Y tú, ¿qué plaza quieres?
Frente al teatro Valle Inclán, en la calle de Valencia, crece la hierba en el «Solar de Lavapiés», una propiedad municipal donde los vecinos han empezado a montar un huerto. De momento solo tiene unas pocas berzas, que flotarán en el potaje que se sirve a mediodía muy cerca de aquí, en la calle del Doctor Fourquet, en un solar de enormes dimensiones llamado con intención «Esta es una plaza».
La comida popular de este sábado se organiza para despedir a los miembros de Local Squares: jóvenes de toda Europa que durante tres días han visitado Madrid para compartir sus experiencias sobre la participación en los espacios públicos.
Esta primera reunión —la próxima será en Viena—, cumple con el objetivo esencial del proyecto: que sus integrantes se encuentren para aprender unos de otros. Los grupos de trabajo se ubican en Holanda, Alemania, Bélgica, Austria y España. La financiación corre a cargo de la Unión Europea (Lifelong Learning Programme), dentro del programa Leonardo Partnership.
Durante toda la mañana, en el Solar de Lavapiés se están construyendo semilleros para empezar a plantar y aumentar así la producción, que por ahora se limita a un solo bancal. Los socios europeos atienden a las explicaciones en inglés de un hombre de mayor edad que les cuenta cómo obtener abono y hacer que germinen las semillas.
La idea de este taller ha sido de Basurama, un grupo madrileño de arquitectos que es el representante español del proyecto. Este colectivo se dedica a investigar las posibilidades creativas de los residuos -«Creatividad y basura», reza su lema- «y a trabajar con personas en espacios públicos», dice Manu, uno de sus componentes.
Como anfitrión, Basurama ha llevado a los colegas extranjeros a recorrer el centro de la capital. Las paradas obligatorias fueron las plazas de Callao y la Luna, espacios públicos diseñados por el Ayuntamiento y, según Manu, «hechos de arriba abajo y limitados por unas ordenanzas que no son consultadas con los ciudadanos».
Estos dos lugares son un claro ejemplo de plazas «antipúblicas: espacios escénicos donde se realizan eventos organizados por empresas privadas —defiende el arquitecto—, que empezaron a extenderse en tiempos de Manzano y que continuó Gallardón», los últimos alcaldes de Madrid. Por otro lado, que sus suelos sean duros, que falte el agua y la electricidad o que no haya asientos ni sombra, dice Manu, son indicadores de su deficiente calidad como espacios públicos, ejes básicos de la configuración de la ciudad, que deben por encima de todo favorecer las relaciones humanas y las actividades. Hasta qué punto son públicos los espacios que se alquilan a empresas privadas es la pregunta que subyace.
En España y en el resto del mundo hay actualmente muchos proyectos que se interesan por esta cuestión. La preocupación ante la falta de espacios en las ciudades para el disfrute de los vecinos o la mala planificación de ellos es creciente. En La casa encendida, por ejemplo, un centro cultural que también está en el barrio, los días 12, 13 y 14 de marzo realizarán unas jornadas sobre la transformación del espacio público en entornos urbanos.
Para que los ciudadanos puedan decidir libremente qué hacer en un solar o un edificio públicos en desuso, el Ayuntamiento tiene que autorizar y ceder previamente la gestión de ese espacio. Aunque en la práctica «el protocolo no está claro y cada espacio tiene su propia historia», explica el miembro de Basurama.
La historia de «El campo de cebada», en la antigua plaza de La Cebada (La Latina), comenzó después de La Noche en Blanco de 2010 (la actividad que una vez al año reúne propuestas culturales durante toda una noche), de la que Basurama fue comisario. «Pasado un mes del evento, nos reunimos con distintos grupos de vecinos y solicitamos al Ayuntamiento la cesión del espacio hasta que decida hacer algo en él».
Vecinos del distrito Centro se encargan desde entonces de dar uso a un solar que en su origen fue un cementerio árabe, después una plaza, un mercado y, por último, un polideportivo. Esta vez, la crisis económica ha servido para algo.
En el cambio de actitud del Ayuntamiento, Manu cree que ha influido tanto la crisis como el buen resultado de los proyectos. «Se han dado cuenta de que merece la pena apostar por ello, porque con pocos recursos se hacen cosas interesantes». «De todas formas –matiza–, es un proceso que está comenzando. Se va generando confianza por ambas partes: cada cual tiene sus objetivos y sus miedos».
El Solar de Lavapiés representa un caso distinto. «Este solar lo “liberó” (nos gusta más que la palabra ocupar) la Asamblea Popular de Lavapiés el verano pasado», explica Elena, que participa en él. «Aquí se ha hecho cine, se celebraron las fiestas del barrio… Después decidimos lo del huerto. El fin es que vecinos y colectivos puedan utilizar este sitio».
Aparte de El campo de cebada y el Solar de Lavapiés, otros ejemplos de iniciativa ciudadana en lugares públicos son la Red de Huertos Urbanos Comunitarios de Madrid (Rehdmad), el centro social la Tabacalera de Lavapiés y Esta es una plaza, el otro solar del barrio que ya tiene la cesión temporal firmada por el Ayuntamiento de Madrid.
Mariano, de 53 años, acude todas las semanas a esta plaza, que además de un precioso huerto cuenta con secciones como Jardinería, Bicis, Convivencia, Agua, Juegos para niños… «Es un proceso lento —reconoce—, en el que hay gente de todas las edades». Las decisiones se toman en las asambleas mensuales y, según Mariano, todo allí es de todos, también lo que se obtiene del huerto.
A Bas, holandés de 32 años y miembro de Local Squares, comparado con alguna ciudad de su país Madrid le ha resultado más sucio y más proclive a la conversación, «una ciudad agradable en la que es fácil moverse».
Lugares como «El campo de cebada» le han parecido interesantes, pero aclara que él tiene una visión crítica: «No he visto mucha gente en ellos y realmente son grupos pequeños los que participan…». Bas no busca respuestas, se hace preguntas (¿qué sucede?, ¿es este el camino correcto?, ¿cómo abrirlo a más gente?) en un tono casi filosófico. «La respuesta es muy difícil —dice—, pero hay que experimentar: lo importante es el proceso de cambio y las relaciones humanas que surgen de él».
Mientras, en el Solar de Lavapiés las berzas esperan la llegada de la primavera. Con ella aparecerán los pimientos, las cebollas y los tomates; de momento, solo una simiente en fase de crecimiento.