La Iglesia católica también predica en internet
El mundo digital se extiende a toda velocidad y la Iglesia, consciente del poder comunicativo de éste, se ha subido al barco. Un gran ejemplo: Benedicto XVI se ha hecho un perfil en Twitter. El Santo Padre se estrenó el pasado 12 de diciembre en esta conocidísima red de microblogging, con un tuit en el que escribía: «Queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter. Gracias por vuestra respuesta generosa. Os bendigo a todos de corazón». La repercusión ha sido notable pues, al cierre de esta edición, el Sumo Pontífice tenía 397.502 seguidores en su cuenta en español.
La incursión de la Iglesia en el mundo de internet es un hecho que no solo se vive en las más altas instancias eclesiales. Son muchos los grupos y congregaciones cristianas que han dado este salto a la red.
José María Rodríguez Olaizola tiene 42 años, es sociólogo y jesuita. Su orden religiosa probablemente es la más cercana a la realidad social, lo que ha permitido que sean muy conscientes de las necesidades internaúticas. «Hace diez años lanzamos nuestra primera web, entonces nos dimos cuenta de que era un sitio en el que había que estar», cuenta. Sin embargo, su labor en la red llega más allá. SJ Digital «es un proyecto de la Compañía de Jesús que conjuga la labor pastoral, la importancia de la comunicación y las nuevas tecnologías», afirma la web de este negocio que comenzaron «de manera profesional, hace dos años». Aunque lo cierto es que no da beneficios: «Sobrevivimos bajo el paraguas de nuestras editoriales pero aspiramos a la autosuficiencia». La empresa tiene en nómina a un diseñador, dos programadores y una agente de prensa. Trabajan sobre todo para «aquellas personas del mundo religioso que son conscientes de la necesidad de abrirse a internet, aunque estamos abiertos a otras colaboraciones». Lo que les diferencia de otras empresas de comunicación es que saben «conjugar la sensibilidad religiosa con el mundo digital a nivel profesional», algo que exige saber adaptarse «al lenguaje contemporáneo y a nuevos estilos».
Un día, una oración
El gran proyecto de José María y su equipo es ‘Rezando voy’, una web que ofrece una oración diaria que se puede escuchar online o descargar, y que recibió el Premio Bravo de la Conferencia Episcopal del año 2011. La idea vino del mundo anglosajón y ellos se apuntaron al carro. Con más de un año en funcionamiento, están satisfechos con los resultados: «Hemos tenido muchísima suerte porque se ha extendido bastante más de lo esperado. La mitad de las visitas que recibimos vienen de América Latina y Estados Unidos». Además, no duda de que la mayoría de los fieles le dan el uso apropiado, utilizándola «como complemento, sin olvidar acudir a la iglesia».
Lo más difícil: empezar
La frenética actividad de SJ Digital no es lo más habitual dentro de los muros eclesiásticos. «En internet, somos bastante cutres», afirma David Cantero, treintañero burgalés, responsable de jóvenes y difusión de Acción Católica General. La asociación pública de fieles a la que pertenece está presente en la red desde 2009, año en el que se fundó como resultado de la unión de varios grupos religiosos. «Comenzamos nuestra andadura con una web y una cuenta de Facebook que luego convertimos en página», comenta. Más tiempo lleva la Asociación Católica de Propagandistas, cuyo espacio digital apareció «el 1 de marzo de 2005», narra José María Legorburu, secretario nacional de Comunicación de la asociación. Aunque su presencia en redes sociales es mucho más reciente: «Fue el pasado mes de septiembre cuando arrancó la actividad de la ACdP en Facebook y Twitter, impulsada por el presidente actual, Carlos Romero».
Para David Cantero, el reto está en «abrir esos espacios para el diálogo. Intentamos fomentar el debate, hacer reflexionar a los jóvenes». Admite que se enfrentan a dos problemas clave: «Carecemos de tiempo para la reflexión seria; además, la sociedad está muy poco interesada en conocer de verdad a la Iglesia».
Si algo ha permitido la unión entre lo eclesial y la red es romper la barrera de comunicación con toda la sociedad, creyente o no. José María Legorburu dice que lo han hecho «con prudencia». Y añade: «Quizá por eso hemos llegado algo más tarde de lo previsto a las redes sociales». Eso no ha evitado ciertos beneficios: «Son varios los casos de socios que conocieron la ACdP a través de la web y que, con el tiempo, se han incorporado a uno de sus centros y ya son propagandistas activos».
Sobre si la Iglesia podría vivir al margen de esa realidad paralela que es internet ambos parecen coincidir. «Nos dejaríamos a parte de la sociedad», señala Cantero. Por su parte, Legorburu opina que «es imposible. Y lo es no solamente porque la tecnología y el avance de los tiempos se imponen en todos los ámbitos de la vida, sino porque la Iglesia siempre ha estado muy atenta a la transmisión eficaz de su mensaje».
Otro aspecto delicado en esa ruptura de barreras es el posible uso fraudulento de la red para, bajo el paraguas de la religión, hacer campaña por otros intereses. Desde la ACdP, Legorburu recuerda que «como todas las herramientas de que dispone el ser humano, internet se puede utilizar para el bien o para el mal». David camina por la misma senda, pero añade: «Es cierto que hay cierto miedo al descontrol sobre lo que se dice y que se ven movimientos muy alejados de la fe, que solo buscan polemizar».
Los esfuerzos y las propuestas para generar espacios digitales decentes son diversas. El conflicto viene a la hora de recibir apoyos. Cantero cuenta que «aunque la Conferencia Episcopal entiende perfectamente esta necesidad, cuesta contar con los medios adecuados», y hace una llamada de atención: «Los laicos tenemos que estar más comprometidos con esta tarea». Desde la ACdP, parecen optimistas: «Son muchas las iniciativas que están surgiendo desde las filas del catolicismo al calor del avance de las nuevas tecnologías».
Lo que parece claro es que Iglesia e internet han comenzado una andadura que seguro se extenderá a lo largo de los años y que irá mejorando con el tiempo. Tanto es así que incluso existe una red social, May Feelings, que conecta a creyentes de todo el mundo para compartir experiencias y oraciones. Como bien apunta Rodríguez Olaizola: «O aprendemos a explicar mejor lo que queremos decir o nos quedaremos cada vez más solos. Tenemos que pensar en cómo traducir lo que consideramos realmente importante para la gente de hoy».