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La biblioteca de Isabel San Sebastián: una puerta a la cultura entre Asturias y Madrid

Una ciudad residencial en los alrededores de Madrid. Una habitación con aromas cantábricos, tres sofás orejeros, una antigua mesa de madera cubierta por una lámina de cristal. También hay dos ejemplares del número posterior al atentado de Charlie Hebdo, la revista satírica francesa. Sobre las estanterías dos tricornios de la Guardia Civil, regalo de un amigo General, fotografías de la familia y un retrato de nuestra protagonista junto al historiador y periodista Indro Montanelli, autor de obras de «imprescindible lectura» como la Historia de los griegos, donde describe la antigua civilización helena. Así es la biblioteca madrileña de Isabel San Sebastián (Santiago de Chile, 1959). Hija de un diplomático vasco, reside parte del año en Asturias, lugar que considera su verdadera tierra.

La mayor parte de su biblioteca se encuentra en Asturias, una estancia con vistas a los acantilados de la costa verde y a las aguas del océano Atlántico. Comenta la columnista de ABC que su sueño sería poder residir de forma permanente allí, retirarse a escribir y leer. En esa casa dispone de los libros de Miguel Delibes, novelas como El camino o El hereje, que considera obras maestras. O las de Miguel de Unamuno, en especial Niebla, novela con cuya protagonista se identifica por la fortaleza de su carácter. Aunque afirma preferir a Pío Baroja antes que a Unamuno, y menciona Las inquietudes de Shanti Andía como ejemplo, narración de los ambientes marineros del País Vasco.

Los anaqueles de la novelista vasco—asturiana albergan algunas joyas bibliográficas: una edición de Amaya o los vascos en el siglo VIII, obra del autor tradicionalista de principios del XIX Francisco Navarro Villoslada; una primera edición de La Peste del francés Albert Camus, obra y autor que tienen un especial significado para ella; y una edición fechada en 1884 de la Biblia, compuesta de cuatro volúmenes de papel satinado de un tacto sedoso que infunde respeto al amante de los libros.

Biblioteca de Asturias. Foto: T. G. M.
Biblioteca de Asturias. Foto: T. G. M.

Un poco más allá, hacia el lado en el que las estanterías albergan libros de carácter político, guarda Isabel San Sebastián obras sobre los crímenes del comunismo en la Unión Soviética. Entre ellas, Las manos cortadas de la taiga, del periodista francés Patrick Meney, un paseo por la tragedia de los campos de concentración del socialismo científico. Su título hace referencia a los presos que se cortaban las manos para mandarlas a occidente entre las cargas de madera que arribaban a los puertos de la Europa libre. A su lado, El error de Occidente, obra esencial para conocer la cultura, historia, mentalidad y geopolítica rusas, escrita por Alexander Solzhenitsin.

Mientras la charla continúa, a través del ventanal de la biblioteca se ve un jardín con sillas y una mesa de mimbre. Una lluvia de grandes goterones, como esas que hay por el norte cuando el tiempo se pone revuelto, cae obstinada una tarde de finales de enero. La columnista y escritora se sienta en uno de los sofás y comienza una larga conversación sobre periodismo, política, literatura e historia.

Recuerdos de un liceo francés

La formación de Isabel San Sebastián en un liceo francés marca sus gustos literarios. Antes de haber cumplido los 16 años ya se había leído a todos los grandes narradores de la literatura gala del siglo XIX: Émile Zola, de cuya producción destaca su novela Germinal, sobre la vida en las minas del norte de Francia; Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary, que describe las pasiones de una dama de la burguesía francesa; Stendhal, el cronista de la Francia de la Restauración borbónica en obras como Rojo y Negro; o Victor Hugo, autor de Los miserables, una descripción de París durante la rebelión de 1832.

Aunque no solo es lectora de autores franceses decimonónicos. En busca del tiempo perdido, publicada por Marcel Proust entre 1913 y 1927, también tiene presencia en la biblioteca de Isabel San Sebastián. A lo largo de sus siete volúmenes, el autor reflexionó sobre la sociedad decadentista parisina. Otro escritor galo del siglo XX, André Malraux, forma parte de su colección. Un autor que viajó a la China revolucionaria para explicarnos La condición humana a través de su visión de la revuelta de Shanghái de 1927. Pero el escritor predilecto de la periodista es Albert Camus, autor existencialista que recibió de la academia sueca el Premio Nobel de Literatura en 1944. El jurado señaló que su literatura «pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy». Isabel San Sebastián destaca por encima de todos sus libros La peste, narración que piensa sobre el sentido de la existencia cuando se carece de Dios.

