En otra España
La última encuesta del CIS, realizada a primeros de marzo, reflejaba que los principales problemas de los españoles eran el paro, la corrupción, la economía en general y, en cuarto lugar, los políticos. No la política como parte fundamental de cualquier sistema democrático, sino los dirigentes que la ejercen. Los encuestados citaban en un 31,4 por ciento a los políticos de nuestro país como un problema. Además, una inmensa mayoría de la gente que respondió, el 84 por ciento, decía que la situación política en España era mala o muy mala.
¿A qué se debe esto? ¿Cuáles son las causas de tal preocupación? La raíz del problema reside en que muchos de nuestros políticos entienden la política como una profesión. Como su profesión, no como un lugar de paso, transitorio. Y así pasa que entre nuestros dirigentes abundan los que no han hecho otra cosa en su vida que no sea dedicarse a la política. Hay ejemplos para dar y tomar. En el PSOE, a su «número dos» Elena Valenciano, que por cierto no acabó la carrera de Derecho y Ciencias Políticas, no se la conoce actividad alguna fuera del partido. Si no se lo creen, entren en su web y miren su currículum. A Emiliano García-Page, alcalde de Toledo y secretario general de los socialistas de Castilla-La Mancha, tampoco. Con 19 años era concejal en su ciudad y ahí sigue. Si miramos a la acera de enfrente, también hay buenos ejemplos. La actual ministra de Sanidad Ana Mato entró en 1983, con 24 años, en Alianza Popular, antecesor del PP, y de ahí no ha salido. Y lo de su compañera en el Consejo de Ministros, Fátima Báñez, roza el esperpento. Resulta que la ministra de Empleo no ha tenido nunca un empleo. Sí, como lo leen. La primera vez que cotizó ala Seguridad Social fue con 30 años y entonces ya estaba dentro del partido.
La consecuencia de esto es que confunden lo que en su origen era la política, la búsqueda del bien común, con lo que en realidad parece ser que es: la búsqueda del bien propio y de mis allegados. Y claro, la sensación que queda es que nuestros políticos no pueden resolver los problemas que afectan a la inmensa mayoría de los españoles. Pero, ¿cómo se va a poner en la piel de un parado una mujer que nunca ha necesitado buscar trabajo? ¿Cómo puede ser que digan que comprenden al ciudadano de a pie si nunca en su vida han tenido la incertidumbre de saber qué va pasar en el futuro, si van a tener curro o no? En definitiva, nuestros políticos viven en una burbuja, en otra realidad, en otra España, si me apuran. En un país en el que nunca han conocido el paro, en el que nunca han tenido que hacer malabarismos para llegar a final de mes (más del 60 por ciento de los españoles que aún tienen trabajo cobran menos de 1.000 euros) y en el que nunca han llorado por tener una licenciatura, un máster y no encontrar trabajo. Un puto trabajo. Aunque sea precario.