Pies
Uno, dos, tres,
veo mis pies, manos, mi piel.
Se me olvida lo que hacía. Me confundo otra vez.
Sonrío sola y lo miro a él. Nuestras miradas son cómplices.
Si alguien nos viese no entendería, nunca nadie entiende.
Cinco, seis, siete.
Prefiero siempre los jueves, tienen algo de osadía y locura solapada pero descarada.
A diferencia de los martes, los martes son para olvidarles y olvidarse.
Él sabe que no debe llamarme nunca el martes.
Las uñas de mis pies son ahora violeta,
no por la hipotermia sino porque me cansé de llevar ese rojo de cabaret.
Aunque con el color carmín lo conquisté
y ahora está acá moviendo sus pies al ritmo de Coldplay y sonriéndome.
Ocho, nueve, diez.
Me desea, lo sé, y más nos desearemos cuando esté lejos
y pronto estará muy lejos.
Me dejará sola en un país que me llama inmigrante
y con un invierno acechándome.
No sufriré. Ya son las 3,
la hora del café frío y maullidos de gatos perdidos.
Mejor sigo viendo mis pies.