Ventas

Los mendigos del súper también reciben la paga extra de Navidad

Mendigo en la puerta del supermercado en Ventas. Foto: GP
Mendigo en la puerta del supermercado en Ventas. Foto: GP

Poco a poco se siente la llegada de la Navidad con las calles de Madrid engalanadas de luces y adornos navideños. Los mendigos del barrio de Ventas perciben que, durante esta época del año, «el sentimiento de solidaridad» hace que las personas les regalen una que otra moneda extra en la puerta de los supermercados.

Una rumana, un nigeriano y un búlgaro son los únicos que pueden pedir dinero en los comercios de las inmediaciones de la Calle Martínez Izquierdo. Cada mendigo se apropió de un establecimiento de la zona y no pueden pisarse entre ellos el terreno. «Buenos días, hola, muchas gracias y ayúdame por favor» son las pocas palabras en castellano que conocen y las emplean cada vez que pasa un cliente.

Hope, el nigeriano de 30 años, que pasa ocho horas en la entrada del supermercado Día, asegura en inglés: «La Navidad es la temporada en la que las personas me dan más dinero porque están alegres, normalmente reúno como ocho euros, pero en estos meses hago más». Todos ellos afirman que en un buen día pueden llegar a conseguir entre 15 y 20 euros.

A pesar de ser de nacionalidades y culturas muy distintas coinciden en otra cosa: llegaron a España en la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo que las existentes en sus países de origen. Al final, terminaron siendo un número más dentro de la cifra de desempleo .

«Cuando puedo le doy dinero. El tío siempre está aquí. Los vecinos ya lo conocemos y lo ayudamos porque nos da lástima su situación», señala María del Pilar, una vecina de la zona. Lo mismo comenta una empleada de La Plaza que prefiere no ser identificada: «La rumana lleva cerca de un año viniendo aquí, los clientes ya la conocen y si no le dan dinero, la ayudan con comida o ropa que no necesitan».

Por otro lado, un miembro de la Asociación de Vecinos de Ventas, asegura que «si esas personas no causan mayores problemas a ellos no les molesta, pero si ya son drogadictos, alcohólicos, irrespetuosos o tienen conductas inapropiadas, sí exhortamos a los vecinos a denunciarlos ante la Policía». Sin embargo, Lorena Álvarez, residente de la zona, comenta que ella no les da dinero porque le molesta que no busquen trabajo. «En mi país, México, las personas te ofrecen cargar las bolsas hasta el coche o la casa para ganarse una propina, o limpian los cristales del coche, pero no se sientan a pedir», asevera de forma tajante.

Simeón es un búlgaro de 58 años y va a cumplir dos en España. Llegó con la ilusión de mejorar la calidad de vida de sus tres hijos. Sin embargo, falló al no conseguir empleo. No habla el idioma, con la ayuda de google translate manifiesta que, por la lluvia, perdió su casa en Bulgaria y se aventuró a venir a Madrid porque «ya no tenía nada que perder». «A mis hijos los cuida una señora mientras yo trabajo», dice convencido de que pararse en la puerta del Carrefour es su oficio.

En esa misma situación está Osma, una musulmana de origen rumano, que se sienta con un vaso de cartón a pedir alguna limosna en el local La Plaza. Su esposo es latero y un carrito de supermercado lleno de latas consigue intercambiarlo por 10 euros. Entre los dos hacen alrededor de 350 euros al mes. «Hacemos mucho más en España que en Rumania, cada tres o cuatro meses pagamos un pasaje en autobús de 60 euros y viajamos a ver a nuestros tres hijos pequeños», comenta la mujer despreocupada.

CAMPAÑA CONTRA EL FRÍO

El Ayuntamiento de Madrid a través del Área de Gobierno de Equidad, Derechos Sociales y Empleo lleva a cabo todos los años la Campaña Contra el Frío. Su objetivo es brindar ayuda de carácter social a personas que viven en la calle cuando la temperatura es la más gélida del año. De acuerdo al Informe de la Campaña 2016/2017  el proyecto asistió a 1608 personas, de las cuales 907 eran extranjeros, siendo el 42% de origen africano y 18% rumano.

Hope, el nigeriano que aguarda en el supermercado Día, manifiesta: “Yo estuve en la Cruz Roja pero no me gustó porque nosotros los africanos no estamos acostumbrados a productos con tanta azúcar o proteínas y sus comidas tienen mucho de eso, entonces le hace daño a mi cuerpo y prefiero no consumirlas”. Asegura que su dieta está basada en su mayoría por carbohidratos como arroz, pasta y pan, y deja de lado las otras comidas.

Asimismo, el africano comenta que «prefiere dormir en la calle antes que en los centros de acogida». No obstante, no es su caso. Hope comparte una habitación en Torrejón, un municipio ubicado en el área metropolitana de Madrid, que queda a 45 minutos en metro. «Alquilé una habitación por la que pago 90 euros mensuales y comparto el baño con otras personas de la casa», explica. Con las ayudas recibidas en el supermercado le alcanza para pagarse un dormitorio, el transporte y algo de comida.

«Vengo todos los días para no pensar, si me quedo en casa solo pienso en Rober, mi hijo que está con mi madre en Nigeria y hace dos años que no lo veo», agrega con los ojos aguados. Por su parte, Simeón el búlgaro, establecido en el Carrefour, también rechaza estas ayudas porque tiene tres hijos y considera que «esos centros de acogida son un poco inseguros», por lo que tiene miedo de que les pueda pasar algo. Para el momento del cierre de esta publicación se quiso contrastar esta información, pero el Área de Gobierno de Equidad, Derechos Sociales y Empleo del Ayuntamiento de Madrid no quiso dar ningún tipo de información al respecto.

Esta situación se repite a lo largo y ancho de todo el país. España es un destino atractivo para los millones de extranjeros tras su recuperación después de la crisis económica de 2008. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística (INE) los principales inmigrantes en 2016 fueron los marroquí y los rumanos. Sin embargo, también representan junto a Bulgaria las nacionalidades con mayor flujo de emigración el año pasado. «No es fácil la vida», manifiesta finalmente Hope, quien pensaba que España le daría la posibilidad de darle un giro a su mundo.

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