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Vivir junto a la A-5: la tortura de los vecinos de Batán y Campamento

Los vecinos de la zona llevan aguantando ruido, contaminación y malestar desde 2005, cuando se planeó un proyecto de soterramiento que se pospone desde entonces año tras año 

 

Ventanas de las viviendas de los vecinos frente a la A-5 | Andrés Gerlotti

Las ventanas vibran, el zumbido del pasar de los coches es constante y las luces de los faros obliga a dormir en la más absoluta oscuridad. Es la realidad de los vecinos de Batán que viven pegados a la A-5. «Llevo toda mi vida en el barrio, 54 años para ser exactos, y no te acostumbras al constante ruido de los coches», comenta Virginia desde su casa, un quinto a la altura de Casa de Campo desde donde se ve con claridad cómo la carretera separa los barrios de Batán y Campamento de Lucero. «Nos sentimos encajonados», aseguran tanto Virginia como el resto de vecinos. La autovía, construida entre los años 1960 y 1990, marca un contraste entre los ajardinamientos de la Avenida de Portugal y los numerosos carriles de la carretera. A medida que se avanza hacia las zonas de Campamento y Batán la realidad se hace más evidente, cientos de viviendas a las orillas de la carretera parecen colocadas a presión, pero lo cierto es que es al revés. Los vecinos de la zona denuncian haber llegado primero, siendo la autovía la que ocupa un lugar incompatible con la buena calidad de vida para los residentes.

Virginia ha visto la transformación del barrio, desde las dos vías de subida y bajada hasta los más de ocho carriles con los que cuenta en la actualidad el tramo. La vecina indica que según se ha ido ampliando la autovía han ido desapareciendo los negocios locales. «Bodegas, carnicerías, mercados… justo enfrente del bar donde trabajo había una frutería de toda la vida que ha desaparecido, es lo que acaba ocurriendo cuando tienes la carretera frente a tu negocio», explica Virginia. Desde 2005 se lleva posponiendo el proyecto para ocultar bajo tierra el tramo que transcurre desde la Carretera de Boadilla hasta la Avenida de Portugal, más de 3 km donde la autovía pasa apenas a dos metros de las viviendas de los vecinos del barrio. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez -Almeida, retomó el proyecto en 2019, pero la reactivación de la Operación Campamento ha paralizado 11 meses el Plan de Soterramiento de la A-5.

 

Al día pasan 180.000 coches en este tramo de la A-5 | Javier Palomo

«Los túneles del horror»

Durante estos años, el barrio se ha visto obligado a reestructurarse alrededor de la autovía, lo que ha ocasionado la creación de semáforos a la entrada de la carretera, aceras de no más de dos metros de ancho o múltiples pasos subterráneos, zonas peligrosas según los vecinos. Los residentes denuncian inseguridad, tienen miedo de pasar de noche por los túneles porque no saben lo que se van a encontrar. Las personas mayores, las más vulnerables, son las que se sienten más inseguras cuando tienen que cruzar por allí. «Yo te puedo decir que llevo 50 años sin pasar por un túnel. A mí me han atracado, me han empujado, me han insultado… no paso por un subterráneo ni aunque me paguen», comenta Nieves, recalcando el mal estado en el que se encuentran los pasos subterráneos, llenos de orines, mal iluminados y sucios. No por nada los vecinos los llaman «los túneles del horror».

Sara y María son dos adolescentes que viven en Batán, y su opinión sobre los subterráneos no cambia con respecto a Nieves. «Llega un momento en el que pasas por ahí como si nada, pero siempre eres consciente de que te puede pasar cualquier cosa», explica Sara, poniendo de ejemplo que muchas veces simula que está al teléfono mientras cruza un subterráneo, o bien termina corriendo para cruzar lo más rápido posible. «Tampoco es que hayamos escuchado cosas, es que día tras día pasan cosas allí», aclara María, refiriéndose al último caso de agresión sexual que ocurrió el pasado junio. En vista de que el soterramiento es un proyecto a largo plazo, los vecinos piden más vigilancia, más seguridad y que se acondicionen los pasadizos.

