Ficciones

Gin Tonics para una clase media en crisis

El gin tonic exótico vive su boom, como el aldrillo. ¿Es otra burbuja?
El gin tonic exótico vive su boom, como en su día el ladrillo.      ¿Es otra burbuja? Foto: V.R.A

Cena de Navidad en casa de una funcionaria y un trabajador de la cultura. Los malos. A juzgar por la fiereza de los recortes en sus sectores, deben ser los causantes de la crisis. Es un ejemplo, pero es el retrato de una familia media española y el descenso en los niveles de consumo.

Sí, clase media. Esa que muchos intentan decirnos que no existe para convertir la situación actual en una suerte de confrontación entre empresarios y proletariado del siglo XIX. Porque con más de cinco millones de parados no se puede decir que una familia así esté en su misma situación. La clase media ha menguado, pero sigue existiendo, y es el motor de la economía. Motor gripado, pero motor al fin y al cabo.

Pero vayamos con la cena. El recorte se deja sentir. El ágape con el que se inicia cualquier comida, lo que en España llamamos “picoteo”, ha visto reducidas las cantidades de ibéricos, compensadas con un incremento en las aceitunas y los frutos secos. Suena el timbre; son los tíos. Funcionarios ambos del sector sanitario. Culpables ellos también.

Sentados a la mesa el vino empieza a llenar las copas. El Pesquera que tradicionalmente regaba las viandas se ha sustituido por algunas botellas de Protos. Está bueno, pero no es lo mismo. La ensalada de tomate, antaño acompañada de ventresca, hoy está acompañada de más tomate. Gustaba mucho también la ensalada de canónigos con foie y queso de cabra. Su lugar en la mesa lo ocupa este año una lustrosa ensaladilla rusa. Los platos principales aguantan mejor la crisis, el cordero sigue presente. Aunque las raciones parecen haber menguado.

Llega el momento de las copas. Sí, ese momento en el que algún familiar de edad avanzada rememora sus tiempos mozos bailando a Lady Gaga con los mismos pasos con los que afrontaba un tema de Camilo Sesto. Es el momento en el que sientes un pinchazo en la nuca, que es la manera en que suele hacerse sentir la vergüenza ajena. Y es que el alcohol amplía el grado de tonteo hasta límites insospechados, especialmente el de menor calidad.

Este año la calidad de la ginebra ya no es la misma. Es un Tanqueray: fantástica. Pero no es el Hendricks con pepino de nuestros tiempos en que nos movíamos en la Champions League de la Economía, ni la Brockmans con frutos rojos de los años en los que teníamos el mejor sistema financiero del mundo, ni la G´vine de cuando no recortábamos en Sanidad y Educación. Simplemente nos mantenemos en media tabla. Tampoco íbamos a volver al anís del mono. ¿Qué pensaban? ¿Qué éramos Uganda? Rajoy ya se encargó de dejar claro que de eso nada.

Es un retrato de muchas familias españolas. Inmensamente afortunadas por seguir permitiéndose ciertos lujos, pero que ya no relucen tanto como en los años del boom.  Su crisis, es la crisis de una sociedad que no sabe cuál es su lugar ni que ginebra le representa. ¿El Hendricks era una mentira? ¿Es demasiado para nosotros? ¿Nos tenemos que quedar con el Tanqueray? Afortunados somos de todas formas de no haber llegado al Larios… todavía. Es la recreación de la eterna afirmación: Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Sí, pero, ¿cuánto camino tenemos que retroceder para llegar al nivel óptimo?

Mariano Rajoy nos ha prometido que en 2014 podremos beber otra vez Hendricks. Que a lo mejor en 2013 hay que seguir con el Tanqueray, o incluso bajar al Beefeater, pero que tranquilos. De eso vivimos, de confianza, de hinchar el pecho y decir que somos españoles, como nos dice Fofito en el anuncio de Campofrío. Vivir de lo que fuimos. Pero la realidad nos dice que no va a ser así, que todo fue mentira, unos gintonics de más financiados por la banca alemana, y que ya nunca más volveremos a probar. Puede que nuestro lugar sea beber siempre Larios o incluso alguna marca blanca de ginebra, que desconozco si existe. Y desde luego, estoy mejor sin saberlo. No queremos ser conscientes de que nada volverá a ser igual. Fantaseamos con que un par de años de penurias nos devolverán al mismo lugar que antaño. No podemos reconocer que todo ha cambiado para siempre. ¿Ginebra de marca blanca? No es posible, sí somos españoles, que dirían Campofrío y Rajoy.

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