Madridistas por el mundo y el Messi donostiarra
Pronto le colgaron la etiqueta de «derbi descafeinado», pero lo cierto es que un Madrid-Barça siempre lleva cafeína. Aunque 16 puntos ligueros los separen, aunque se juegue a las 4 de la tarde… El clásico entre los clásicos, el eterno partido del siglo, levanta pasiones en todos los rincones del planeta Fútbol.
Un grupo de aficionados mexicanos enseñan en la Castellana una pancarta con los escudos del Real Madrid y el Barcelona, dos banderas mexicanas y el lema: «México está con ustedes». Son cinco, tres varones y dos mujeres. En principio afirman que vienen «a apoyar a los dos equipos», aunque luego dos de ellos se levantan la camiseta verde de su selección nacional y muestran que debajo llevan la azulgrana. Al final, confiesan: «Vamos con el Barça, pero como no queremos que nos peguen…» Dos de los viajeros son hermanos que en México juegan «en el mismo equipo», pese a su edad madura, y tienen «abono para el estadio Azteca». Están orgullosos de los futbolistas mexicanos que han jugado en Madrid y Barça, como «¡Hugo Sánchez!» (autor del Señor Gol).
Por la avenida de Concha Espina van tres japoneses ataviados con sombreros del Real Madrid y bufandas «dobles» (éstas mezclan los colores del Madrid con los del Barcelona). Aunque no hablan español, animan al Madrid y han recorrido miles de kilómetros «sólo para este partido». El fútbol es a beautiful game, «un hermoso juego», explica Akaiba. En la conversación con los nipones irrumpe un animoso y virulento libio que grita en inglés: «¡¡A toda la gente del Barça la vamos a matar!!». También ha venido sólo para este partido. Proclama que en Libia el fútbol español tiene muchísimos seguidores y tiene muy claro su pronóstico: «2-0 for merengue». Casi acertó.
El ambiente es festivo, colorido y multicultural. Prima el «buen rollo». Muchos lucen camisetas del Barça con normalidad, y se detectan bastantes bufandas dobles. Nos acercamos a un puesto de mercaderías para preguntar por éstas y dicen que se venden a 10 euros y con ocasión «de estos partidos». Aun así, esta bufanda «se vende poco» en comparación con otros productos.
Dos venezolanos, aficionados del Zulia FC, también han venido para apoyar «al Madrid». Un grupo de seis indonesios aseguran que van con ambos. Dos adolescentes angoleños se mojan más: uno pronostica un «4-0» para el Madrid y el otro un «0-2» para el Barça. Les acompañan tres adultos, todos seguidores de la liga española desde Angola. Y de Inglaterra viene un grupo de siete aficionados sin entradas, a los que un joven madrileño está intentando vendérselas.
También de Inglaterra viene por primera vez al Bernabéu un sexteto de aficionados de origen bangladeshí. Todos lucen la camiseta del Madrid, con diferentes nombres a la espalda: Zidane, Ronaldo, Legend, Jün o A. Ali. Sin embargo, uno de ellos confiesa que lleva «al Madrid en la cabeza pero al Barça en el corazón». Aunque vienen de Londres, son seguidores del Manchester United. Sus futbolistas preferidos del Madrid son Ronaldo y Xabi Alonso, y de los «diablos rojos», Rooney. Al despedirse uno de ellos grita: «¡Visca Barça!».
Los numerosos bares y restaurantes de la zona sacan un gran partido de los grandes partidos como éste. Muchos adoptan nombres de términos futboleros: orsay, penalti… El camarero de un pequeño bar desvela que recaudan «entre 1.500 y 2.000 euros los días de partido, más que en el resto de la semana». Aun así, bastante menos que antes de la crisis, cuando hacían «unos 5.000 euros» de caja por partido. Los dueños de este bar se han puesto a preparar bocadillos y empanadas en serie. Se les han agotado rápido. «Hemos calculado mal. Pensábamos que no iban a venir a comer, y han venido», confiesan. Y eso que su pantalla no retransmite el clásico, «porque no tenemos Canal Plus».
El Messi donostiarra
La mayoría de locales cercanos sí lo televisan, y en su interior se amontonan los clientes. En la terraza de uno de ellos ocho amigos permanecen sentados en las sillas metálicas, bastante ajenos al encuentro. Uno de ellos llama la atención por vestir la indumentaria de Leo Messi, con el pantalón muy subido, a lo Cantinflas, la camiseta por dentro, medias blancas estiradas y zapatos marrones. Es la dura prueba a la que su cuadrilla le somete en su despedida de soltero.
El varón se llama Gorka. Es de mediana edad, moreno, con el pelo corto y bigotillo mexicano. Su nombre de guerra es Pelote porque se pasó «los cuatro años de carrera pelado al cero». En breve se casa. «Es lo que tiene la vida», filosofa. Es «de Donosti», pero trabaja en Londres. Su hermano vive en Éibar y otros amigos vienen de Barcelona o Valencia, donde trabajan. Él no es del Madrid ni del Barça, es de La Real, pero puestos a elegir prefiere un 1-5 para los azulgranas. «Pero en realidad me toca un pie». De repente se desgañita y clama a gritos que le inyecten «¡¡hormonas!!». Cuando llega el primer gol del Madrid, augura: «Están dejando al Madrid que se anime, pero más dura será la caída». Todos los periodistas que transitan por el lugar quieren hablar con Gorka-Messi, y él posa ante las cámaras imitando la celebración de Cristiano (enseñando el muslo) o de Raúl (señalándose el nombre) e incluso se tira a la moqueta para recrear «la cucaracha» de Ronaldo.
Para dejar claros sus colores, grita de vez en cuando: «¡Aúpa Real!», con marcado acento vasco. Asegura que los de La Real Sociedad son «más abiertos de mente que los del Athletic», y por eso entiende que Xabi Alonso fichara por el Madrid «para progresar», comparándolo con el caso Llorente. De repente César (nombre supuesto), se acerca al bar a pedir un whisky. Su estado denota que no es el primer trago de alcohol de la tarde. Ve a Gorka-Messi y le espeta: «¡A Polonia!». También le llama «subnormal». El ambiente se caldea rápidamente, y varios presentes tienen que indicarle que va vestido así por una despedida de soltero. A César no le valen razones, y ante las burlas de Gorka-Messi, amenaza con llegar a los puños. El Messi donostiarra se lo toma a broma, pero sus amigos le arrastran para continuar la fiesta en otra parte.
Un catalán que se ha quedado sin entrada personifica mucho mejor el buen entendimiento entre los dos clubes. «Soy de origen catalán, pero trabajo y vivo en Madrid. En realidad el partido me toca un pie: lo que me gusta es el buen rollo, el ambientillo. En Madrid estoy muy bien, tengo muchos amigos. Mis amigos del Madrid me caen tan bien que casi casi soy del Madrid. Digo casi porque un catalán no puede decir nunca que es del Madrid. Pero en el fondo -remacha- me toca un pie».