Cinco días
Yo solicité una tarjeta de transporte urbano de Madrid porque la necesito. Y la Comunidad de Madrid puso a disposición del universo una web para solicitarla sin tener que ir a las oficinas del Consorcio de Transportes. Usé esa página web porque no quería ir al Consorcio de Transportes. La web que evitaba que tuviera que ir al Consorcio de Transportes prometía que en 5 días laborables como máximo tendría disponible mi tarjeta. Llegó el quinto día laborable y nadie llamaba ni mandaba un correo electrónico para decirme que podía pasar a recogerla por la estación de metro que yo había seleccionado, no por casualidad, sino porque paso por allí cada día, cada mañana, cada tarde. Así que llamé al Consorcio de Transportes para preguntar y no contestó nadie, y antes me tuvieron 10 minutos con el teléfono pegado a la oreja, prometiéndome que sí, que, en breve, alguien del Consorcio de Transportes me iba a atender. Era mi última carta para conseguir una tarjeta sin tener que acudir al Consorcio de Transportes, y en esa carta se jugaban todas las promesas digitales que había hecho el Consorcio de Transportes a través de la web. Al final, a eso de las 13:00 horas estaba en las oficinas del Consorcio de Transportes y alguien me había facilitado mi tarjeta, y lo había hecho casi haciéndome un favor porque, por lo visto, las oficinas del Consorcio de Transportes ya habían preparado mi tarjeta para ser enviada a la estación de metro por la que yo iba a pasar a recoger mi tarjeta. Es decir, que obtener mi tarjeta dentro de los plazos establecidos fue un favor que me hizo el Consorcio de Transportes, el que me había jurado que la recibiría en cinco días y que además no tendría que ir a sus oficinas porque la solicitud online así lo permitía. Todo eso ocurrió en las oficinas del Consorcio de Transportes, lugar al que, finalmente, tuve que ir para que alguien, una web, un órgano administrativo, respetara una promesa.
¿Esto es una columna o una anotación en un diario?