La novelista indica que le gusta leer poesía y que lo hace en francés, italiano o español, las lenguas en las que puede penetrar el sentido último de los versos. Aunque también habla bien inglés y alemán, la poesía exige un conocimiento total del idioma. Por ello, sus poetas favoritos son los franceses malditos: Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine o Charles Baudelaire, autores que hicieron legendaria la bohemia parisina del siglo XIX.

Pero el amor a la poesía inculcado en el liceo francés se extiende a los poetas en lengua española e italiana. La escritora afirma que entre sus gustos poéticos también se encuentran líricos de lengua española como García Lorca, Antonio Machado o Miguel Hernández o el chileno Pablo Neruda. Y como para recordar sus años en Italia y la belleza de su lengua, se decide a recitar unos versos de La divina comedia de Dante Alighieri, otro de sus poetas preferidos.

Mientras la conversación continúa, a través de los cristales se ve arreciar una lluvia que cada vez resulta más vasca o asturiana. Y al tiempo que el agua arrecia el perro de la periodista se decide a hacerle una visita. Un can grande y blanco que olisquea precavido al visitante mientras agacha las orejas y permite que se le acaricie el lomo. Un ambiente que remite a alguna casa de piedra labrada y sus vigas de madera en alguna aldea asturiana o en algún caserío vasco.

La importancia de la Historia: Asturias y la Reconquista

Cuenta Isabel San Sebastián que otra de sus lecturas predilectas son las históricas. Menciona algunos autores de novelas dentro de este género como Ángeles de Irisarri, escritora que centra sus novelas en la Edad Media y toma como protagonistas a personajes femeninos en obras como Toda, reina de Navarra o Las damas del fin del mundo. Señala también la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa, ambientada en el siglo XIV; y El perfume del escritor alemán Patrick Süskind, que transcurre en la Francia de las luces.

Otro literato al que menciona nuestra autora es el escritor austriaco Stefan Zweig, personaje fundamental de las letras europeas del siglo XX, que Isabel San Sebastián cita aquí como autor de celebres biografías de personajes históricos. Es el caso de la reina católica María Estuardo.

Interesada por la historia de España leyó la serie completa de los Episodios Nacionales de Galdós. Que son un retrato señero de la España del siglo XIX. Un siglo que califica de desastroso.

Se muestra fascinada por la Reconquista, «una epopeya heroica que debemos agradecer mucho a nuestros antepasados, sobre todo ahora que vamos en dirección contraria. Tuvo una importancia capital. Gracias a eso hoy España es Europa y no forma parte del mundo musulmán». Sostiene que fue «una gesta grandiosa que demuestra una asombrosa determinación en el empeño y un coraje digno de admiración. Logramos subsistir tras ocho siglos de batalla». Recuerda la escritora una frase del historiador e hispanista sefardí Joseph Pérez: «España no solo es Europa, es el único país de Europa que luchó ocho siglos para serlo».

Señala Isabel San Sebastián que lo que empezó en un valle cerrado de Asturias dejó una interminable lista hazañas y episodios fascinantes. Como muestra de ello menciona la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, en la que los reinos cristianos se unieron para luchar contra el invasor musulmán del Imperio Almohade.

Denuncia la autora que «ahora parece que hubiera sido un privilegio haber estado sometidos al yugo islámico. Puede que trajeran algunas mejoras en la agricultura, pero no el regadío que fue obra de los romanos. Como tampoco fue verdad la convivencia de las tres culturas, que jamás se produjo bajo la egida de un gobernante musulmán, y que si acaso alguna vez existió fue en el Toledo de Alfonso X El Sabio». Anima a comparar la situación de las libertades en Europa y en el mundo islámico para que seamos conscientes de «la hazaña de nuestros abuelos». De este modo afirma que «unificaron la península en torno a una cultura y una religión. Gracias a eso vivimos en la Europa libre, y quienes llaman insidiosa a la Reconquista solo demuestran una ignorancia supina».

Al interrogarla por los historiadores que lee, cita los nombres del medievalista Claudio Sánchez Albornoz, quien fuera presidente de la II República en el exilio, y autor de obras historiográficas como el Reino de Asturias, En torno a los orígenes del feudalismo, estudios sobre las instituciones medievales españolas o España: un enigma histórico. Sobre su figura, Isabel San Sebastián aprecia que «siendo historiador escribe obras que se devoran porque parecen novelas y están magníficamente documentadas». Otros historiadores de referencia para ella son Marcelino Menéndez Pelayo, historiador de la cultura y de las ideas, y Pierre Vilar, historiador e hispanista francés.

Isabel San Sebastián. Foto: T.G.M.
Isabel San Sebastián. Foto: T.G.M.

