Estaciones de metro y olvido
La gente se extraña cuando alguien le pregunta quién fue Manuel Becerra o Príncipe de Vergara. No es una pregunta de Trivial, es historia de España. Muchos reconocen que nunca antes se habían parado a pensar quién daba nombre a las estaciones de metro que frecuentan a diario. Ahora, de repente, Diego de León les suena a chino. Lo mismo ocurre con Núñez de Balboa, Serrano y Lista. Fuera del suburbano no tienen sentido.
El barrio de Salamanca cuenta con trece estaciones de metro de seis líneas diferentes, diez de las cuales llevan el nombre de personajes –más o menos– ilustres de la historia de nuestro país. Seis de ellas recuerdan a destacados militares y políticos del siglo XIX. ¿Sus méritos? Luchar contra los carlistas y hacer carrera al abrigo o en contra de María Cristina mientras Isabel II alcanzaba la mayoría de edad. Durante el siglo XX, Madrid le dedicaría sus estaciones. En la actualidad, las paradas conservan sus nombres pero no su memoria. Sólo tres se libran del olvido: Colón, Goya y Velázquez, aunque no es menos preocupante que, de los dos últimos, los viandantes tengan problemas para mencionar dos de sus obras.
Concepción Fernández trabaja en un quiosco de la plaza Manuel Becerra desde 1956. El puesto, una caseta de cuatro por dos, era de sus padres. El nombre de la glorieta le suena a «un arquitecto, médico, músico o algo de eso». En realidad se trataba de un ministro de la restauración y, además, Gran Maestro de una logia masónica. Quizás fuese por eso por lo que, durante la dictadura y hasta los años 80, la plaza pasó a llamarse de Roma, nombre que aún conserva algún negocio de la zona.
Dirigentes isabelinos en el metro
Núñez de Balboa, conquistador contemporáneo de Colón, no iguala la gloria del descubridor de América. Junto a Diego de León y Alberto Lista, es el personaje menos conocido del distrito de Salamanca. Nadie parece saber qué hicieron para merecer una boca de metro y un espacio en los mapas de la capital. En el despacho de billetes de la estación, una empleada del servicio de transportes y una vigilante de seguridad se miran en busca de una respuesta. Al fin, una de ellas contesta: «Es que solo llevo aquí cuatro días…», como si eso la eximiese de recordar lo que aprendió en los años de instituto.
El recuerdo de O’Donnell ha corrido mejor suerte. Jóvenes y mayores saben que fue político en esa enredada etapa de la historia de España en la que hubo más alzamientos, gobiernos y constituciones que fines de semana. Algunos se arriesgan y aciertan colocándolo cerca de Espartero; otros se pierde en el laberinto gubernamental. «Fue capitán de la República… o de la época isabelina… o de la restauración». La que habla es Paula Gil, redactora de televisión que propone una solución a sus dudas: «Deberían poner una placa en cada parada para saber quién es cada personaje». No es la única que lo piensa. En la era de Google, hay gente que prefiere las inscripciones conmemorativas a las páginas de la Wikipedia.
Llegamos a Príncipe de Vergara y los viandantes para los que siempre ha sido una parada de la línea 9 piensan en algún reino incierto llamado Vergara, del que probablemente herede la corona. La dependienta de una tienda de impresiones y exlibris de la calle Alcalá resuelve la incógnita (sin buscar en internet) y revela la identidad del también Duque de la Victoria: el general Espartero. Fue regente de María Cristina y presidente del Consejo de Ministros, al igual que O’Donnell. Tras la caída de Isabel II, siendo ya anciano, los progresistas llegaron a ofrecerle el trono español, cargo que rechazó. Serrano ocupó cargos similares a los del supuesto Príncipe y, como él, poco saben los madrileños de su vida. Suenan más sus boutiques que su labor al frente de la Primera República.
«No puedo saber tantos nombres», se queja un hombre que aborda con ilusión pero poco acierto el Trivial de la reportera. Lo mismo pensaría un romántico arrastrado al presente, bombardeado por estrellas de cine, futbolistas, escritores y partidos políticos. En marzo se inauguró en Malasaña la plazuela de Antonio Vega y hace tres años una marca de cerveza intentó dedicar una calle a «la madre que parió a Casillas» en Móstoles. Ambos símbolos tendrán el valor que los años quieran darle. La humanidad siempre cree estar viviendo el momento más importante de la historia, y deja constancia de sus héroes para el futuro, sin darse cuenta de que el futuro tendrá los suyos propios. Habrá que ver si dentro de cien años alguien recuerda al cantautor.
En el tedio de la vuelta a casa, los nombres se convierten en números; tantas paradas, tantos minutos. La curiosidad se deja para un después que no llega. Los viajeros se mueven entre extraños. La estación está en curva. Tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén.