Embajadores

Las gallinejas, más castizas que el chotis

En la calle de Embajadores cada día es San Isidro. No hay farolillos ni chulapas, pero una pianola a lo lejos recuerda la época del chotis y la verbena, de los churros y el anís.

Una nube de humo emerge de las sartenes. El fuerte olor pesa en el ambiente.

Cuando Gabino Domingo entró a trabajar con su tía, hasta 75 gallinejeras se repartían por todo Madrid. Dos estaban junto al mercado de San Fernando, otras tres en la calle del Labrador.

De Vallecas a Tetuán, las «fondas del tubo» daban de comer a los pobres del extrarradio: un botón, un canuto, un chicharrón, una tira…

El único libro del mundo que habla de las gallinejas recoge la historia más castiza de Madrid. Y se encuentra aquí, en la Freiduría de Gallinejas Embajadores.