En el fondo siempre hay sitio
Al fondo, una barra. En el centro se encuentra el grifo de cerveza con tres tiradores en color cobre. Alrededor del grifo, en dos filas, están colocadas las copas de cerveza. En la pared de detrás de la barra, dispuestas en triángulo, tres baldas sobre las que posan diferentes botellas. Debajo, sobre una mesa, una cafetera exprés rodeada de tazas de porcelana blanca. Se escucha, de fondo, música procedente de una emisora de radio. No importa cuál. Al otro lado de la barra, dos taburetes vacíos esperan la llegada de clientes. En un tercer taburete, a la derecha, un cliente permanece sentado de espaldas al público mientras remueve el café que contiene una taza de porcelana blanca.
ACTO I
CLIENTE 1. ¿A qué hora juega el Madrid? Pregunta mientras levanta la mirada del periódico que está leyendo.
CAMARERO. Creo que a las 9. Pero no me hagas mucho caso. En la portada del deportivo viene. Responde al mismo tiempo que simula estar limpiando con un trapo la superficie de la barra.
Entra en escena el Cliente 2 que emerge de entre el público.
CLIENTE 2. ¡¡¡Buenas!!! Exclama con un tono de alegría muy exagerado.
CAMARERO. ¿Pero qué horas son estas? ¿Sabes cuánto tiempo llevan las calles ya puestas? Avanza con gesto divertido hacia el grifo de cerveza para echar una caña. Pongo lo de siempre, ¿no?
CLIENTE 2. Para no variar. Y si tenéis paella de aperitivo, una para mí. Sonríe mientras se sienta en el taburete que está al lado del Cliente 1.
CAMARERO. Paella para uno. ¿Oído cocina? Grita.
VOZ EN OFF. ¡¡Marchando!!
El camarero sirve la cerveza mientras entra en escena el Cliente 3. Levanta la mirada y finge sorpresa al ver que se asoma por la supuesta puerta el Cliente 3.
CAMARERO. Ya estamos todos. Ahora sí. Dice para sus adentros, mirando al público. ¡Hola! ¿Qué tal va la cosa? Pregunta al cliente 3 conforme avanza hacia él y entra apoyado sobre unas muletas.
CLIENTE 3. Pues va, que no es poco. Tengo para unas semanas. Pero eso de estar encerrada entre las cuatro paredes de casa… ¡¡Me pone mala!! No sé estar sin hacer nada. Esto es un verdadero infierno. Se queja casi gritando.
CAMERERO. Paciencia que es la madre de todas las ciencias. ¿Qué te pongo? Pregunta con un tono más bien conciliador.
CLIENTE 3. Pues… Umm. (Duda, en silencio) Joer, es que no sé ni que tomar. Ponme una Coca Cola, pero… ¿La tienes sin cafeína?
CAMARERO. No. La tengo light, pero sin cafeína no. ¡Pero qué más te da! ¿Vas a ir a dormir? No. Anda, toma una normal que verás cómo se te quita esa cara que traes. Bromea. Se acerca al cliente con el vaso y la Coca Cola. ¿Y de aperitivo, qué va a ser?
CLIENTE 3. No quiero nada, por ahora. ¿Sabes lo que pasa? —pregunta al camarero que mira asintiendo y dispuesto a escuchar sus motivos— Tomo las dichosas pastillas por la mañana. Nada más levantarme. Y me dan un sueño terrible. ¡Como no haga nada más que comer y dormir… Pues tampoco me entra apetito!
ACTO II
Los dos primeros clientes comienzan una conversación. Se sitúan frente a frente, de perfil al público. El primero abandona la lectura del periódico y apura el último sorbo de café. El segundo, deja sobre la barra la caña de cerveza y retira el cuenco con las cáscaras del marisco de la paella. El tercer cliente y el camarero pasan a un segundo plano.
CLIENTE 2. (Se dirige al cliente 1.) ¡Manda huevos! ¡Lo que no pasa en este país, no pasa en ningún otro! Exclama indignado mientras soporta en su mano un diario de información general (el que sea).
CLIENTE 1. ¡Si es que es una vergüenza! No se salva ni uno. Da igual que seas de derechas que de izquierdas. Son todos iguales. Sólo miran para su propio bolsillo: Tó pa la saca. ¿Y al resto? Venga impuestos.
CLIENTE 2. —¡Por salvar no se salva ni la hija del Rey! Vale que su marido sea un chorizo pero que hasta ella esté en el ajo… Ojo al parche.
CLIENTE 1. Si este es un país de pandereta. Ná de ná. Mucho ruido y pocas nueces. Te lo digo yo.
