hermandad entre las diferentes tradiciones, y la ilusión que surge cuando nos unimos todos.

Además, he de decir que recorriendo todos los países por los que toco, me di cuenta de que de todo ese gran mundo del interceltismo, hay un país que tiene aún grandes sorpresas por compartir por todo el mundo, y ese país es España.

¿Cree que este sentimiento de Irmandade del que nos habla es la clave para que los músicos tradicionales sigan teniendo éxito?

Creo que el éxito depende de cuando las cosas se hacen bien. En España, en muchas ocasiones había el “complejillo” de que hay cosas que no funcionan. Tú sólo ves el flamenco o el rock de la movida porque lo ponen en la televisión, porque creen que es lo que funciona y que otras cosas no lo van a hacer.

En cambio, es maravilloso cuando consigues hacer que funcionen esas otras músicas que componen España; es muy gratificante y tienes una sensación preciosa.

Quién nos diría que íbamos a conseguir hacer giras de navidad en España, con más de 40.000 personas en el público. Y ver que esto es una familia que va creciendo, me parece un sueño, y todo esto gracias al descubrimiento de ese mundo de la música celta que aprendí.

También es muy importante el aprender con los maestros y yo tuve la gran suerte de que The Chieftains, –mis maestros–, me llevaron con ellos de gira por todo el mundo, en los años 90, en los que la música celta estaba muy de moda. En la época en la que veías a los Rolling Stones haciendo homenajes a la música de Irlanda; Sting cantando en gaélico; Sinéad O’Connor, Tom Jones … Y donde te dabas cuenta de que músicos de otros géneros también podían aportar a la música tradicional y hacer algo maravilloso.

Por eso, cuando yo saqué mi primer disco pensé: qué pasaría si invito a Luz Casal a cantar una canción tradicional–Negra Sombra–. Y de pronto juntamos a Luz Casal con el guitarrista Ry Cooder. Luz aceptó el reto, convirtiéndose en algo casi universal, que hasta Amenábar nos pidió para Mar adentro. Por lo que dependiendo de cómo se hagan las cosas, claro que pueden funcionar estas músicas, y claro que pueden generar riqueza y ser universales.

Beethoven nos dejó un mensaje bien claro, y es que para hacer algo nuevo desde la música clásica, hay que regresar a las raíces, como él mismo hizo. Lo mismo que le sucedió a Bob Dylan 100 años después.

Música para disfrutar y música también para bailar … ¿Qué os pide el público en vuestros conciertos?

Nuestros conciertos son bastante diferentes a los que la gente está habituada. A nosotros nos gusta que sea una experiencia. Procuro que la gente viva un viaje en el espacio y un viaje en el tiempo, y creo que lo estamos consiguiendo.

¿Cómo conseguimos hacer un viaje en el tiempo? Pues porque tocamos músicas de nueva creación con música celta, como las entendía Beethoven hace 200 años. De pronto viajamos y vamos hasta la Edad Media y hacemos un recorrido por las cantigas medievales, que ya tenían y manejaban estas escalas y sonoridades de las músicas celtas, donde a través de ellas podemos ir viajando. Y es fascinante, porque entiendes muchísimo mejor cómo funciona la humanidad y la vida.

Mucha gente comenta en estos conciertos, que sale con una sensación de bienestar, casi milagrosa. Siento que la música tiene un poder maravilloso que bien canalizado es algo extraordinario.

¿Cree que es posible que podamos recuperar la música tradicional que se ha perdido con esa globalización musical de la que hablaba?

La globalización ya está aquí. Cuando tocamos en Mallorca, donde llegan más de 12 millones de turistas al año, nos dimos cuenta que son un ejemplo muy bueno de gente que ve como entra la globalización, y es consciente de la importancia que tiene el preservar todo eso que está en los pequeños pueblos del interior de sus islas.

Aún estamos a tiempo de salvar todo este patrimonio. Y aún estamos a tiempo de que la gente joven conecte y descubra todo esto. Pero no queda mucho tiempo, quedan muy pocos años.

Carlos Núñez en un concierto en Conde Duque (Madrid) Foto: Daniel G. López

Defiende una vuelta a la tradición, pero es uno de nuestros músicos más internacionales. ¿Cómo explica esto que parece una contradicción?

