El lujo del corazón de Salamanca, ajeno a la huelga
Como un maniquí, de los que se exponen en los escaparates de la calle Serrano, el lujo se ha mantenido prácticamente inmóvil, como resguardado en una burbuja que flotaba ajena a la huelga general. Ningún local cerrado, ningún dependiente (aparentemente) secundando la huelga, ningún grito en la impecable calle.
A las 10:30, como es habitual, las tiendas abrían los ojos y se desperezaban al calor de la mañana. Media hora más tarde, entraban los primeros clientes del día en Salvatore Ferragamo. Le pregunto si tienen más o menos clientes que de costumbre: «Es que es muy temprano aún, sólo son las 11:15. Nuestros clientes son de compra más reposada, vienen más tarde. Pero yo creo que sí, que afectará un poco y habrá menos gente», explica la dependienta.
Cerca de Ferragamo, una de las encargadas de la tienda Marina Rinaldi –que prefiere preservar su intimidad– defiende la huelga: «Siempre vengo en coche, pero hoy he venido en autobús. Para solidarizarme y porque estoy en mi derecho». Asegura que no hace huelga por miedo a las consecuencias: «Tengo hijos, hipoteca… como todos. Los verdaderos piquetes son los jefes, pero ellos no son precisamente informativos. Son como un infarto». Según cuenta esta trabajadora, ayer hubo más clientes porque precisamente hoy preferían no acercarse a la zona. «’Por si ocurre algo violento, no quiero que me pille en medio’, me decían las clientas».
En otras tiendas situadas en una de las calles más caras de la capital, Ortega y Gasset, aseguran que esta mañana han tenido un volumen de clientes similar al habitual. Entro en Luis Vuitton y pregunto a un dependiente si están notando la huelga.
– Mira, mejor le preguntas al chico que está abriendo y cerrando la puerta, que no está haciendo nada
Me acerco al chico de la puerta y repito mi pregunta. «Nosotros tenemos principalmente un cliente, que como verás, es el asiático. Ellos no tienen crisis, así que ellos ni se han enterado de que hay huelga», explica. «Por suerte, tenemos el mismo trabajo que todos los días».
En la esquina entre Ortega y Serrano está la tienda de Gucci. El encargado del establecimiento, con una sonrisa permanente en la cara, me explica que no puede responder preguntas. Insisto y consigo una frase: «Hay menos gente, sí… tienen miedo de que algún piquete violento les afecte». Próxima a Gucci está situada la boutique de Roberto Verino. Reproduce casi lo mismo que el encargado de la marca italiana, pero añade: «En principio, sí hay menos gente que otros días, aunque creo que esta tarde vendrán más clientes. Pero la moda no tiene nada que ver con la política. ¿Por qué nos iba a afectar?».
También acudo a Dior, donde una dependienta me explica con acento francés que se ve «obligada» a negarse a contestar cualquier pregunta. «Podrías incomodar a un cliente». «No hay nadie», le respondo. «Ya, pero podría entrar alguien en cualquier momento. Si lo deseas, consulta con el gabinete de prensa de Dior».
La chica de Tous sí me explica, mientras su jefe supervisa lo que dice, que hay «menos gente que otros días. Se nota incluso en las calles, que hay menos señoras mayores paseando».
– ¿Cree que es porque tienen miedo a encontrarse un piquete o porque están secundando la huelga?
– Hombre, yo creo que es evidente que el cliente que viene a estas calles a comprar no secundaría nunca una huelga así.
Hacia las 13 horas, un bullicio de tacones, zapatos de piel, corbatas, gafas de sol a lo Victoria Beckham se apodera de las dos aceras de la calle Serrano. «¿Huelga? Yo no hago huelga, tengo cosas más importantes que hacer», comenta una mujer mientras agita las bolsas de ropa que cuelgan de su mano.
Me dirijo al metro, donde un chico negro se acerca a mí tendiéndome un ejemplar del periódico La Farola. Se llama Monday. «En español es lunes», me dice.
– ¿Y naciste un lunes?
– Seguro que sí
Le pregunto si él tampoco hace huelga. Me contesta con un resuelto castellano: «No. ¿Sabes? Yo necesito el dinero. No me dan paro, no me dan subsidios, ni prestaciones». Hoy todavía no ha vendido nada, pero ayer sí. Siempre se coloca en Serrano, hasta ahora parece que le ha funcionado bien. «La gente rica es la que da dinero. Los pobres, como yo, no tienen ni para ellos».