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Crónica en el paraíso del juego

Un recorrido por los salones de apuestas del humilde barrio de Quintana

Interior Merkur Salón de Juegos | MERKUR

Los salones de juego han invadido nuestros barrios desde los últimos años. Según datos del Ayuntamiento de Madrid de abril de 2021, hay 410 casas de apuestas de las cuales 189 se reparten entre los distritos de Carabanchel, Puente de Vallecas, Tetuán, Usera y Ciudad Lineal. Además, estos distritos son los que tienen una media de ingresos más bajos de toda la ciudad. Uno de los barrios con mayor número de casas de apuestas es Quintana, con un total de 9 salones.

Madrilánea ha querido conocer en profundidad la realidad de los salones de juego en nuestro distrito de Ciudad Lineal. Son 29 los establecimientos de este tipo en los barrios diseños por Arturo Soria. Nuestra primera parada la tenemos en el número 260 de la calle Alcalá: Merkur Alcalá II. Visitamos el local a las 17 horas de un miércoles laborable de un frío enero. El logotipo de la empresa (un gran sol brillante) luce muy simpático y parece que te invitase a acceder a su interior. Con paso decidido entramos al «paraíso del juego» desde la puerta automática. Una cinta con seguro nos impide acceder directamente. Pulsamos un botón para que nos autoricen la entrada, viene una dependienta joven y nos pide el DNI, lo comprueba y ya estamos listos para jugar. La verificación se realiza para determinar la mayoría de edad y que no tienes prohibido acceder por ludopatía, aunque esto se realiza por cuenta propia del afectado.

Nos ofrecen si queremos beber algo, declinamos. Volvemos a nuestro cometido. Observamos todas las posibilidades que nos brinda este lugar: una ruleta electrónica, miles de máquinas tragaperras con diferentes modos de juego, stand de apuestas online y varias pantallas de televisión (información sobre premios, carreras de galgos e incluso un Betis-Alavés en directo). El entorno es lúgubre y oscuro, aunque las luces de todas las «maquinitas» proyectan bastante luz pero apenas se nota. El ambiente animado se encuentra en el juego favorito por todos: la ruleta.

Ruleta electrónica en Merkur | Daniel Verdú

Cuando digo animado me refiero donde se encuentra la única persona del local. Pepsi en mano y cigarro preparado en la otra, se encuentra una señora rubia de más o menos 45 años. No despega la vista en ningún momento, ni se inmuta de nuestra presencia. Está claro que su interés no pasa por nadie. Su único objetivo es la pantalla táctil del juego, mientras la voz de la ruleta continúa emitiendo su característico: «No va más», que anuncia el cierre de apuestas en cada ronda. En un intervalo de una hora, nuestra protagonista sale y entra a fumar y sigue metiendo dinero constantemente. Los billetes de 20 € son los únicos que maneja, y van entrando sin parar en su ranura correspondiente. La únicas veces que sale dinero recaudado es cuando abandona su sillón para salir a continuar con su tabaquismo particular.

Su mirada está completamente perdida. Apoya la cabeza con su mano. Le miramos constantemente y ella no se percata nunca, y si lo hace es de forma momentánea. La dependienta le pregunta: «¿Te recojo la Pepsi, Sandra?», la señora ni se entera de lo que le dice, pero al final retira el envase. La familiaridad entre ellas es visible. Sandra debe de pasar muchas horas por aquí…

Entra en escena otro personaje más, un chico joven de 25 años. Directamente introduce 20 €. Parece cliente cotidiano. Ahora mismo Sandra y el joven juegan a la vez en la ruleta. Cada uno a su rollo como era previsible. El chico parece más expresivo que nuestra protagonista anterior. Se resigna cuando sale un número. Se ríe. Maldice cuando no le toca nada: «Joder para una vez que no le meto sale esa zona». Todo un espectáculo visual en relación con la señora. Los billetes siguen volando cada 5 minutos. Se crea como una competición entre ambos jugadores por ver quién consigue premio. La resolución: nadie gana. La dependienta también conoce al chico: «¿Ya ha nacido tu hija?». Abandonamos Merkur y vamos a la búsqueda de otro «paraíso del juego».

