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El peligroso vuelo de la cotorra argentina

cuidado con la cotorra

En el parque de la Arganzuela todo el mundo ha oído hablar de ella. Muchos incluso la conocen de cerca, y no precisamente para bien. Agrada a los niños, no así a los mayores. «Con el miedo que me da a mí la película de Los pájaros… A ver si nos van a invadir», «Esas están mejor en la cazuela» (…).

Con una altura inferior a 30 centímetros y 150 gramos de peso, la cotorra argentina se ha convertido en enemigo público del barrio. Los vecinos temen su proliferación, echan pestes de sus chillidos y se quejan de sus «imponentes cagadas».

Las especies autóctonas, como los gorriones y las palomas, están siendo desplazadas: la cotorra los deja sin comida y coloniza poco a poco su espacio. «Será muy difícil combatirla. Incluso competirán con las fortísimas urracas, pues hay una fuerza intrínseca en toda especie que comienza en un nuevo territorio: esa fuerza colonizadora de los inicios de la vida», vaticina la bióloga Mónica Fernández-Aceytuno, especializada en la divulgación de la naturaleza en prensa.

cotorra de cerca
Una cotorra se alimenta de migas de pan. Fotos: Cristina Sánchez

La cotorra argentina, originaria de América del Sur, recorre las zonas verdes de Madrid desde que alguien soltó a su mascota en un parque cercano, que para esta ave es lo más parecido a la selva. «Esto es lo que le sucede a toda especie que por alguna razón se ha saltado las barreras biogeográficas de las que nos habló Wallace, precursor de El origen de las especies», dice la bióloga y escritora.

En cautividad, las cotorras monje o verdigris (Myiopsitta monachus), como también se conocen, llegan a pronunciar palabras y frases. La que tiene Alejandra en su casa dice “Kuki” (su propio nombre), “¿qué pasa!” y “guapa”, además de lanzar besos. Su dueña le prepara la bañera en el lavado, y allí ella se lava y chapotea.

«En realidad es un animal bonito e inteligente –sostiene un hombre de mediana edad que tuvo un acuario durante treinta años-, solo que son depredadoras y se adaptan perfectamente». Este vecino sabe que en la Arganzuela han quitado nidos y que lanzan redes para capturarlas, «como con las palomas». «Aunque te digo una cosa, yo vivo en un primero y no veas las cotorras que hay en mi portal hablando de todo el vecindario».

comida
Al fondo, un grupo de cotorras deja sin comida a las palomas

El único modo que Madrid Salud, el departamento de control de plagas del Ayuntamiento, tiene de hacer frente a la invasión de cotorras, es la eliminación de nidos, que pueden alcanzar un gran peso y tamaño y corren el peligro de caerse y dañar el árbol.

Fernández-Aceytuno no los ha visto de cerca, pero sabe que nidifican en la copa de los pinos y que son coloniales: puede haber más de una pareja criando en el mismo nido. El antiguo dueño del acuario sí se ha encontrado con alguno, y afirma que son inmensos y muy compactos.

Una de las cosas que peor llevan los vecinos son las cagadas de estos pájaros, tan malolientes por la acidez del guano, explica la bióloga. «Te cae una en el coche y pa quitarlo… Son enormes, como las de gallina», señala un anciano cuyo hijo ha vivido esta experiencia. Y sus chillidos: un canto monódico, gutural y estridente que es bastante molesto.

Tampoco les hace gracia que se coman todo lo que se les pone por delante, desde restos de comida de los niños hasta el pan que se les echa a las palomas, pasando por los huevos y los nidos de los gorriones. Según la Fernández-Aceytuno, aunque es una especie granívora ha podido volverse omnívora, y comer de todo lo que encuentre en los parques. Para otro anciano de la zona, la cotorra argentina es un animal destructor: «Lo exterminan to. Son bichos malos; malos. Los vecinos están hartos», garantiza.

bonita
La cotorra argentina es similar a un periquito, aunque de mayor tamaño

Las primeras referencias sobre estos pájaros en medios españoles se remontan a 2010: «Una plaga de cotorras dispara las alarmas» (ABC); «La cotorra argentina amenaza con convertirse en una plaga en Barcelona» (RTVE). Ese año Barcelona, con 2.500 ejemplares, era la ciudad europea con mayor población de cotorras argentinas. La colonia crecía entonces a un ritmo del 8% anual.

A una mujer que pasea por la avenida le ha llamado la atención que estas aves vayan siempre en grupo y que haya «tantas ya en el barrio». Jóvenes y mayores coinciden en que la cotorra también vuela por Madrid Río, la Casa de Campo y el Retiro. De hecho, otro vecino cree que se desplazaron a esta zona cuando, en 2005, empezaron las obras en Madrid Río.

«Irán expandiéndose de parque en parque seguramente hacia otros países europeos», alerta la bióloga, autora del libro El viento en las hamacas. Hace veinte años, cuando un español osado se dirigió a la jaula y abrió la puerta, no calculaba las consecuencias de su atrevimiento.

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Cae la tarde en el parque de la Arganzuela, donde dos cotorras son vistas a contraluz