Sobrecualificados
Hace escasos tres días pudimos conocer las cifras que delatan el desastre educativo que reina en España y que mantiene a nuestros jóvenes cualificados alejados del mundo laboral. Según un informe de Eurosat, la oficina de estadística de Unión Europea (UE), el 31% de los trabajadores españoles, de entre 25 y 54 años, tiene un nivel de formación universitario que supera el adecuado para su puesto de trabajo. Es la tasa más alta de toda la UE y sobrepasa ampliamente la media comunitaria, del 19%. A España la siguen Irlanda con 29% y Chipre con 27% que son los estados miembros con mayor porcentaje de trabajadores «sobrecualificados». Al otro lado de la balanza se encuentran la República Checa y Eslovenia, ambos con una tasa del 7%, la más baja de la unión. Los datos son todavía más llamativos en el caso de los trabajadores extranjeros que en España se coloca en la escandalosa cifra del 58% de demasiado preparados para su trabajo.
Esta es otra de las terribles consecuencias de los elevados índices de paro que venimos sufriendo en nuestro país desde el comienzo de la crisis de 2008. Nuestros universitarios han obtenido una alta formación y acumulan en sus currículos largas listas de cursos, licenciaturas y másteres, a veces también complementados con idiomas y conocimientos de informática. Sin embargo, las empresas no tienen suficiente solvencia para contratar a trabajadores con semejante nivel de estudios con el sueldo que merecerían recibir, por lo que simplemente no ofrecen nuevos puesto laborales. Como consecuencia de ello los jóvenes se ven obligados a optar por dos soluciones: o buscar un remedio al paro fuera de nuestras fronteras o aceptar trabajos que estén por debajo de su cualificación.
Es una situación absolutamente disparatada. De las universidades españolas salen cada año miles de estudiantes capacitados para ostentar un lugar en nuestro mundo laboral. Y, sin embargo, estamos desperdiciando ese talento permitiendo que la mano de obra ultracualificada que se ha formado en nuestros centros se pierda entre la amalgama de puestos de trabajo desde los cuales no se les ofrece la oportunidad de lucir sus cualidades y desarrollarse dentro de sus especialidades.
España debe cambiar radicalmente su modelo laboral para ofrecer mejores oportunidades a nuestras nuevas generaciones de trabajadores que vienen mejor formados que los que actualmente ocupan sus puestos en el mundo empresarial. La reforma debe ser radical, que implique desde a la sociedad en general hasta al Gobierno, que debe potenciar y fomentar la contratación de jóvenes talentos para conseguir la renovación estructural que nuestro país tanto necesita.