La voz del pueblo griego
<<Si no quieres saber la respuesta, mejor no preguntes>>. Eso dice la sabiduría popular. Sin embargo, hoy, el Primer Ministro griego ha sorprendido a Europa con una pregunta peliaguda: ¿quiere el pueblo griego continuar siendo europeo? Y si quiere, ¿a qué precio?
El pánico ha cundido pronto, tanto fuera como dentro de Grecia. Seis diputados del PASOK han abandonado ya el barco. Dicen que Yorgos Papandreu ha perdido la cabeza. Mientras tanto, Alemania y Francia retiran la mano que tendieron. 8000 millones de euros quedan en la recámara, esperando la temida respuesta del pueblo griego. No deja de ser paradójico que sea justo en la cuna de la democracia donde se plantee una dicotomía de este tipo ¿De verdad nos interesa escuchar la voz del pueblo griego? ¿Saben los griegos lo que les conviene
Lo que aquí está en juego son dos cosas. La primera es la evidente: la continuidad de la Unión Europea. Si cae Grecia, puede llegar a caer el euro o, a lo sumo, quedar herido de muerte. La segunda, y en mi opinión mucho más preocupante, es el propio concepto de democracia. El debate viene de antiguo. Democracia representativa y democracia directa llevan enfrentándose desde el siglo XIX.
Los detractores de una mayor participación del pueblo en lo público, temerosos de las pasiones de la masa, no quieren saber la opinión de un pueblo menor de edad. El pueblo ni sabe, ni puede saber lo que le conviene.
Los partidarios de formas de democracia directa, como el referéndum, piensan que lo social y lo político ni son ni deben ser cosas distintas. El pueblo es soberano, y debe decidir sobre todo aquello que le afecte. Parece coherente. Parece lo más justo. No obstante, la política no trata solo de ideales; también trata sobre consecuencias. Y a veces, el fin, por ético que sea, no justifica los medios.
Ahora solo queda esperar la respuesta helena. Europa y la democracia nacieron en Grecia. La pregunta ahora es: ¿morirán también en ella?