 

El paso subterráneo más transitado está en la calle Olivillo, cerca de un colegio y en malas condiciones | Andrés Gerlotti

La oscura realidad

Más de 17 años de espera no han pasado en vano para los vecinos, entre quienes es recurrente el rumor de que se están enfermando. Hay quienes aseguran saber sobre fallecidos por cáncer de pulmón «sin ser fumadores», y están convencidos de que la principal causa es la contaminación. Según una campaña impulsada por Ecologistas en Acción Madrid, cuyo propósito era medir los valores de dióxido de nitrógeno (NO2) en entornos escolares en Madrid —el NO2 se trata de un contaminante atmosférico originado principalmente por el tráfico automovilístico— se pudo conocer que el colegio Divino Maestro, situado junto a la A-5, ofrece los valores más altos de este compuesto químico: 82µg/m3 de NO2, el doble del valor límite anual. La situación estudiada es extrapolable al resto de viviendas colindantes, «Sólo hay que ver el tráfico que soportan y el hecho de que las fachadas de las casas están a menos de dos metros de una autopista con montones de carriles», advierte Juan Bárcena, responsable de calidad del aire de Ecologistas en Acción Madrid.

Entre los principales peligros para la salud que supone el NO2 en las personas se encuentran la irritación y disminución de la función pulmonar; menor resistencia a infecciones respiratorias; aumento de la sintomatología en asmáticos y alérgicos, e incluso mayor incidencia de bronquitis en mayores e inmunodeprimidos, según indica Madrid Salud en su portal web.

«Cuando tiendes la ropa recién lavada, sale negra. Tú tocas las ventanas por fuera y se te quedan los dedos negros… eso es nuestro ambiente», sostiene Alfredo, dueño de una peluquería del barrio desde hace 25 años. El peluquero comenta también que el ruido existente le obligó a construir el local de su negocio considerando la insonorización en el presupuesto. «En mi caso porque tengo buenos cristales, pero tengo amigos que viven aquí detrás sin dobles ventanas y es una locura», añade. El acceso al acondicionamiento de los hogares para adaptarse a la situación no es igual para todos, pues hay vecinos que lamentan no poder permitírselo económicamente. «Yo no me lo puedo costear y me tengo que resignar a tener todo abierto en verano a pesar del ruido y del calor», explica Nieves.

Según expone la Organización Mundial de la Salud (OMS) los niveles normales de ruido durante el día son 55 decibelios y 45 durante la noche. Sin embargo, según datos ofrecidos por la Asociación Soterramiento A-5, movimiento vecinal que da voz al descontento del barrio, los vecinos de la zona han llegado a alcanzar los 95 decibelios. «Yo no puedo dormir. Sufro de neuralgias por el ruido y me pinchan la cabeza por ello», desvela Conchita, otra vecina del barrio.

Los vecinos llevan décadas conviviendo con una situación insalubre | Andrés Gerlotti

Voces de esperanza

El cansancio acumulado junto al último aplazamiento del proyecto ha reavivado la indignación de los vecinos, quienes se reúnen bajo el nombre de Asociación Soterramiento A-5 todos los martes para llamar a la movilización. Buscan reivindicar los derechos de la comunidad a través de chapas, carteles y pancartas dispuestas en los balcones. «La idea es que al pasar por la A-5 quede una imagen muy visual del descontento general», explica Marcos, portavoz de la asociación. Pese a las diferentes dificultades que se ha encontrado el soterramiento, los vecinos guardan consigo un sentimiento de esperanza. «Yo espero ver la carretera soterrada. Mis clientes más mayores creen que no lo van a ver, pero yo espero que sí», explica Alfredo, quien representa el sentir popular del barrio. «A mí me dijo el otro día un cliente que yo me entretendría en mi jubilación con lo del soterramiento, ¡y me quedan todavía 15 años para jubilarme!», bromea el vecino.

 

Un comentario en «Vivir junto a la A-5: la tortura de los vecinos de Batán y Campamento»

  • Yo he sido profesora del Colegio y he visto un hombre sin hogar dormir durante meses en el subterráneo, con latas de cerveza y mal olor. También drogadictos pinchándose en las escaleras del subterráneo un día que salí pronto del Colegio.

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