Opinión

Hormigas Deluxe

Montaje de hormigas en un plato en el parque temático Warner. Foto: Archivo ABC
Montaje de hormigas en un plato en el parque temático Warner. Foto: Archivo ABC

Cuando acudes a un restaurante en lo último que piensas es en que puedes enfermar después de comer un menú por algún alimento en mal estado. Menos aún si vas a un restaurante de renombre, como el Noma, el negocio del chef danés René Redzepi, antaño becario de Ferrán Adriá en El Bulli. Aguardas durante tres meses la lista de espera para deleitarte con hormigas fritas, la especialidad de la casa. Al salir del restaurante notas unas molestias que se agudizan según pasan las horas. Vómitos y diarreas son tu única ocupación los siguientes días, y semanas más tarde, te enteras de que siete decenas de personas les ha pasado lo mismo que a tí. Esto ocurrió hace unos meses en Copenhague, donde 67 comensales enfermaron debido a un norovirus —una forma elegante de referirse a la gastroenteritis—.

Pero ahora demos la vuelta a la situación y cambiemos el restaurante de postín por el chino de la esquina. Has oído rumores en los medios de comunicación sobre el «gato por liebre» que dan este tipo de establecimientos, pero por alguna extraña razón, sigues consumiendo sus «hormigas suben al árbol» de forma gustosa. Y después del atracón —por una suma mucho más decente de la que habrías pagado por un menú degustación en el Noma— vuelves a casa. Te encuentras mal, aunque piensas «me he pasado con el cerdo agridulce». Horas más tarde sigues con esa pesadez de estómago que no se alivia de ninguna de las formas. Al día siguiente tienes que llamar al trabajo para decir que no te encuentras bien, aunque evitas decir cuál es el motivo (aunque tú tengas más que sospechas), no sea que te vayan a decir: «Te lo advertí. ¿No sabes que en esos sitios dan carne de rata?».

Pero la rata no sería la misma si la sirvieran en el Noma, y seguramente finos paladares irían a probar su carne «sabrosa y baja en grasa». Al igual que el pastel de chocolate en Ikea era consumido por millones de personas como algo cool, como una especie de fetichismo culinario, hasta que se descubrió esa partida adulterada con «productos fecales». De la misma forma que la gente degustaba carne de vaca sin saber que en realidad era carne de caballo —aunque el producto equino sea más caro que el vacuno y esté considerado como la vanguardia de la nueva cocina—.

Porque desde que la alimentación se ha dejado a cargo de multinacionales que envasan todo tipo de alimentos, desde que los niños piensan que la lechuga nace dentro de una bolsa, nadie sabe lo que se lleva a la boca realmente. Y ni con tres meses de espera, ni pagando una exorbitante cantidad para una nimia comida estamos a salvo de contagiarnos con comida en mal estado, a pesar de que se jure y se perjure que son productos «directos de la huerta». Aunque todo esto es sabido, todo seguirá igual: habrá que esperar tres meses para comer hormigas fritas en el Noma y el chino de la esquina se seguirá llenando de gente ofreciendo en el menú gato por liebre con salsa agridulce. Y los escándalos de «comida que no lo es» seguirán apareciendo, y continuarán armando revuelo unos días para volver a callarse y volvamos a pedir otra ración de hormigas.

Un comentario en «Hormigas Deluxe»

  • Impresionante critica! Estoi de acuerdo.. Y solo tengo 18 años .. Y no conozco muy bien la cocina avanzada, pero tiene razon.. Iran algunos «frikis» a pagar por ello… Que trite… Uff

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