Bru Rovira: «El buen periodista es un gran escritor»
«El periodismo de color es una mierda». Con este primer golpe en la frente aborda Bru Rovira (Barcelona, 1955) el periodismo actual. Quien trabajó durante un cuarto de siglo en La Vanguardia es uno de los invitados a debatir sobre «periodismo comprometido». Con marcado acento catalán, advierte que «sin periodismo de calidad no hay compromiso posible». Calidad que echa de menos en unos periódicos «diseñados para que los lectores sepan lo que tienen que pensar, no para que los lectores piensen». Esto, remacha Rovira, es un «desastre» que nos aboca a un «totalitarismo del sistema».
El veterano reportero no se deja fascinar por el «mito» tecnológico. Twitter, sin periodismo de contenidos, «da la sensación de vertedero». Rovira no tiene cuenta en ninguna red social. «Si Twitter es sustitutorio del contenido, mal vamos. Es corto, no es reflexivo, es puntual». Aunque admite que en 140 caracteres es posible resumir ideas interesantes, la red se le antoja insuficiente para que una sociedad afronte sus problemas, verbigracia, crisis económica o nacionalismo catalán. Si, como dijo Arthur Miller, un periódico es una nación hablando consigo misma, el periodista catalán afirma que en España «hay demasiadas naciones hablando consigo mismas». Y a los diarios acuden los lectores «para confirmar su dolor de cabeza, sus fantasmas, sus fantasías, y que no son idiotas, cuando en realidad siguen a la manada de burros».
Él considera que el periodista es, también, escritor. Por eso el periodismo tiene que volver a la belleza, aspirar a las virtudes literarias: emoción, estilo, ritmo, silencio. «El buen periodista es un gran escritor». Pero es difícil escribir bien sin leer, y en el Congreso de Periodismo Digital de Huesca no se ven periódicos generalistas «porque nadie los lee», medio bromea. Y los estudiantes, menos. Escribir bien requiere «construir en tu cabeza» previamente el texto. Práctica en desuso en una época en la que «casi todo se fabrica al instante».
Para acabar con el ruido y la furia que envuelve al periodismo de hoy Rovira prescribe «volver a la vida interior, a la introspección». Un filósofo expresó que el conocimiento de uno mismo es la única asignatura pendiente. Silencio. Rovira recomienda dejar de estar «histérico por hacer mil cosas y pensar por qué se hace cada cosa». Cuál es el sentido. Recuerda un poco al silencio imposible que pide Moya en una placa situada en la recepción de ABC. Misión complicada en «una sociedad compulsivamente enferma, con una incapacidad tremenda para el silencio y la reflexión».
Tal y como están las cosas él «cerraría las facultades de Periodismo para volver a la humildad del oficio». A los estudiantes les incita a «decapitar a los profesores». Metafóricamente hablando, claro. «La facultad es un bodrio y la periodística como ciencia no es nada». Lo que importa es «la vida, el terreno, divertirse, gozar del periodismo». Porque «el periodista es el bohemio de la clase». Y esta actitud básica debe complementarse con una formación básica: «literaria, humanística, histórica, etcétera».
Este aventurero cree que el periodismo «no puede sobrevivir sin la aventura. Sin el gusto de la aventura». Pero opina que el ocaso de los periódicos no es el fin de los reporteros viajeros, al contrario, «el viajero por cuenta propia» siempre tiene futuro. La aventura es externa e interna, puesto que «la aventura humana del conocimiento no tiene límites». Rovira lamenta que la gente pierda demasiado tiempo en los aparatos electrónicos: «¿Se puede saber a qué estás conectado?»
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