Cultivando la tradición encuentras elementos universales, diferentes, exóticos, nuevos, inspirados para hacer cosas que se salen del sistema. Y siempre que se establecen sistemas se va simplificando todo mucho.

Tienes un sistema musical, como por ejemplo los sistemas de hoy, que son las músicas que llegan de Nueva York o de Miami, y que son con la que se están educando los jóvenes de ahora. Pues, cuando esa gente entre en contacto con las músicas tradicionales, les va a pasar como a Beethoven y van a decir: «Anda, hay todo un mundo fuera de lo que yo pensaba que era el mundo de la música. Pero y este ritmo y estas escalas. Qué es esto. Tenía esto al lado de mi casa y ni lo conocía». Eso es lo que puede pasar y ojalá suceda pronto.

Su último trabajo es Inter Celtic, en 2014, desde el primero que le conocimos en el 96, A Irmandade das Estrelas. ¿Cómo ha cambiado su trayectoria desde entonces? ¿Qué sueños le quedan por cumplir?

Pues los voy cumpliendo poco a poco. Lo que ocurre es que son sueños de largo recorrido. Por ejemplo, llevo 15 años preparando el proyecto de Celtic Beethoven, y es ahora cuando vamos a compartirlo con el público.

En el proceso de creación de un disco me llevaba 3 años, porque trabajo con músicas tradicionales y muchas veces es más difícil trabajar con músicas tradicionales que componer algo nuevo tú mismo, como ya decía el compositor Béla Bartók. Al trabajar con músicas tradicionales tienes que estar aprendiendo y descifrando cosas desconocidas, muy antiguas, que de pronto te provocan una modernidad.

Tengo proyectos de larga maduración, en los que finalmente se acaba notando un resultado mucho más profundo.

¿Diría, por lo tanto, que está en su mejor momento profesional?

Me encuentro muy feliz, porque creo que todo en lo que he creído y por lo que he luchado en todos estos años está dando resultado. Y, además, siento que el público siempre está ahí y cada vez más personas vuelven a conectar y a preguntarse por el tema de la naturaleza y de las tradiciones.

Había un gaitero antiguo en Galicia, Ricardo Portela, que me dijo: Tienes una misión. Ser un gaitero no es ser un músico más. Esto no puede desaparecer. Y para mí, desde que soy pequeño, la música no es un negocio, sino que veo más allá de todo eso.

Por suerte, descubrí con The Chieftains que la música celta también era generadora de riqueza y que se podía sumar a cantidad de sinergias como el turismo y la cultura.

Creo que todo está tomando sentido y que después del modernismo y de ese sentimiento de modernidad hay verdad más allá. Creo que la verdadera modernidad es lo que va a venir ahora, cuando la gente ya esté de vuelta de esa aparente modernidad que buscábamos. Y estoy muy ilusionado, lo mejor está por venir.

Habla en su libro, en el V capítulo, sobre la música Celta en Latinoamérica, sobre todo por Argentina y Chile … ¿Cómo ve la música Celta en todos estos países latinoamericanos?

Los países latinoamericanos están tan cansados de sus topicazos como nosotros. Como los argentinos, que dicen: Ey, que Argentina no es sólo tango.

Latinoamérica se está dando cuenta de que tenemos muchísimas cosas en común y de que nuestras músicas nos unen. Lo curioso es que todo el mundo sabe que el Imperio Británico ha sabido vender muy bien sus éxitos. Todos conocen las gaitas escocesas e irlandesas, y todo el mundo sabe que esas músicas viajaron para Estados Unidos.

Paul McCartney ha compuesto y ha grabado para gaitas. La gaita en Hollywood es un mundo. Hay cantidad de películas en las que aparecen las gaitas, los escoceses, los irlandeses. Y aquí, en cambio, ni sabemos que todo eso ya existe en nuestro país. Entonces, de la misma manera que no conocemos nuestras músicas, pues tampoco sabemos que Latinoamérica, al igual que en las músicas de Inglaterra, de Irlanda y de Escocia viajaron a Estados Unidos; las de la Península viajaron por toda Latinoamérica.

América Latina está llena  de músicas que provienen del mundo de la gaita y de las dulzainas. Es todo un mundo por explorar.

