Sur

Cuando el techo de un «Pritzker» se te cae encima

PROMOCIÓN "CARABANCHEL 11".  FECHA APROX.
El proyecto Carabanchel 11 fue expuesto en el MoMA de Nueva York . Foto: ABC

Atravesar la parte antigua del barrio de Carabanchel Alto es un viaje al pasado. Subiendo por Eugenia de Montijo, la angosta y bacheada calle de dos direcciones que vertebra el barrio, aparecen casas de una sola planta con las ventanas tapiadas, descampados con más basura que vegetación y edificios que lucen ya antiguos de lo que debió ser un plan fracasado de rehabilitación del barrio. El final de este «bucólico» camino te devuelve al futuro.

Un modernista edificio proyectado por Thomas Mayne, ganador de un «premio Pritzker» (el equivalente al Nobel de arquitectura), es la joya de la corona del nuevo ensanche de Carabanchel. Una construcción futurista de un llamativo blanco que contrasta con los característicos pisos color naranja de ladrillo visto, habituales en este tipo de PAU (Programa de Actuación Urbanística). Es el Carabanchel 11, un conjunto de viviendas que incluso fueron expuestas en el MoMA de Nueva York como ejemplo de lo que debían ser las comunidades del futuro.

Detalle del edificio Foto: F. M.
Detalle del edificio Foto: F. M.

La mañana del 9 de abril de 2008 se abría un nuevo horizonte para los 141 vecinos que recibieron una vivienda de protección oficial. Su ilusión no había mermado –aunque sí su paciencia– pese a que la entrega de llaves se retrasó por problemas en los trámites. Nada les importaba, empezaban a disfrutar de sus nuevos pisos en un momento en el que la vivienda era el principal problema para el 25,6 de los españoles según el CIS (hoy apenas lo es para el 1,4%). Aquel entusiasmo inicial se tornó en decepción. A los pocos días llegaron los problemas: humedades, goteras, entradas angostas, tuberías con mal funcionamiento… y hasta el desprendimiento de uno de los característicos techos metálicos que coronan el edificio.

Los vecinos protestaron por las constantes reformas que se veían obligados a hacer. A lo que la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV), a la sazón promotora de la finca, respondió con la presentación de un seguro que debía atender a esos imprevistos. No fue suficiente para unos vecinos hartos de tanto problema estructural, así que decidieron ir a los tribunales.

«De nada sirve gastarte la mitad del presupuesto en un grandísimo arquitecto si luego aprietas a la constructora para que salga una chapuza en la ejecución», asegura Iván López, de De la Llave & Asociados, firma de abogados encargada de la defensa de los afectados. La «chapuza» no le ha salido barata al Ayuntamiento. El Juzgado de Primera Instancia nº 89 de Madrid ha condenado este mes de septiembre a la EMV a pagar 760.440 euros por los defectos en la construcción. La sentencia «hace responsable al Ayuntamiento y a la empresa constructora» de los desperfectos, aunque esto no significa que los vecinos vayan a recibir ya el dinero. La EMV puede ahora recurrir, aunque el peritaje judicial deja muy claro los desperfectos que acumula el edificio, por lo que es poco probable que un nuevo tribunal niegue la indemnización a los afectados. El futuro pago del organismo público podría salir de la partida que las promotoras retienen al constructor para los posibles desperfectos que puedan surgir.

Nuevos barrios de diseño

El edificio se presentó a los medios y a sus futuros inquilinos con los fastos habituales de una gran inauguración; era una de las grandes apuestas de los ambiciosos planes de vivienda que por aquella época presentaban los ayuntamientos. Incluso Alberto Ruiz-Gallardón, el entonces alcalde, estuvo presente en la entrega de llaves a los 141 nuevos vecinos que llegaban al barrio. Habían logrado una de las Viviendas de Protección Oficial de 50 y 85 metros cuadrados cuyo precio era de 93.418 y 144.047 euros respectivamente. Según el anterior regidor, «un tercio de su valor en el mercado», y que se pudo financiar «gracias a la solidaridad de los conciudadanos madrileños». El presupuesto que se destinó fue de 8,9 millones de euros.

Cinco años después de aquella mañana de 2008 los problemas continúan. Basta un par de vueltas a la manzana para ver grietas de casi un palmo, cables colgando y sacos con escombros de una reforma que se está haciendo en uno de los pisos ante la llegada del invierno. Y es que las malas condiciones del aislamiento térmico y acústico traen de cabeza a los vecinos. «La factura del gas pasa de los 500 euros muchos meses», asegura uno de ellos. Y eso que les vendieron un «edificio verde» que obtendría la energía de las placas solares instaladas en el techo, que debía absorber los rayos del Sol. Pura utopía.

La realidad es otra. Las enredaderas que estaba previsto crecieran en las rejas instaladas no han crecido. El verde –que debía contrastar con el puro blanco de la fachada– ha dejado paso al óxido y los grafitis que «decoran» alguna de las esquinas de un Pritzker que es de todo menos un monumento para sus inquilinos.

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