De esos episodios fascinantes surgieron sus dos primeras novelas históricas, La visigoda y Astur, documentadas con fuentes directas como son La crónica albeldense, rotense, ovetense o La crónica de Coaña. Escritos que dan testimonio de la continuidad de la monarquía asturiana con el Reino Visigodo. También se documentó leyendo los estudios sobre la cultura castreña de Asturias y sobre la sociedad matriarcal de los astures. Matriarcado compartido por vascos y asturianos, gentes que para la novelista tienen mucho en común. Cuando descubrió Asturias le recordó al País Vasco de su infancia, «gente maravillosa que me hizo acordar de mi tierra antes de que la envenenaran de odio», comentó en referencia al terrorismo de ETA.

La idea para La visigoda se la encontró en la plaza de la iglesia de Pravia, al descubrir la estatua de los reyes holgazanes, aquellos monarcas medievales que pagaban el tributo de las cien doncellas. Los reyes débiles que durante veintitrés años no emprendieron batalla contra la ocupación islámica y que por retener el poder en el Reino de Asturias pagaban un tributo de cien jóvenes muchachas al emir de Córdoba. Contra ese tributo se alzó Alfonso II el Casto, que derrotó a las tropas del emir en la batalla de Lutos, año 794. Alana, la protagonista de La visigoda, es una joven reclamada por el rey Mauregato para ser entregada como tributo. La novela ganó el premio Ciudad de Cartagena y la editora reclamó a la novelista que escribiera una nueva obra contando la historia de los padres de Alana. Así nació Astur, ambientada en el castro de Coaña y que refleja la vida de los últimos vestigios de los clanes astures y su cultura.

Continúa cayendo la lluvia en el jardín de Isabel San Sebastián, la butaca orejera de su biblioteca se hace cada vez más cómoda y la conversación más distendida. El perro ya no se deja palpar el lomo y se tiende al lado de la mesita. La charla abandona la historia y retoma los derroteros de la literatura y el periodismo.

Entre el periodismo y la literatura

Cuenta la escritora que a medida que va publicando novelas siente que va haciéndose con «las armas del oficio» y al leerse «ve que ahora lo que escribe tiene más solvencia literaria». Sostiene que para escribir una novela hay que tener imaginación y algo que contar, y que las obras maestras «solo pueden serlo si se habla sobre lo que se sabe, si se ha sentido la pasión. El jugador de Dostoievski emociona porque él sabe describir una pasión que ha sentido, porque él era ludópata. Un pez no puede describir qué es volar».

Al referirse a su última novela, La mujer del diplomático, afirma que en sus libros siempre está la búsqueda del hogar. Señala también que en sus narraciones hay siempre mucha realidad. Le gusta que la trama vaya entretejiéndose de realidad y ficción.

Biblioteca de Asturias. Foto: T.G.M.
Biblioteca de Asturias. Foto: T.G.M.

Cuando compara el periodismo y la literatura subraya sus diferencias: «en el periodismo permaneces en el mundo de las ideas, pero en la literatura tienes que lograr emocionar». Isabel San Sebastián hace distinción entre las obras literarias de las mujeres y de los hombres: «una escena de amor o de sexo demuestra los diferentes conceptos que tiene un hombre y una mujer. La mujer es más sutil, el hombre más burdo».

La autora cree que la literatura actual se centra en la acción porque la gente no reflexiona y se vuelve más superficial. Cita la obra de Alessandro Baricco, Los bárbaros, en la que el escritor italiano defiende que «la cultura en la era visual y de internet consiste en surfear la realidad sin profundizar». La columnista de ABC sostiene que leer consiste en reflexionar, y se yergue en el sofá para recordar a su padre, sentado en una butaca, con un libro en el regazo y enroscándose el bigote mientras pensaba en lo que leía. «El soporte influye en la forma de articular el pensamiento. No se piensa igual en la era visual que la era de la cultura escrita. Al igual que uno no piensan de la misma forma en italiano o en mongol», tema sobre el que Isabel San Sebastián reflexionaba en su novela Un reino lejano.

Cuando se le pregunta por sus lecturas periodísticas nos menciona a Oriana Fallaci, haciendo referencia a su Entrevista con la historia. Periodista italiana que entrevistó a los principales protagonistas del siglo XX y que denunció la estafa del multiculturalismo. Algo que comparte Isabel San Sebastián quien sostiene que «Occidente no tiene más remedio que defender sus valores». Esto lo sustenta con la referencia a la autora somalí Ayaan Hirsi Alí, de quien recomienda su obra Nómadas.

La lluvia persiste en el exterior de la biblioteca de Isabel San Sebastián, la conversación finaliza, el perro sale de la habitación. Toca hacer fotografías, añorar las tierras del norte y aprender de las lecciones de la historia.

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