CLIENTE 2. (Mueve la cabeza hacia la derecha y hacia la izquierda mostrando gesto de duda.) Es que es un escándalo. ¿Cómo no a va a ir a los juzgaos? Manifiesta con tono descreído. Di tú, que yo a estas alturas del partido, me lo creo todito.
CLIENTE 1. Déjate de hostias, que de ser verdá… Dice arrastrando la última sílaba. Aquí se lía la de Dios. Parda, muy parda. Vaticina.
CLIENTE 2. ¡Aquí no se mueve ni un dedo! Somos todos unos papanatas. Nos dan por tós laos y ni chitón, ni una puta palabra. Te digo yo que en este país no pasa ná. Exclama, embravecido mientras bebe un traguito de cerveza.
CLIENTE 1: ¡Camarero! Mira al frente mientras gira el dedo índice en el aire indicando que quiere que le sirva otra ronda.
(Aparece el camarero desde la otra esquina de la barra deteniéndose ante el grifo de cerveza.)
CAMARERO. ¿Otra de lo mismo?
CLIENTE 2. ¡¡¡No!!! A mí ahora dame una birrita. Así pruebo la paella que tiene buena pinta. Dice mientras guiña un ojo, cómplice con el camarero.
CLIENTE 1. Yo no quiero más granos de esos. Pon una cerveza y pa comer unas aceitunillas, mismamente.
El camarero les sirve lo que han pedido y se retira. Se detiene ante el cliente 3.
CAMARERO. Bueno… Y tu hija, ¿qué tal?, ¿sigue trabajando en…? ¿Dónde era que trabajaba?
CLIENTE 3. En un supermercao. ¡Qué va! ¡Más quisiera ella! Mientras se limpia los labios procurando no eliminar el carmín y da un sorbo al vaso de refresco. Tá en el paro. Hicieron un… ¿Cómo se dice eso? Pregunta mientras trata de hacer memoria. Sí, hombre sí. Cuando despiden a un montón de ellos…
CAMARERO. ¿ERE?
CLIENTE 3. Eso mismo. Así que a la calle. Lleva dos meses. Y ya sabes… Buscando por aquí y por allá, echando currículums… Pero ná de ná. No la llaman de ningún sitio. ¡Esto es una vergüenza!
CAMARERO. La verdad es que está todo igual. Y mientras tenga paro… Lo peor es cuando se acaba y no hay trabajo. ¿Qué haces con la hipoteca, los niños…?
CLIENTE 3. Pues sí. Luego se extrañan cuando la gente no paga los pisos. ¿Cómo? A mí que me lo expliquen. Venga desahucios. ¡Como si así solucionasen algo! Se queja mientras echa mano al bolso y saca la cartera con intención de pagar. ¡Dime cuánto te debo guapetón!
CAMARERO. Por ser tú, son dos euros. Bueno, por eso y por lo de guapo, que me llegó al alma. Dice mientras coge el billete de cinco euros que le da la señora con una sonrisa de oreja a oreja.
CLIENTE 3. ¡Ay! ¡Cómo eres! —dice insinuando conocer el carácter adulador del camarero, dejando claro que hay mucha confianza entre ellos. — Eso es pa ti. Por salao.
CAMARERO. ¡¡¡¡Bote que regalan!!!! Exclama mientras recoge las monedas que el cliente 3 dejó sobre el platillo de la propina y se dirige a un bote de Coca Cola. Se escucha la caída de las monedas.
Al fondo, los otros dos clientes piden la cuenta alzando la mano y haciendo que toman nota en el aire.
CAMARERO. ¿La cuenta? Acaba la pregunta y comienza a hacer los cálculos en voz baja. Pues son… Tres cañas a 1,50… 4,50… Más el café, que son 1,20… Sube el tono de voz y exclama. ¡Son 5,70€!
Los clientes se enzarzan en una discusión para determinar quién de los dos invita a quién.
CLIENTE 2. Que invito yo, que ya el otro día pagaste tú. Dice mientras le empuja con el brazo para impedir que saque el dinero.
CLIENTE 1. Ni se te ocurra cobrarle a éste. Advierte mientras saca el monedero del bolsillo trasero del pantalón vaquero y mira desafiante al camarero. Son billetes falsos. Bromea.
CLIENTE 2. Quédate con la vuelta. Dice al entregarle un billete de cinco y una moneda de un euro.
Los clientes abandonan el bar. El camarero se despide de ellos y comienza a recoger. Suena una voz en off.
VOZ EN OFF.
El bar es ese lugar donde siempre podrás reír, debatir y hasta llorar; donde el camarero se convierte en ese psicólogo que sólo te cobra por estar, no por escuchar. Las penas con cerveza, son menos penas. Al final, en el fondo siempre hay sitio. Para una caña, para unas risas, para lo que sea…
El camarero apaga la luz.