Recetarios políticos
La campaña electoral ha dado su pistoletazo de salida y los candidatos de los dos grandes partidos se afanan por mostrar a la ciudadanía sus elaborados programas electorales. Las fuerzas políticas del país presentan ante sus votantes las propuestas que llevarán a las Cortes si finalmente resultan triunfadores en las urnas. La cantidad de promesas que realmente tienen alguna posibilidad de llevarse a cabo en estos momentos no importa. Ahora lo verdaderamente importante para los jefes de campaña es redactar recetarios políticos con los ingredientes suficientes como para atraer hasta las urnas con cantos de sirena al mayor número de indecisos posible.
Tras cuatro años de desastrosos líderes políticos tanto en el poder como en la oposición ha llegado el momento de limpiar la imagen y de lucir un penoso intento de lavado de cara. Tras unos últimos cuatro años de pésimo Gobierno que llega a las elecciones tremendamente desgastado y con la opinión pública en su contra, el PSOE pretende olvidar todas las malas decisiones tomadas en la última legislatura presentando a un candidato que poco o nada tiene que ver con la renovación del partido que intentan vender. Si bien es cierto que la elección de un candidato con posibilidades por parte de los socialistas era complicada, escoger a Rubalcaba -cabeza visible del partido (incluso por encima de Zapatero) en los últimos dos años- como paradigma del cambio ha sido un error que pagarán en las urnas.
Por su parte, el PP no se queda atrás. Los socialistas no son los únicos en elegir a un candidato inadecuado. Los populares han escogido a un cabeza de cartel que ya ha sido derrotado en unos comicios generales durante dos convocatorias seguidas. Tras cuatro años de lamentable oposición será recompensado por ello un líder sin carisma que se sentará en el sillón presidencial no por sus habilidades como dirigente ni porque goce del beneplácito del electorado de su partido, sino porque España ve en él la única posibilidad de acabar con el mandato anterior.
El próximo 20 de noviembre los votantes depositarán su voto en la urna no para escoger a su candidato favorito o a su recetario político más afín, sino al mal menor aquellos que consideran que “arreglarán” el desastre económico en el que se encuentra el país. España no se merece tener que elegir entre Málaga o Malagón ni entre Poncio o Pilatos; los españoles necesitan una figura fuerte que se ponga a los mandos de esta nave que viaja a la deriva.