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Ignacio Escolar: «España nunca ha tenido un Estado de Bienestar»

Ignacio Escolar. Por Óscar Espiritusanto

«En aquel momento parecía una buena idea». Y debía serlo, porque 121.094 personas (y subiendo) han decidido seguirle en Twitter. Ignacio Escolar está considerado como uno de los periodistas más influyentes del país y su firma se ha convertido en toda una marca que, además de ser de las más seguidas en la red social del pajarito azul, es perseguida por sus lectores vaya donde vaya.

Fundó y dirigió el diario Público en 2007, de cuya edición digital sigue siendo columnista. Desde que en 1995 empezó a ejercer la profesión periodística ha pasado por prensa, radio y televisión y, pese a lo apretado de su agenda, ha publicado dos libros y está a punto de sacar a la calle una novela. Aún así, le da tiempo para ser muy activo en las redes sociales, en las que, según dice, obtiene el feed-back necesario para saber si eso que parecía una buena idea lo sigue siendo horas después de haber sido publicado.

¿Cree que es cierta la afirmación de Ramón Trecet «un periodista vale hoy su número de followers»?

Ojalá fuera así. Porque me beneficia, ¿no? (risas). Herramientas como Twitter, Facebook o incluso el teléfono móvil… Eres esclavo a veces, pero para el periodista son imprescindibles.

¿Afecta al ego tener tantos seguidores?

Acojona un poco la idea de imaginártelos a todos juntos en una plaza siguiéndote (risas). Yo intento que no, espero que no.

¿Cuál es la marca personal de Ignacio Escolar? ¿Cómo la definiría?

Creo que mi marca personal es mi firma periodística, la herencia de todo el trabajo que llevo firmando. En televisión, periódicos, radio, libros y un montón de trabajos periodísticos. La marca es lo que te queda después de todo eso.

Hábleme de sus manías. ¿Por qué publica sus entradas a las 6.06 de la mañana?

En una vida anterior fui músico y la 606 es una caja de ritmos de la marca Roland que a mí me gusta bastante, una pequeña broma privada que hago siempre y que imagino que muy pocos lectores entenderán. Hay que ser un poco friki (risas). Yo publico a primera hora de la mañana y, ya que tenía que ser a cualquier hora, ¿por qué no a las 6.06? Además, la dejo programada la noche antes. Ya es una costumbre.

¿Se considera un periodista incendiario?

Yo no me definiría así, no me gusta ser pirómano. Es verdad que si tienes a cien mil personas que te siguen siempre hay de todo: diez maleducados —o veinte o cincuenta o cien—, muchísima gente fantástica, gente a la que le gustas o que te ha leído… Supongo que el que haya tantas reacciones es más bien una cuestión de estadística. También es verdad que yo hago un tipo de periodismo, la opinión política, que tiende mucho hacia la polémica y que la gente argumenta de forma muy efusiva. Hay veces que para expresar esa discrepancia se cae en la mala educación. Maleducados, ¿cuántos habrá en España? Desde luego, más de uno por mil. Calcula cuántos me tocan a mí solo.

¿Se puede ser un periodista influyente, un líder de opinión, sin firmar bajo una cabecera, solo a través de internet (Twitter, blogs…)?

Las cabeceras son todavía hoy muy importantes y si yo tengo una firma hoy mínimamente influyente es porque he trabajado con cabeceras y con televisiones convencionales. Con internet tienes la posibilidad de trabajar sobre tu firma como no se podía hacer nunca antes. Puedes tener una relación directa con tus lectores. Puedes trabajar sobre tu marca de forma personal, con tus propios medios de comunicación. En mi caso, es un blog, un Twitter y un Facebook, de los que soy mi propio dueño. A mis lectores me los llevo puestos como si fuese un caracol.

En una entrevista en marzo de 2009 decía: «Es bastante probable que de aquí a dos años uno de los cinco diarios nacionales en papel no siga». Y cayó Público. ¿Era un enfermo terminal?

