Disléxicos: supervivientes del sistema educativo
La dislexia es un trastorno poco conocido, o mejor dicho, poco entendido en nuestro país. Sobre todo cuando la padecen el 10% de los niños. Afecta al aprendizaje porque el cerebro de Vicen, al igual que el de miles de niños con esta patología, funciona de forma diferente, no peor, pero sí diferente.
Esta alteración afecta a las áreas neurológicas encargadas del procesamiento de la información. La opinión científica es que «las estructuras cerebrales son distintas a las de la mayoría», y esto se ve reflejado en la incapacidad de asociar un sonido a una determinada palabra. No son capaces de leer y entender a la vez, primero leen y se quedan con el sonido de la palabra. Hasta la tercera lectura no son capaces de relacionar ese sonido con su significado.
Nuestro sistema educativo no ha pensado en este tipo de niños e incluso gran parte del equipo docente de los centros desconocen este trastorno. Al principio se relaciona con una lentitud en las capacidades del alumno. Aprenden a leer con mayor dificultad, y cuando lo consiguen, como no comprenden lo que leen, se dispersan , «viven en su mundo». Esto lleva a padres y profesores a calificar a los disléxicos como vagos. Por ello empiezan a pensar que no son capaces. Lo que les lleva a un gran sentimiento de frustración y una baja autoestima que les impide evolucionar.
Éste era el caso de Vicen, pero todo cambió cuando con 14 años su madre decidió llevarle a un psicólogo con el fin de aprender métodos de estudio y hacer a su hijo más llevadera la etapa escolar. Después de 3 días de exámenes, el resultado impresionó a toda la familia.
– Vicen es superdotado, su coeficiente intelectual es mucho más alto que la media.
– ¿Cómo va a ser superdotado si estudia y suspende?
– Porque su gran capacidad viene acompañada de un trastorno, tiene una dislexia de caballo. Su comprensión lectora está muy por debajo de la media. Si ha ido pasando los cursos ha sido porque este trastorno se ha visto compensado con su inteligencia.
Éste fue el punto de partida pero no era un camino fácil. Había que «reeducar» al cerebro de Vicen para que se pudiese adaptar al sistema educativo con el incoveniente de haber llegado algo tarde al diagnóstico. Lo importante es que ahora él sabía que podía y, además, sabía que podía incluso más que el resto.
A través de ejercicios de comprensión lectora y con mucha paciencia tanto del alumno como del psicopedagogo, todo empezó a funcionar. Como en la mayoría de casos de dislexia, el trastorno de Vicen se descubrió tarde, por lo que él ya había empezado a crear otra forma de ver el mundo en su cabeza: mediante imágenes.
Según Pepe Pardo, psicopedagogo de la Fundación Centro de Estudios , cuando se descubre en adolescentes , muchos de ellos ya han aprendido métodos para compensar esta deficiencia.
Cuando la madre de Vicen llevó los resultados de las pruebas al colegio, en éste no reaccionaron demasiado bien. No sabían exactamente qué era la dislexia y su actitud fue más negativa que de ayuda. Costó mucho que entendiesen el problema y Vicen tuvo que trabajar más que ninguno para poder sacar a flote asignaturas como Lengua o Filosofía.
Ni el psicopedagogo del centro, ni sus padres sabían si estaban todavía a tiempo de ayudarlo, ya que Vicen había cumplido los 14 años, pero había que intentarlo. El especialista les hizo ver que esto era un trabajo conjunto de padres, especialistas y profesores del colegio y que además Vicen debía ser consciente del problema que tenía y también de las habilidades que poseía para poder solventarlo. Empezaron con apoyo en casa con los deberes y dos días de asistencia al Centro a la semana. Lo primero, trabajar la autoestima, valorando los pequeños logros y animándolo ante los fracasos. Lo segundo, cambiar los métodos de estudio, darle las herramientas para que pudiera aprender.
El cambio de Vicen en esos dos años fue asombroso. El trabajo fue arduo pero los resultados son visibles. Pasó de considerarse un desastre a decir «quiero estudiar Arquitectura». Su madre disimuló su asombro cuando se lo comunicó y llamó al psicopedagogo. «Creo que se nos ha ido la mano con la autoestima» y el especialista le contestó: «Déjalo que lo intente, estos niños cuando dan con algo que les gusta, sacan todo su potencial».
La dislexia no se cura, se aprende a vivir con ella. Los disléxicos son personas diferentes que aprenden de forma diferente, pero esto no significa que no puedan alcanzar sus objetivos. Pueden hacerlo y son un ejemplo de voluntad y superación.
Vicen ya está en segundo de carrera. Estudia Arquitectura. Atrás quedaron los años de colegio y algunos recuerdos no muy buenos. Pero ahora es distinto, hace lo que le gusta y sabe que puede hacerlo. Se pasa horas estudiando y haciendo trabajos pero el cansancio no le quita la ilusión, las ganas.