El sueño urbano de un marqués
En 1860, nadie se aventuraba a pasear de noche más allá de la Puerta de Alcalá. La oscuridad se extendía por una planicie de tierras de labor salpicada por chozas dispersas. Hasta que el crecimiento acelerado de la población, un plan urbanístico faraónico (a 100 años vista) y un andaluz de apellido castellano derribaron las murallas de la ciudad.
Tres años antes, la reina Isabel II había encargado al Ministro de Fomento, Claudio Moyano, la proyección de un ensanche que descongestionase la ciudad. En menos de un siglo, Madrid había duplicado su población y rondaba los 300.000 habitantes. Además, la cerca que Felipe IV erigió en el siglo XVII por motivos fiscales y sanitarios —frenar las epidemias de peste— ahogaba las ansias de espacio de los madrileños y los inmigrantes que llegaban de otras provincias. El arquitecto encargado de llevar a cabo la ampliación fue Carlos María de Castro.
El «Anteproyecto de Ensanche de Madrid» fue aprobado en 1860 por Decreto Real, y recibió el sobrenombre de Plan Castro. El documento proponía eliminar la muralla y edificar nuevos barrios hacia el norte, este y sur de la Puerta del Sol (lo que hoy es Moncloa-Aravaca, Chamberí, Salamanca, Retiro y Arganzuela). La distribución atendía a criterios económicos y sociales, y los barrios se dividieron en «zonas fabril e industrial, aristocrática, clase media, clase obrera y zona de recreo», entre otras.
Pero José María de Salamanca, adinerado empresario del ferrocarril, había adivinado mucho antes el potencial de los terrenos situados al noreste de la Puerta de Alcalá. Con una imagen clara en su mente, la de los amplios bulevares parisinos construidos por el Barón Haussmann, empezó en solitario su aventura urbanita.
Empiezan las obras
En 1855 compró unos terrenos en el actual barrio de Recoletos y levantó un palacio con grandes jardines, donde actualmente se encuentra la Fundación BBVA. Había nacido el barrio de Salamanca, un espacio reservado, más que a los aristócratas, a la alta burguesía. Un lugar cómodo, distinguido y salubre solo apto para aquellos que pudiesen permitírselo. José María, nombrado marqués en 1863, llegó a poseer dos kilómetros cuadrados del suelo más valioso de España. En la actualidad, el precio del metro cuadrado en la zona ronda los 6.000 euros, la cifra más alta de todo el país. Pero, ¿cómo saberlo hace 150 años?
En la década de los 60, las casas «a la francesa» proliferaron en el Bulevar Narváez, después bautizado calle de Serrano. Fueron las primeras con agua corriente, y desde aquel barrio partirían los nuevos tranvías de mulas de la ciudad. Pero la fortuna del marqués tenía un límite. Las tensiones políticas de la época —en 1868 se produjo la revolución que acabó con el reinado de Isabel II— jugaron en contra de sus intereses económicos. La inestabilidad asustó a los inversores y encareció los créditos. En los años siguientes perdió millones de reales en la Bolsa, y se vio obligado a vender casas, obras de arte, bibliotecas y acciones ferroviarias para seguir levantando su ciudad a medida. También renunció a su palacio.
Finalmente, entregó el barrio a unos banqueros de París para saldar sus créditos. Aún así, siguió endeudado. «Ayer fue el día más fatal de mi vida», le confesó a su hijo en una carta. Falleció en 1883, veinte años después de comenzar su empresa.
El aspecto actual
El distrito de Salamanca presenta un trazado hipodámico: sus avenidas son paralelas y se cruzan formando líneas rectas, dando lugar a manzanas geométricas. La escuadra y el cartabón de los planos se traducen a pie de calle en anchas avenidas y planos ordenados. Este modelo se reproduce en cuatro de los seis barrios que actualmente componen el distrito de Salamanca: Castellana, Recoletos, Lista y Goya, que abraza una de las esquinas del parque del Retiro. Dos ejes dividen de forma pulcra estas zonas: Ramón de la Cruz, de este a oeste, y Príncipe de Vergara, de norte a sur.
Los otros dos barrios, Guindalera y Fuente del Berro, fueron construidos a lo largo del siglo XX. No respetan la perfecta disposición de los ensanches originales, y se extienden por el este hasta la Avenida de la Paz (M-30). Tres aristas delimitan el distrito: el Paseo de la Castellana por el oeste, la calle Alcalá y O’Donell por el sur y la Avenida de América y la calle de María de Molina por el norte.
Uno de los elementos más característicos de esta zona de Madrid es su ostentosa exclusividad. Las calles Serrano, Claudio Coello y Ortega y Gasset concentran el mayor número de tiendas de alta costura de la capital. Los bulevares que un día fueron famosos por sus ilustres vecinos —Cánovas del Castillo, Alonso Martínez, Benito Pérez Galdós— lo son hoy por sus boutiques. Carolina Herrera, Chanel, Gucci, Louis Vuitton y las joyerías Tiffany & Co. y Cartier son los nuevos residentes de la «Milla de Oro».
El distrito, que tiene casi tantos habitantes como la ciudad con la que comparte nombre (en torno a 150.000), tiene un peso arquitectónico equiparable al del centro histórico. La plaza de toros de las Ventas (la tercera que se ha construido en la capital); la Biblioteca Nacional, que cumple 300 años; el palacio de Amboage, sede de la embajada italiana; el novísimo Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre son algunos de los edificios destacados. Imprescindible también la antigua cuna de ABC y la revista «Blanco y Negro» en Serrano, un conjunto arquitectónico único y centenario.