Público en papel no era ni tan siquiera de los que tenía una enfermedad más grave. Si te vas a los datos de pérdidas de ejemplares y difusión, no era en ninguno de los casos el peor de los periódicos nacionales. De hecho, perdía menos dinero y tenía más difusión que otros diarios nacionales. Hay más factores, no solo que haya sido una muerte anunciada. Sí que creo que la prensa en papel tiene un futuro muy difícil. Nos enfrentamos a un mundo en el que dentro de 5, 10, 20 o 100 años —más cerca de los 10 que de los 100, creo yo— los periódicos en papel van a ser rarezas como son los discos de vinilo: seguirán existiendo, pero para una minoría. El papel dejará de ser una herramienta básica de información e incluso dejará de ser el soporte fundamental del periodismo escrito, como es hoy. Eso sí, no va a morir el periodismo, ni la prensa, ni los periodistas.

Pere Rusiñol, periodista de Público, dijo durante su ponencia en el Congreso de Periodismo Digital de Huesca que Público había muerto «por razones políticas».

Pere es muy amigo mío, sé exactamente cómo fue su ponencia, pero en eso no estoy de acuerdo con él. Creo que hay muchos motivos. Uno de ellos también es político, claro que sí, hay una razón política. Algo falla cuando hoy llegas a un quiosco y tienes periódicos de derecha de fresa, naranja y limón, de todos los sabores, y periódicos de izquierda te queda uno, y encima más bien de centro-izquierda. Cuando el quiosco no refleja la sociedad es que la distorsiona.

Se ha creado la Plataforma «(Público) hace falta», en la que se denuncia que, tras la desaparición de Público en papel, «nos quedamos sin medios de comunicación potentes para la izquierda». Cuando nació, sin artículo editorial, ¿pretendía cubrir este espectro de la izquierda?

Si entendemos el editorial como un artículo anónimo, firmado como en Fuenteovejuna, por todos y por ninguno, no tenerlo es compatible con tener línea editorial. Público siempre tuvo línea editorial. La línea ideológica no reside en el artículo editorial, reside en el enfoque editorial, que es algo diferente. Todos los periódicos tienen enfoque editorial, tanto los que tienen artículo editorial como los que no. Yo sigo creyendo en ese modelo. Las opiniones son de las personas y por eso van firmadas. Público daba espacio a determinadas opiniones y por eso tenía una línea editorial. Las cosas que no van firmadas, ¿a qué responden? ¿A la sociedad anónima? ¿A la sociedad limitada? El lector entiende la opinión, en el caso de Público, de Escudier, de Isaac Rosa, la mía, la de Vizcaíno… La línea editorial se construye ahí.

Hace unos días, Arsenio Escolar (su padre) tuiteó: «¿Dónde se habrán ido los lectores/compradores de la edición impresa de Público? ¿A El País? ¿A El Periódico? ¿A web y solo a web?»

La verdad es que no me atrevo a decirlo sin datos sociológicos serios que lo demuestren. Por intuición, sí que creo que una parte ya estaba en otros periódicos, porque había mucha gente que compraba El País y Público, un periódico local o regional y Público… Habrá también otra parte de lectores que se haya quedado en su casa. Está demostrado empíricamente que a medida que aumentan las cabeceras en los quioscos aumentan los lectores, es decir, que la oferta crea la demanda. Si mañana cerrrasen todos los periódicos menos ABC, éste no tendría todos los lectores que suman todas las cabeceras, eso no es tan sencillo.

I. Escolar durante su ponencia en el Congreso de Huesca. Por Susana García

Se habla de un fenómeno de polarización de la prensa y se le acusa de estar cada vez más escorada hacia uno u otro lado: ¿es Público como La Gaceta?

Me parece muy injusta esa comparación porque la gran diferencia entre Público y La Gaceta o El Mundo es que en Público decimos la verdad. Decir que Rubalcaba organizó el 11-M o insinuarlo siquiera no es decir la verdad, y hay una cierta equiparación bastante injusta que iguala a gente que insulta o que manipula de forma consciente, con gente que simplemente tiene ideología. Decir, por ejemplo, que Iñaki Gabilondo es como Jiménez Losantos es una injusticia tremenda con Gabilondo, porque para empezar no mintió nunca, no insulta y no ha perdido varias querellas por injurias, como sí que las ha perdido Losantos. En el caso de La Gaceta y Público pasa exactamente lo mismo.

