Retiro: mucho más que un parque
El Retiro tiene dueño. Tiene 126 mil dueños. O eso dicen los residentes en el distrito que creció en torno al parque: «Tenemos el Retiro», «es el parque más bonito de España», «es genial vivir al lado de una zona verde». Esos comentarios, de reclamo, de pertenencia o quizá de orgullo, son los que más hacen los vecinos del parque, los dueños del espacio. El Retiro es un lugar de referencia para todo el que visite la ciudad, sus puertas abren a las 8:30 de la mañana (aunque un paseo a las 7 es misteriosamente posible) y a esa hora también amanece su distrito. El Distrito de Retiro.
Este enclave madrileño debe su nombre al parque, un proyecto del Conde-Duque de Olivares como lugar de descanso de los Reyes. En 1630 el rey Felipe IV destinó el terreno que había junto al monasterio de San Jerónimo para este fin.
Retiro por la mañana es un barrio de gente mayor, de personas como Polo, que lleva en la calle Máiquez más de 60 años. Sus rutinas han sido siempre las mismas y ha tenido todo a mano para hacer su vida sin salir del barrio:«Mis hijas asistían al colegio Loreto, igual que mis nietas, está al lado de casa y es de monjas. Por las tardes íbamos al Retiro para que jugasen», recuerda esta vecina.
Estar cerca de las 118 hectáreas del Retiro es una forma de vida, te marca y condiciona. Así lo cree Paula, que vive al final de la calle O´ donnell, en la séptima planta de un edificio que mira al parque: «Antes de ir a trabajar paseo con mi perra y sigue siendo especial».
En el corazón del barrio
El parque es un lugar rodeado por verjas negras, como lo era la ciudad de Madrid, a la que se accedía por la Puerta de Alcalá, límite también del barrio. Esta fortaleza convertida en distrito limita con las vías de la Estación de Atocha, el paseo del Prado, la Avenida de la Paz y las calles O´ Donnell y Alcalá.
Polo reúne la historia y los cambios del barrio en su memoria, habla de los «dos edificios espantosos» para referirse a la torre de Valencia, uno de los primeros rascacielos de Madrid inaugurado en 1978 y la nueva maternidad del Gregorio Marañón. Una construcción con forma de cubo diseñada por Rafael Moneo, con una fachada plateada que rompe con la estética del lugar. Polo cuenta que el sanatorio era un orfanato regentado por monjas, luego se convirtió en la maternidad: «Ahí han nacido mis 11 nietos», afirma con orgullo.
Lucía vive en Narváez, estudia medicina y hace sus prácticas en el Marañón: «Tenía el colegio al lado y ahora tengo la universidad a cinco minutos, tenemos uno de los mejores hospitales de Madrid en el barrio», comenta. El Gregorio Marañón reúne todas las especialidades médicas en dos manzanas de edificios. Para los más pequeños, el distrito tiene el hospital Niño Jesús, uno de los más preparados para el tratamiento oncológico de los menores.
En los dominios de Retiro predominan edificios de no más de ocho plantas, antiguos y señoriales, muchos con fachada de ladrillo visto. Además, todas sus calles tienen, como su parque, árboles.
Cuando la luna se apodera de Madrid, sobre las 9:30 de la noche, el Retiro cierra sus puertas (aunque la entrada que conduce a la sala Florida Park permanece abierta todo el tiempo) y llenan abren los bares de copas. Sólo en la calle Ibiza hay más de una decena de restaurantes congregados en cuatro manzanas. En verano sus bulevares se llenan de vecinos que pasan la tarde al eterno sol del estío. Cenar por encima de la diosa Cibeles también es posible, el Palacio de Correos (convertido en sede del Ayuntamiento) ofrece su terraza para todo el que quiera alimentarse de vistas.
La calle Narváez acoge uno de los pocos cines que quedan en la ciudad, donde las palomitas se engullen en versiones originales, filmes sin doblar.
Lejos del bullicio
Toda la esencia del barrio la resume Ángeles en una frase: «es un barrio de toda la vida, al final todos nos conocemos». Las calles no han cambiado de nombre, ni su parque ha disminuido su fama. Un buen conocedor de Retiro sabe que en su zona verde siempre hay un rincón nuevo y en sus calles una oferta diferente. Por eso, en la calle Menorca convive una marisquería con el bar de siempre y enfrente del parque hay un rascacielos.
Recogimiento, apartamiento y distracción, esa es la definición de «retiro» y eso es este barrio. Un lugar para descansar, descubrir y vivir. Porque en Retiro están todas las necesidades cubiertas para desarrollar un futuro sin salir.
CULTIVAR LA CULTURA DEL RETIRO
Será por su localización en el centro de Madrid o quizá por sus características, pero el distrito de Retiro reúne historia. Dentro de su parque está la estatua al Ángel Caído, única escultura dedicada al diablo en el mundo. También destaca el Palacio de Correos y la fuente de Cibeles que está a su lado. La ampliación del museo del Prado corrió a cargo del arquitecto Rafael Moneo, quien aprovechó el claustro de la iglesia de Los Jerónimos (otro edificio histórico) para realizar su obra. Al lado de este templo y escondido tras enredaderas, se encuentra la sede de la Real Academia de la Lengua Española, lugar de estudios y centro del español. Cultivar no es solo un ejercicio mental en el barrio, es también físico, de azada y pala, en Adelfas. En este barrio del distrito tiene unos 100 metros cuadrados de tierra para plantar, regar y cuidar las verduras que suministran alimento a sus hogares. Aburrirse es imposible.
Foto: MGM_Photos