Gervasio Sánchez o la apuesta por la vida frente a la violencia
Cubrió conflictos como la Revuelta Sandinista de Nicaragua (1979-1990), la guerra de Bosnia (1992-1995) o la guerra civil de Sierra Leona (1999-2004), pero el periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) no habla de sí mismo, sino de los protagonistas de sus historias. Así lo demostró durante su encuentro con los alumnos del Máster ABC-UCM.
De pie, mientras reflexiona sobre el futuro del periodismo, las imágenes en blanco y negro se suceden a sus espaldas, proyectadas como si fueran sus recuerdos. Los burkas no pueden ocultar la mirada profunda de las mujeres afganas. Sánchez retrata con una cámara la tragedia de la guerra, pero siempre reivindica la vida. Los conflictos no terminan con las fechas de las enciclopedias. El fotógrafo acompaña a las víctimas de la violencia a lo largo de los años porque las huellas de su sufrimiento también se prolongan en el tiempo.
«Yo me suelo aliar con los débiles. La supervivencia es algo que tiene que ver con la dignidad», afirmó el fotógrafo. Vidas Minadas, un trabajo sobre el crecimiento de varios niños víctimas de las minas antipersona, lo demuestra. Si esos artefactos explosivos simbolizan la insistencia de la muerte, la infancia es la prueba de que la vida persiste a pesar de la barbarie. Es el caso de Adis Smajic, un crío bosnio de 13 años en 1996. En Sarajevo, el suelo reventó bajo sus pies y acabó en un hospital, donde Sánchez retrató su cuerpo mutilado. La pericia médica le salvó. Creció y tuvo un hijo, al que el periodista también fotografió. Adis conserva las secuelas de la violencia en su rostro, pero sonríe al contemplar a su bebé recién nacido.
«Si no estás dispuesto a sentir el dolor de las víctimas, no puedes transmitir con decencia», explicó el periodista. En cada conflicto, en cada guerra, muere algo del corresponsal que lo aborda. La objetividad, como cualquier espejismo, se esfuma frente a la realidad. Solo existe «la responsabilidad». Asimismo, las niñas afganas forzadas a casarse son las que recogen la atención de Sánchez en Mujeres, pero nunca sus verdugos, en ningún caso aquellos «que lanzan las bombas». Las miradas de jóvenes y ancianas aparecen libres de burkas, porque no temen esa prenda, sino la violencia doméstica que se ejerce contra ellas. «No quiero historias, quiero rostros», subrayó el fotógrafo, que trabajó en este proyecto junto a Mónica Bernabé, corresponsal de «El Mundo» en Afganistán.
«Voy a los sitios para salvaguardar mi propia conciencia», señaló Sánchez, reacio a adquirir protagonismo cuando retrata otras vidas. Con los años, admitió, se pierde la esperanza de cambiar el mundo. Pero la necesidad de informar permanece. «Intento que mi trabajo llegue a todas partes», explicó. Al tanto de las dificultades que atraviesa la profesión, señaló que el papel de la prensa es imprescindible «porque son mucho peores las guerras que no se cubren a las que sí son cubiertas». Así lo muestran los lugares donde la violencia se desata ajena a cualquier cobertura, como ocurre actualmente en Oriente Medio con la irrupción del Estado Islámico.
Escepticismo ante el presente
Gervasio Sánchez no cuestionó la importancia del periodismo, pero sí su práctica actual. «La prensa es tan importante para la sociedad como la Sanidad», remarcó el fotógrafo. Sin embargo, la profesión se encuentra en crisis «desde hace 15 años». Los despidos, la falta de independencia de los medios y no informar sobre muchos temas de interés público se combinan en un cóctel que convierten el oficio en algo «burdo».
Con una carrera labrada en «El Heraldo de Aragón» y la colaboración con otros periódicos, Sánchez insistió en la importancia de obtener independencia a la hora de ejercer la profesión. Del periodismo «freelance», remarcó la libertad para elegir las historias y desplazarse a los escenarios donde el profesional considere que hay temas sobre los que informar.
Escéptico ante el presente, Sánchez volcó su esperanza en el futuro. Recomendó a los jóvenes periodistas buscar proyectos propios, trabajar en ideas sobre las que poder decir, pasados los años, «esto es lo que yo hago». De lo que más orgulloso se siente es de «haber sobrevivido a todas las intrigas del periodismo», concluyó el fotógrafo.
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