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Hemos empezado hablando del valor de la marca de Ignacio Escolar. Dígame cómo es la marca de las siguientes personalidades públicas:

– Mariano Rajoy: Es una marca conservadora. Si el PSOE y el PP fueran empresas, el PSOE sería Ikea y el PP sería El Corte Inglés (risas).

– Rubalcaba: No es precisamente la parte más moderna del PSOE (risas). No le pega mucho el Ikea. Rubalcaba, puf… es difícil. Si fuese una marca comercial sería un Skoda, un utilitario que dura mucho.

– Aguirre: Es un duro de tres pesetas, una moneda falsa, porque se presenta como una marca liberal cuando es tremendamente intervencionista, tanto en lo público como en lo privado. Se ha demostrado en mil ejemplos.

– Gallardón: también es una falsa moneda, porque se presenta como un progresista y es un conservador.

– Zapatero: (Tarda unos segundos en responder). Es una incógnita, porque lo puedes retratar como alguien absolutamente bienintencionado y absolutamente ingenuo, que a veces pensaba que si cerraba los ojos, apretaba los dientes y lo deseaba muy fuerte, su deseo se cumplía, esta cosa del optimismo antropológico. Pero en la última etapa ha revelado también a un Zapatero muy calculador y bajo esa imagen ha hecho otras cosas que no son de ingenuidad.

– El Rey: Es una marca milenaria, con lo bueno y con lo malo que tiene eso.

– Iñaki Urdangarín: Una marca muy devaluada (risas). Yo lo llamo el «talonmanista», por esa especialidad que tiene de coger talones con la mano.

– Pedro J. Ramírez: Es Darth Vader, tiene tanto poder que… (risas).

[/box]¿Cómo ve a la izquierda en España tras el resultado electoral?

La izquierda está denostada completamente y le espera un inverno muy largo en España, en Europa y en el mundo. Digamos que tiene un problema de confianza con sus votantes que, además, Rajoy está agravando en el momento en que determinadas políticas que el PSOE no se atrevió a tomar —como limitar el sueldo de los banqueros, o abordar algunas tímidas medidas, pero al menos medidas, sobre la dación en pago— luego las hace la derecha. Eso deja a la izquierda completamente desarbolada.

Se está especulando mucho sobre la continuidad de la Monarquía, ¿qué opina al respecto?

La Monarquía o los monárquicos tienen razones para preocuparse, porque eso de la que «España fue y será monárquica» está muy en cuestión. Si coges los últimos dos siglos, lo raro es que en España gobierne el Rey, gobierne el hijo y gobierne el nieto. Siempre ha habido en medio una república, otra república, una guerra carlista, una dictadura… un montón de cosas. Un rey en democracia solo tiene legitimidad mientras el pueblo quiera sostener esa monarquía. Ahora mismo, el problema de la Monarquía en España es doble: por un lado, generacional, porque hay un montón de gente joven que no entiende o que no le gusta o que no comparte los ideales monárquicos y que no va a aceptar jamás la Monarquía como institución, y luego tiene un problema tremendo con la imagen que está dando Urdangarín, que se está notando día a día en las encuestas.

Hablando de instituciones devaluadas, ¿qué opinión le merecen los sindicatos?

Han sido muy injustamente tratados, porque da la impresión de que son ellos los culpables de la crisis, que entre ellos, los funcionarios y los maestros nos hundieron a todos. En la realidad ellos, con todos sus defectos y con todos sus problemas, que son muchos, no han sido ni mucho menos los culpables de la crisis, sino los que han intentado paliar en la medida de lo posible sus consecuencias. En el discurso antisindical se cometen muchos errores. Es una campaña antisindical muy dura en que, básicamente, se les acusa de ser los culpables de haber matado a Manolete. Esto puede tener consecuencias terribles precisamente para la patronal y para las fuerzas de orden y de ley. Cuando se pierde la confianza en los interlocutores luego es muy difícil recuperarla.

