Ramón Masats, como de costumbre
Tomelloso en lo alto del Centro Cultural Moncloa, que acoge 19 fotos grandes de Ramón Masats a una escala que obliga al viandante a levantar la cabeza hasta tierras manchegas. Es el escenario de la fotografía elegida como estandarte de la exposición.
El Premio Nacional de Fotografía 2004, Ramón Masats (Caldes de Montbui, Barcelona,1931), trae al barrio madrileño de Argüelles casi una veintena de instantáneas costumbristas en blanco y negro, que transportan a todo aquel que pase cerca de la cúpula a la historia sesentera de España.
El pasado 23 de diciembre fue inaugurada la obra de Masats. El concejal de Moncloa-Aravaca, Álvaro Ballarín, defendió la labor de los artistas como «cronistas de una época», a pesar de los nuevos soportes y medios con los que ahora recogemos la actualidad. Un vídeo de una conferencia pronunciada a los alumnos de Bellas Artes de la Universidad Complutense acerca al fotógrafo a todo aquel que decida traspasar las fotos de la fachada.
Desde los San Fermines, fiesta a la que el autor dedicó un libro con más de 200 fotografías realizadas a principios de los años sesenta, hasta Andalucía, su escenario favorito. Su gente, sus boinas y sus bailes han sido encerrados en las distintas cámaras oscuras de Masats. Consiguió su primera cámara fotográfica mientras hacía el servicio militar y reconoce que no sabe, ni le interesa, cómo funcionan las cámaras digitales. Él prefiere seguir cuidando de Leica, su objeto preferido… y su gato negro.
Reconoce que la relación con su cámara va más allá de intereses de terceros. Fueron otros los que al ver su trabajo apostaron por difundirlo. Para él la fotografía ha sido el instrumento que le ha permitido contar lo que ha vivido. Cuando viajó desde Barcelona a Madrid se le enmarcó dentro de La Escuela de Madrid, un grupo de jóvenes que no se sentían representados por la Real Sociedad Fotográfica, la institución fundada en 1899 que servía como punto de encuentro a los fotógrafos. «Un grupo de amigos que quedábamos para charlar, nos enseñábamos fotografías. Donde no había reglas, todo era muy espontáneo», reconoce Masats.
El autor catalán ilustró el libro de Miguel Delibes Viejas historias de Castilla la Vieja con instantáneas de la España negra de mediados del siglo pasado. Tierra de Campos es el trabajo fotográfico que Masats capturó mientras viajaba en su 600 por las tierras vallisoletanas en las que está ambientada la obra del novelista. Algunas de ellas han sido elegidas entre las 19 fotos grandes.
Una de las imágenes que dan la bienvenida al espectador en la cúpula es la que retrata a cuatro hombres cubiertos con mantas. El artista ha asegurado en numerosas ocasiones que el secreto de sus retratos, de cómo consigue plasmar a la gente sin que pierdan el mundo que les rodea, es acercarte a ellos con honestidad y pedirles permiso para fotografiarles.
Otro de los trabajos expuestos en la capital y más difundidos del fotógrafo es el libro de boxeo escrito por Ignacio Aldecoa. El encargo fue totalmente distinto a los anteriores: primero fueron las instantáneas y después llegó el texto. Gimnasios y combates en los que el autor, siempre en blanco y negro y jugando con la luminosidad, siembra ese aire entre melancólico y secreto que tiene el deporte cuerpo a cuerpo por excelencia.
«De tus muchísimos amantes guardas destrezas,
inesperados sesgos,
caprichos repentinos y falsas negativas que una
sonrisa desmantela,
quizá la intermitencia de unos ojos hincados en el goce
y bruscamente, sin aviso, esa obstinada negativa a abrir
los párpados,
no sé, cosas esquivas, cambios que remontan a gustos
superpuestos,
a músicas distintas, a tantos bares donde diferentes manos
te leyeron». (Último Round, Julio Cortázar)
Muy buen articulo.
Esta exposición me habría venido tan bien para mis prácticas de Información cultural…
Cortázar y fotografía. El resultado es obvio.