Búsqueda del premio ganador

Caminamos unos metros más hasta llegar a la Plaza de Quintana a las 18.15 horas. Encontramos doble competencia en salones de juego: «Nevada» y «El Dorado». Accedemos al primero, con el mismo mecanismo de identificación que al principio de la tarde. En esta ocasión la cosa anda más animada. Un salón de juegos más amplio (dos plantas) con un mayor número de máquinas para el uso y disfrute del usuario. Otra vez más, la ruleta gran protagonista del local.

Salones de Juego «Nevada»  | Daniel Verdú

Son 8 los asientos disponibles, ocupados por diferentes perfiles: joven latino de 30 años, chica asiática de 35, matrimonio de 50 y un señor sudamericano de 40 años. Podría parecer que la interacción entre los asistentes sería más dinámica que en el anterior caso, pero no es así. La individualidad sigue adueñándose entre las paredes del salón. El latino treintañero, vestido con ttraje de oficina, celebraba sus ganancias (pocas) con el puño levantado de forma tímida. Otras veces se le escapaba algún «me cago en diez» en medio de la tensión de la jugada. Incluso se cambió de pantalla, para buscar la suerte desde otro ángulo. La chica más joven del lugar se mantenía impasible ante cualquier evento susceptible por 5 los sentidos del ser humano. Eso sí, los billetes de 20 € continuaban siendo el cromo favorito de los jugadores. La explicación es sencilla, el billete máximo aceptado es el azul y la cantidad mínima (para los más rácanos) es la moneda de 20 céntimos.

Entre el resto de nuestros personajes destacamos al segundo latinoamericano con el que coincidimos poco tiempo. Se muestra muy nervioso en todo momento. No para quieto. Se levanta, se sienta y lo repite más veces. Pide a las dependientas que le regalen un Nestea. «Que rabia de juego», le escucho decir. El reguetón está alto (suena Vida de rico de Camilo) y dificulta escuchar a mis compañeros de tarde, y las mascarillas tampoco ayudan en la causa. Para finalizar el caso más curioso del día, un matrimonio madrileño. En un principio pensé que se refería a dos personas no relacionadas entre sí. Pero no. La mujer no participaba en la ruleta pero estaba sentada en uno de los sillones. Ella se dedicaba a darle dinero a su marido, una y otra vez. Se levantó varias veces a cambiar billetes. El marido seguía apostando a todo lo que podía: par, impar, negro, rojo. Ella le recriminaba tímidamente que siguiera perdiendo apuestas, pero no dejaba de proporcionarle pasta. Él se excusaba de su mala suerte: «Tú tranquila, esto más de 100 o 200 no te da seguidos. Yo sé como funciona». Con el paso de las horas, la señora miraba su reloj y le pedía prisa para salir de aquel antro.

«El Dorado» – C. de Alcalá, Nº 339 | Daniel Verdú

Nadie se percató de nuestra presencia. Ni siquiera de que no estábamos jugando. Únicamente estuvimos tomando nota en el móvil. La verdadera atención estaba puesta en el gran premio que podían conseguir gracias a sus próximas apuestas. Nuestra última parada nos lleva a «El Dorado», justo al lado de donde veníamos. Funcionamiento similar de acceso y esta vez una ruleta abarrotada, 8 asientos ocupados por perfiles diversos: 4 chicos jóvenes, un señor mayor de más de 50 y unas amigas de 30 años. Resulta curioso que únicamente el señor parecía español, el resto latinoamericanos y las jóvenes del norte de Europa. Radiografía total de la diversidad del barrio de Quintana. Nuestra estancia en este último establecimiento fue corta, pero el análisis era claro y similar a los anteriores casos. Además, se percataron que no estábamos jugando y decidimos terminar nuestra aventura en «los paraísos del juego» a las 21 horas.

Pocas veces alguien se ha parado a observar o describir la realidad de los salones de juego en los barrios. Las personas que entran a ellos, van directos a su cometido y se sumergen en una nueva realidad que puede durar desde escasos minutos a largas horas de entretenimiento. Esta fue una única tarde, pero esta realidad reside todos los días del año y a todas horas en cualquier salón de juegos en España. Entretenimiento o no, parece realmente turbio el poder de absorción que realizan estos lugares, donde proliferan los vecinos más humildes y corrientes de nuestras calles, los cuales en muchos casos acaban asumidos en la peligrosa ludopatía que sufren cada día mas personas en nuestro país.

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