Hay quien hace el juego de palabras entre el «Estado de Bienestar» y un actual «Estado de Malestar». ¿Cómo está hoy la nación española?

Estamos en un Estado de Bienestar que llegó tarde a su construcción por motivos históricos —una guerra civil y una dictadura— y está llegando el primero de la fila a su desmontaje. España nunca ha tenido un Estado de Bienestar. El gasto social español siempre ha estado por debajo de la media europea en términos relativos; hemos sido los que menos hemos gastado en pensiones, sanidad y educación de Europa. Y el gasto público total hoy, que todo el mundo está desmadrado y todo esto, sigue estando por debajo de la media europea. Lo que tenemos es un estado bastante anémico en ingresos, un estado aún por desarrollar. Vamos a ser los primeros en desmontar el Estado de Bienestar Europeo sin haber llegado a tenerlo del todo.

¿Qué le augura, pues, a España? ¿Cuál es su futuro?

Es un error pensar en la metáfora esta del túnel, en que estamos pasando un mal momento y volveremos al estado anterior. 2007 no va a volver. No vamos a volver al modelo de crecimiento, al modelo económico, ni a la estructura social anterior. Vamos a un mundo peor, lo que no sé es cómo de malo. Una crisis no es solo que de repente la riqueza se reduzca, no se puede medir en esos términos. Si mides una crisis en esos términos, la riqueza en España probablemente se haya reducido muy poquito, no ha habido un gran cataclismo. El año pasado el PIB (Producto Interior Bruto) español cayó un 3%, en realidad es muy poquito. La vida media de los ciudadanos ha empeorado mucho más que un 3%, con lo cual, cabe deducir que lo que hay, en el fondo, es un nuevo reparto de cartas en el que están aumentando las desigualdades sociales y se está generando una sociedad peor. ¿Cómo lo arreglaremos? Pues tengo muchas dudas, pero desde luego esto de volver al pasado y que todo el mundo tenga un Audi y una hipoteca y los pisos nunca bajen… eso no va a volver. En un corto plazo no va a volver.

En este contexto, ¿qué papel toca jugar a los periodistas?

Yo creo que ser honestos. Y ser honestos es algo más que dar las versiones de distintas fuentes y contrastarlas, sin decir quién miente y quién dice la verdad. Yo siempre utilizo el mismo ejemplo: cuando dices «en la manifestación en la plaza de Colón hubo, según la organización, un millón de asistentes, y según la policía, ochenta mil», si te quedas ahí puede ser que estés siendo objetivo y que estés cumpliendo con una falsa apariencia de objetividad —«yo cuento lo que me dice cada una de las versiones»—, pero desde luego no estás siendo periodista, porque el periodismo es capaz de saber matemáticas y saber cuánta gente cabe en la plaza de Colón. Aunque moleste a los que dicen que son un millón, eso es el periodismo. Eso se puede aplicar a todo lo demás. Cuando dos políticos hablan y tú puedes demostrar que uno miente y puedes argumentarlo, tu deber es contarlo, no simplemente dar las dos versiones sin más.

2 comentarios en «Ignacio Escolar: «España nunca ha tenido un Estado de Bienestar»»

  • Dice verdades como templos y lo peor es que vaya a tener razón en lo del estado de bienestar, que cuando creíamos alcanzarlo, se esfumó.
    Nada volverá a ser igual. todo se cuestiona, la monarquía, los sindicatos, los políticos.
    Se necesitan gente como Ignacio Escolar siempre dispuesta a contar la verdad e interesado a reconstruir todo lo que parece estar destrozado.

    Muy buena entrevista,

    Respuesta
  • Completamente de acuerdo: excelente entrevista y excelente entrevistado. Muy acertado sobre todo al destacar ese falso “Estado de Bienestar” que erróneamente creíamos haber alcanzado, así como que “es solo una cuestión de tiempo” el volver a la una situación similar a la de pre-crisis. Esa etapa no va a volver y dejar pasar el tiempo confiando en que todo cambiara no va a solucionar los problemas actuales.

    Por cierto, la descripción del valor de la marca de algunas personalidades públicas… simplemente geniales!

    Respuesta

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