Reporterismo

El Banco de alimentos: la gestión de lo que nos sobra

Un día John Van Hengel, un jubilado de Arizona, tuvo una gran idea. Participando en una recogida benéfica de alimentos se fijó en una historia. Una madre contaba como conseguía alimentar a sus nueve hijos con su marido en la cárcel. Por ellos recogía toda la comida que caía en las descargas nocturnas de los supermercados.

Esta historia merece ser contada, puesto que meses después gracias a esta idea, en 1967, nació el primer Banco de Alimentos. En Arizona, un puñado de voluntarios y los 250 m2 de una vieja tahona lo hicieron posible.

Hoy, esta institución permite que lleguen a muchas personas los alimentos más básicos. La gestión de los excedentes alimenticios equilibra en la medida de lo posible las carencias de unos y los excesos de otros.

El Banco de Alimentos demanda de la sociedad una verdadera implicación, un concepto diferente de ciudadano, volcado en una mejor gestión de los recursos y en devolver a la sociedad lo que unos tienen y otros no.

Poco a poco la voz se corre y miles de voluntarios obran el milagro. La mayoría son personas jubiladas que han decidido aplicar los conocimientos de toda una vida en esta labor altruista. Ellos aportan su experiencia vital y la vuelcan en los demás.

Otros como Carlota, simplemente dedican su tiempo a ir llamando a las puertas y demostrando que con un pequeño esfuerzo se pueden hacer grandes cosas. Ella tiene claro que el movimiento se demuestra andando y por ello ha conseguido hacer saltar la chispa solidaria entre tantas personas.

Carlota, cuenta como un día se le ocurrió  proponer esta iniciativa mediante un evento de Facebook. Pronto se convirtió en un auténtico fenómeno social, recogiendo hasta 11 toneladas de alimentos en un mes y medio. Esta es una muestra del enorme potencial de las redes sociales para este tipo de causas. Pero lo más importante es que siguen existiendo personas con un gran corazón y con este tremendo espíritu solidario. Todo un ejemplo a seguir, sin duda.

 

 

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