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Deportivistas en Chamberí: «¡Cuánto sufrimos!»

Arsenio Iglesias (derecha) junto a Miguel Muñoz (centro) y Luis Súarez en Riazor (Ideal Gallego)

El himno de Galicia es el único del mundo que empieza con una pregunta. No hay rasgo que represente mejor al gallego, ente perdido en el noroeste, indescifrable a primera vista para una amplia mayoría de los españoles. Su carácter se extrapola a todas y cada una de sus aficiones y costumbres. La mar, la retranca, el campo, la religión, las leyendas, y, como no, el fútbol.

«Cuánto sufrimos, Martín» fueron las palabras que pronunció Arsenio Iglesias, leyenda absoluta del deportivismo, cuando corrió a abrazarse a Martín Lasarte tras evitar el descenso del conjunto coruñés en 1992. Ni la Liga de 1999-2000 ni las Copas del Rey del 95 y del 2002. La historia del Dépor se escribe con angustia y sabor agridulce.

El Deportivo de La Coruña atraviesa en la actualidad su peor racha en sus 113 años de historia en competiciones ligueras. La Segunda División, punto de reflexión para unos y purgatorio para otros, es ahora su casa. Colista, con un baile de entrenadores y directivas interminable, y con tan solo una victoria en 20 jornadas (el 18 de agosto contra el Oviedo), parece impensable que el equipo siga movilizando a su aficionado.

«Han suspendido el partido, solo para que el Dépor no lo pierda» bromea el camarero del «Canister», bar en la inmediaciones de Quevedo, donde la peña Chamberí Blanquiazul se reúne sin excusa todos los fines de semana para ver a su equipo. La pregunta es obligada, aunque duela. «¿Cómo lo ves hoy?». Una sonrisa sarcástica y una cabeza gacha es la respuesta. El Deportivo juega contra la Ponferradina en el Bierzo. El grueso de la peña conformada por 80 aficionados se ha movilizado para ver el partido en directo y solo unos pocos se acercan al local. Ni siquiera la Estrella Galicia, bebida nacional, sirve para disuadir la frustración. «Una escusa perfecta para tomar unas birras y poco más».

La peña Chamberí Blanquiazul se fundó a finales de 2012 cuando Agustín y Diego, dos coruñeses, por motivos laborales, se trasladaron a Madrid y crearon este pequeño reducto deportivista en el centro de la capital. El equipo, irónicamente, descendió ese año pese a la contratación del técnico Fernando Vázquez en el ultimo tercio de temporada, que casi obra el milagro de la salvación.

Aficionados de la peña Chamberí Blanquiazul en Ponferrada

En diciembre de 2019, el partido comienza como siempre lo ha hecho en la actual temporada. Gol en el minuto 7 de Yuri. 1-0 para la Ponferradina. Solo se escuchan balbuceos en un idioma ininteligible para los nativos. «Joder como sois los gallegos, viendo el partido en silencio, sin animar» comenta una de las presentes. Suena el móvil. «La primera en la frente» se lee en el mensaje.

Desde hace 6 años es Ana Guerra, nacida en Segovia, quien dirige la peña. Es llamativo que, pese a que los gallegos son mayoría en la agrupación, hay personas que se encontraron con el Deportivo a lo largo de la vida pese a haber nacido a cientos de kilómetros de A Coruña. «Empecé a ver el fútbol con mi padre de pequeña. Cuando llevaba unos cuantos partidos me di cuenta que no tenía ni puñetera gracia si no eras de un equipo de fútbol, y era una forma de acercarse a mi padre, una persona un poco especial. Le dije que quería ser del Barcelona porque mis tías eran de allí. Me dijo que eso no era viable porque mi tío Luis era del Madrid y no me iba a dejar entrar en casa. Y elegí el Dépor con seis o siete años. Ahora tengo 35».

Ana Guerra, presidenta de Chamberí Blanquiazul, junto a Donato

Antes del descanso, la Ponferradina hace el segundo ante la mirada vacacional de la defensa blanquiazul. En las gradas se pueden leer pancartas de «Jugad a algo, por favor» o «Todos fuera». Pita el arbitro el final de la primera mitad. Algunos de los peñistas huyen despavoridos en busca del humo del tabaco. Otros se piden otra. El ambiente opresivo se ha convertido en una rutina. Ni si quiera un gol de Mollejo, canterano del Atlético de Madrid cedido por una temporada, es validado. Estaba en fuera de juego, como el Dépor.

El partido se agota y las conversaciones banales monopolizan el local. Algunos van y vienen, de mesa en mesa, ojeando una jugada de vez en cuando. Nadie espera una reacción a estas alturas. Con el pitido final, los asistentes abandonan el local poco a poco. Algunos montan un pequeño corro a la salida, con las jugadoras de la selección de balonmano como eje de la conversación. El Dépor se ha convertido en algo casi tabú, como tantas otras en Galicia.

La salvación en Segunda División esta cifrada en 50 puntos aproximadamente. Los coruñeses llevan 12 en el ecuador de la competición. Conseguir 38 en 21 partidos sería algo digno del realismo mágico. Paco Zas, hasta hace poco presidente de la entidad, le ha cedido la batuta a Fernando Vidal, que ha prometido incorporaciones de nombre para sacar a flote al equipo. Mientras, los aficionados, ya sea en Madrid o en A Coruña, se «pedirán otra». «Éche o que hai», como se dice en Galicia.

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