La voz de Arganzuela se apaga
El 30 de noviembre Adolfo Sánchez colgó en Arganzuela Hoy, un periódico digital hecho por los vecinos que tiene réplicas en otros distritos de Madrid, su última entrada. ‘Los sonidos del silencio’, la tituló, y en ella se queja del letargo en el que ha entrado la publicación, donde desde hace mucho se desayuna con un «cero actualizaciones».
Él, que con 357 aportaciones desde 2010 es el segundo colaborador más activo, después de la moderadora del periódico, no entiende que si escribe, por ejemplo, sobre la historia del nombre de una calle ningún vecino contribuya aportando alguna curiosidad. Ha investigado sobre Divino Vallés, José Antonio Armona, Gil y Mon…, datos a los que «puede acceder cualquiera», que luego él vierte con estilo propio: «No me gusta copiar. Yo voy al mercado, compro los ingredientes, hago la comida y la sirvo en el plato».
Le indigna la afición de otros usuarios a leer mucho y no comentar nada: 340 han entrado en su perfil, sus artículos tienen una media de 500 visitas y uno de ellos incluso supera las 1.700 (ya las quisieran para sus noticias muchos diarios digitales de alcance nacional). Pero lleva muy mal que solo le comenten para corregirle alguna falta de ortografía: «¡Que esto no es la RAE, joder!». Es un hombre de fuerte temperamento.
Precisamente con ese post tan popular se llevó una triste sorpresa. Adolfo se encandiló con las inagotables anécdotas de un vecino de 98 años a quien conoció en un bar, el refugio de Adolfo y su única distracción fuera de las fronteras de su casa. El anciano, que vive en la misma calle desde hace 62 años, tenía una vida apasionante y una vitalidad admirable, y su historia, en este caso sí, se ganó bastantes comentarios de admiración hacia el protagonista. Hasta que un lector de la publicación se encargó de destruir el mito: el entrañable viejecito resultó ser un senil vecino que atemorizaba a su comunidad. «Eso me pasa por buen samaritano», dice resignado.
Adolfo, ya jubilado, nació hace 68 años en su propia casa en la calle de Ciudad Real. El parto lo atendió la vecina del bajo. A excepción de los nueve años que residió en Barcelona, siempre ha sido vecino del barrio, del que conoce sus entrañas, gracias en parte a su excelente memoria y otro tanto a su agitada vida social como director de un banco.
El cronista de Arganzuela se ha dedicado también a visitar bares y restaurantes para compartir con sus convecinos los que merecen una oportunidad. Imbuido por el sentir periodístico, pedía un café en el local para después registrarlo con su cámara de fotos, lo que le valió las iras de algún hostelero. 690 visitas tiene su entrada sobre el cierre de negocios y la apertura de otros en los alrededores.
El cómputo del seguimiento obtenido en Arganzuela Hoy lo convierte en un líder de opinión local. ¿Qué haría si fueras alcalde de Madrid?: «Haría como Nerón: aprendería a tocar la lira y quemaría la ciudad», dice. No quiere ser ni presidente de su comunidad. Se le nota hastiado, deprimido. Tiene el carné del PP (la pulsera de la bandera de España en su muñeca derecha lo acredita), pero cree que ya no votará más.
Cuando se ponía la gabardina de detective acababa enterándose de todos los sucesos. Como aquel en que un individuo cayó fulminado en su calle ante el desconcierto vecinal. Él no estaba presente, pero publicó una pulcra reconstrucción de los hechos tras hablar con los testigos de lo que acabó en resultado de muerte.
Pero esos eran otros tiempos. Desde hace un año Adolfo apenas sale de casa. Solo para acercarse al bar de al lado, donde cada tarde se encuentra con su «tertulia»: dos amigas nonagenarias con las que charla mientras ven la televisión.
Su mala salud no le permite caminar más de cincuenta metros sin agotarse. El reporterismo callejero se ha diluido en virtud de internet, donde echa la mayor parte del día, curioseando, jugando en red y dedicado a su blog.
En el rincón de un bar regentado por portugueses, desde donde hasta hace poco comentaba las jugadas del barrio, continúa dándose el gusto de escribir sobre una mosca que pasa o la silla que tiene al lado, «al estilo Marcel Proust», mientras saborea otro whisky con agua.
La joven periodista pacense que promocionó esta entrevista al internarse en el diario digital del distrito, ArganzuelaHoy y verme como según colaborador activo, ya menciona números y, en general, en base a la conversación que mantuvimos plasma fehacientemente los temas tocados, ella quería más tiempo pero ya le tenía advertido que mis paseos por las calles, sobretodo, del barrio de Chopera donde resido, modesta digital en mano para captar eventos puntuales o no. En general no ejercí denuncias que no fueran constructivas petición que solicité, creo, a todos los vecinos del barrio, hablando de desperfectos callejeros de todo tipo pero sin entrar en si en el consistorio está regido por este partido. Si está un partido es porque los vecinos, en mayoría, lo han votado, no por ello tienen patente de corso para hacer su ‘real gana’
Ya digo y por no alargarme creo que he hecho una extensión suficiente, quizás dándome demasiado protagonismo que no creo merecer, solo he pretendido colaborar, en lo único que estoy en total desacuerdo es que relaciones mi vinculación al PP con una pulserilla de 1€ con los colores de la bandera nacional, esa enseña no asocia a nadie con un partido, me la puse por el tiempo del mundial con el triunfo no de la ‘roja’ sino de la selección española y luego pensé que rendir homenaje a mi nacionalidad no delataba mi condición política porque sino me pregunto ¿es que una persona con ideales de izquierdas no puede llevar esta identificación como español? Pues el partido de la oposición actual entre sus cuatro letras la última es una ‘E’ que creo que significaba ‘ESPAÑOL’ ahora, al parecer, en estas ‘taifas modernas’ ya ‘estorba’ esa condición, la ‘O’ de ‘obrero’ suena a trasnochada, cuando a un barrendero de siempre se denomina, como mínimo, como mantenedor del medio ambiente, es decir, seamos rimbombantes y ricemos el rizo, se acabaron los obreros ahora todos somos técnicos de algo en espera de la consecución de conseguir un puesto, aunque para muchos es mejor apuntarse al paro y en economía sumergida ganar más que muchos cotizantes de 45 años como lo fui yo y sigo cotizando porque tuve la mala virtud o defecto de vivir al estilo hormiga y reuní unos eurillos, las cigarras mientras viven a lo grande y cantan y no les llega el invierno como en la fábula.
Adiós amigos y como soy voluble quizás aparezca alguna vez por ArganzuelaHoy, mi blog por si os interesa es <<>>