¿Se siente tan músico como teórico de la música celta?
Creo que va todo junto. La música celta, requiere de mucho estudio y hay que aprender de muchos lugares, ya que hablamos de aprender de las músicas de Galicia, de Asturias, de Cantabria, de Castilla, de Mallorca, de Andalucía, de Extremadura, de Irlanda, de Escocia …. Comprender cómo son las músicas de Latinoamérica, qué pasa con el Magreb, relacionándolo con las nuestras; mediterráneo y atlántico, cómo han interrelacionado en nuestro país y cómo se han juntado esas dos energías, cómo ha viajado y se ha transformado Latinoamérica … Es un espacio de sabiduría enorme, mucho más profundo de lo que la gente se imagina; la música celta requiere de mucho más estudio.

¿En qué medida la música celta ha participado en la creación de la música occidental como hoy la conocemos?

La música celta es el resultado de los mestizajes que se han ido creando desde hace miles de años.Hoy sabemos que, por ejemplo, las lenguas celtas más antiguas que se conservan en el mundo las tenemos en la Península Ibérica; no están en Irlanda o en Escocia. Los textos en lenguas celtas más antiguos están en España. Y todo esto viajó después hacia las Islas Británicas.

La Península ha sido desde la Antigüedad un punto de energías, en concreto, dos energías fascinantes: el Mediterráneo y el Atlántico. Tenemos una visión de que el Atlántico es lo contrario al Mediterráneo y tampoco es así.

Lo celta no es el contrario del Mediterráneo, lo celta es precisamente la unión. Una síntesis de muchas cosas; del norte y del sur. Pero, sobre todo es una capacidad increíble de conectar.

Carlos Núñez en la presentación de su libro «La hermandad de los Celtas» Foto: Ignacio Gil

Hablaba antes de Bob Dylan y de otros músicos que le han inspirado ¿Cuál es el que le ha resultado de especial interés en su trayectoria?

Soy el resultado de mi propia cultura y de mi propio país, que es un lugar de encuentro entre energías diferentes.Desde pequeño he estudiado en el conservatorio e hice la carrera de música clásica. Y desde niño, también, he aprendido la música tradicional. Son como civilizaciones diferentes, empujándote y despertando en ti curiosidades.

Por eso, he estado muy abierto en todo momento a aprender de todos estos estímulos. De las primeras cosas que me dijeron los Chieftains cuando empecé a tocar con ellos fue: ¿Por qué no tocas la gaita con flamencos?, en los años 90. Yo era un teeneger y aquello era algo marciano.

Ya te estaban poniendo un reto, ya me estaban diciendo: ¿Por qué no conectas las músicas del norte y el sur del país?. Por qué no las vuelves a reconectar, porque en el fondo ya estaban conectadas.

Y por último, qué consejo daría a jóvenes creadores, ¿qué estilo deberían seguir?

Cuando ya se veía en el horizonte la caída del disco físico se nos decía: Con Internet va a ser la verdadera World Music. Ahora la gente joven va a tener acceso a todas las músicas. Todo lo del mundo va a estar ahí y las discográficas nunca más van a poder ejercer su influencia. Y … ¿Esto realmente ha sido así? Porque creo que no.

Precisamente, desde que tenemos los nuevos sistemas de descarga, veo a la gente joven muy encauzada en productos que se cocinan en Miami y en Nueva York. Y seguramente, para esta gente resulta más difícil saber de la realidad musical que aún se guarda en un pueblo que se encuentra a pocos kilómetros de su casa que acceder a músicas británicas.

Yo lo que diría a los jóvenes creadores de música es que intenten –sumándome al consejo de Bob Dylan– que: Antes de poneos a componer músicas contemporáneas, bebed de vuestras propias raíces. Creo que es un muy buen consejo, que es lo que nos puede salvar para no convertirnos de aquí a muy pocos años en una Alemania o en una Inglaterra más.

Alemania o Inglaterra están muy bien, pero yo creo que nosotros guardamos otras cosas y otros valores que sería imperdonable que se perdiesen. Lo que nos puede salvar de ser un puro centro comercial más en el mundo es el conectar con nuestras raíces: el escuchar a nuestros abuelos, el encontrar la modernidad y el exotismo; las cosas nuevas, en todo ese interior abandonado que ni nosotros conocemos.

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