Los pretendientes de La Regenta
La heroica ciudad dormía la siesta. Y desde su rincón, una triste Ana Ozores cautiva a sus pretendientes. Si para Ana la religión fue su escondite, para otros muchos habitantes de «la heroica ciudad» que es Madrid su refugio ha sido la literatura. Y en especial, La Regenta, una de las pocas librerías que aguantan la respiración en una época de asfixia.
La historia de nuestra Regenta particular también nos ofrece pasión. En concreto, la de todos aquellos «pretendientes» que, enamorados de La Regenta, desembolsaron 3.000 euros cada uno para hacer una ampliación de capital. El objetivo era realizar un boca a boca a la librería y oxigenar sus literarios pulmones. Y lo consiguieron.
El rincón pertenece al barrio Ciudad Jardín, del distrito Chamartín. Está situado desde 1995 en Calle Serrano, 228; ahí donde Serrano es más calle de barrio que de escaparates lujosos. Y «su regenta» es Marisa Larrú, quien tuvo que delegar ciertas responsabilidades a partir de la ampliación de capital. Fue en 2007 cuando a su marido le diagnosticaron una enfermedad muy grave. «Yo pasaba muchas horas en la librería, y cuando llegó esta situación, tuve que sopesar. Y lo que quería era disfrutar de mi marido», explica Marisa. En un principio, pensó en un traspaso, pero no dio resultado. Así que optó por claudicar. Menos mal que un vecino del barrio, Salvador, puso un separador de páginas en La Regenta. La librería no cerró y los clientes no se perdieron el resto de capítulos que ofrecería la librería, que eran muchos. Salvador fue quien propuso la ampliación de capital. «Metes a varios socios, gente de tu entorno, y tú sigues en la librería, aunque pases menos horas», parafrasea Marisa. Y así se hizo. Veinte personas aportaron 3.000 euros por cabeza lectora.
Según cuenta Isabel De Miguel, la actual encargada de la librería y también socia, la iniciativa «no fue exactamente por altruismo, sino por egoísmo». «Lo que queríamos era mantener la librería del barrio, nuestra librería de confianza», añade Isabel. Y es que, según ella, lo que la diferencia de las grandes superficies es la cercanía. «Tardamos menos en los pedidos, atendemos personalmente a cada cliente y durante el rato que haga falta. En muchas ocasiones no son clientes, son amigos».
El grupo inversor
Isabel habla desde el mostrador. Y detrás de ella, unos cuadros provocan que desvíe la mirada hacia ellos. Es el Rey Don Juan Carlos saludando a Marisa, en un puesto de la feria del libro.
– ¿Han pasado más famosos por La Regenta?
– No… Pero te diré que dos de los que metieron dinero para levantar esto fueron Emilio Aragón y su mujer. Y también sus cuñadas
En el variopinto grupo de inversores también hay amas de casa, algún que otro escritor, un abogado con insomnio y los dos hijos de Marisa. Este «grupo de apoyo» ha permitido a nuestra regenta disfrutar de su marido –que pudo reponerse de la enfermedad– y de la literatura. Y es que, ahora, al tener más tiempo libre, Marisa organiza talleres y charlas sobre poesía o presentaciones de libros, así como debates.
El toldo de la librería está cada vez más descolorido. Como si cada persona que entra se llevara consigo un poco de aquel color salmón. Pero tienen derecho. Al fin y al cabo, es la librería de y para todos los del barrio.
Muy interesante la inciativa de las gentes del barrio, algo que en estos tiempos es muy poco frecuente. Salvar una libreria no suele ser un proyecto que las personas tengan en mente, pero me parece muy bien por las personas que han participado. Una historia interesante y muy cercana a cualquiera de nosotros y contada con mucha claridad y cercania. Excelente trabajo y con un final fantastico,»El toldo de la librería está cada vez más descolorido» porque cada persona tiene derecho a un poquito de ese color. Genial
Marisa e Isabel son personajes de cuento en el mundo que vivimos hoy, ir a La Regenta, conocer tus gustos, dejarte aconsejar, conocer libros de autores de los que no escuchas habitualmente, adelantarse en el tiempo a una obra que tiempo mas tarde se convierte en best seller y tu, gracias a ellas los has tenido entres tu manos como un regalo mucho antes del estallido. Dar la gracias porque en parte gracias a ellas un adolecente deboraba (y sigue igual) libros con la misma intensida que jugaba a la play.
Una verdadera suerte contar con La regenta tan cerca de casa, y que sean justo ellas las personas que las llevan.
Manolo/MªJose/Borja