Encerrados
Primera escena
A la vista de los espectadores, solo un viejo ascensor de tres metros cuadrados, con capacidad para 300 kilos, situado en un periódico cualquiera, durante un caluroso día de primavera. Al fondo del ascensor hay un espejo. Son las 14:32 y en él acaban de montar cuatro periodistas: el director, un jefe de sección, un redactor y el becario. Todos, salvo el becario, pesan más de 90 kilos. Son hombres fornidos. El peso total es de 333 kilos. Se cierran las puertas del ascensor.
DIRECTOR. ¡Hola, señores!
El resto se ponen muy serios y responden al unísono al saludo.
JEFE DE SECCIÓN. ¿A qué piso va, señor director?
DIRECTOR. A mi despacho. Al tercero.
JEFE DE SECCIÓN. ¿Y nosotros?
REDACTOR. Al primero y así el becario ya sabe donde están los cafés. (Risas).
BECARIO. Lo que ustedes digan.
El jefe de sección marca los números uno y tres, pero el ascensor no responde. Se ha parado y en el mismo panel donde están los números se enciende una luz roja.
DIRECTOR. Muy enojado. No me jodas que esta mierda se ha parado. Pues estoy yo para perder el tiempo…
El redactor marca enseguida el botón con la campanilla de emergencia. Pasan los segundos y nadie responde. Vuelve a insistir. En vano.
REDACTOR. Parece que no hay nadie y por la tarde no están los técnicos.
DIRECTOR. Más enojado que antes. Pues coño, tira de agenda, llama a alguien, eres periodista joder…
JEFE DE SECCIÓN. Mira con severidad a su inferior y luego con seriedad al director. Eso, eso. Pero hazlo ya, que no tenemos todo el día.
El redactor se mete muy rápido la mano en el bolsillo y saca su Blackberry. Tuerce el gesto.
REDACTOR. Me temo que aquí no hay cobertura.
DIRECTOR. Ahora sí que la hemos cagado ¡joder! y tiene que ser precisamente hoy, cuando tengo en mis manos la exclusiva del año… Pierde los papeles y se pone a golpear con fuerza las puertas, pero estas no se abren.
Segunda escena
Tres horas después, los cuatro periodistas siguen encerrados en el ascensor. Ahora el director está sentado y con varios botones de la camisa desabrochados. Eso hace que los otros tres periodistas estén apretujados en el minúsculo espacio que queda enfrente del director. Todos sudan. Rompe el silencio el becario.
BECARIO. Señor director, ¿le puedo hacer una pregunta?
El director se sobresalta y levanta la cabeza para mirar al becario.
DIRECTOR. Dime chaval, ¿qué quieres saber?
BECARIO. ¿Cuál es esa exclusiva que tenía en sus manos?
El director se queda mirando fijamente al becario y al cabo de unos intensos segundos, le responde con orgullo.
DIRECTOR. Una que iba a acabar con este Gobierno corrupto que tenemos.
BECARIO. Vaya, sí que era importante entonces.
JEFE DE SECCIÓN. Es que en este periódico no vendemos cualquier cosa, chaval. En esta casa somos muy serios. Otra vez mira primero severamente al becario y luego observa de reojo la reacción del director, que ni se inmuta. Se vuelve a hacer el silencio. Al cabo de unos minutos, habla el director.
DIRECTOR. Oye chaval, ¿no tendrás tabaco?
El becario se mira en el bolsillo y saca un paquete de Camel.
BECARIO. Aquí tiene señor director, pero no tengo mechero. Se me ha debido caer en el autobús.
El director alarga el brazo para coger un cigarrillo, y al instante el jefe de sección saca un mechero del bolsillo de su chaqueta y se agacha para darle fuego al director.
JEFE DE SECCIÓN. Se ríe mirando al director. Menos mal que siempre yo llevo uno, aunque no fume.
El director da una calada, abre la boca y llena el ascensor de humo. El jefe de sección y el redactor tosen.
DIRECTOR. Joder, aunque estemos encerrados, con un cigarrillo todo se lleva mejor. Qué pena que ya no se pueda fumar en las redacciones…
JEFE DE SECCIÓN. Ni que lo diga señor director, con lo a gusto que se estaba en aquellos tiempos…
El director y el redactor miran al jefe de sección. El director, sorprendido. El redactor, con odio.
Tercera escena
Son las 8:08 de la mañana del día siguiente. El reducido suelo del ascensor aparece lleno de colillas. Encima de él, están tumbados como pueden los cuatro periodistas, unos encima de otros. De repente, se abren las puertas y aparece un técnico vestido con uniforme. El técnico se sobresalta. Los periodistas se levantan como pueden, también sobresaltados.
TÉCNICO. Hostias, pero si estaban aquí…
DIRECTOR. Ya era hora de que alguien se acordara de nosotros.
TÉCNICO. Menos mal que les he encontrado, señor director, porque estaba todo el mundo buscándoles.
DIRECTOR. Pero, ¿por qué cojones nadie ha mirado en el ascensor desde ayer por la tarde?
TÉCNICO. Ya sabe señor director, los recortes. Ahora solo trabajamos por la mañana.
DIRECTOR. ¡Malditos recortes! Este Gobierno hasta nos encierra…
TÉCNICO. Pues más o menos eso mismo ha titulado el periódico. Mire…
El técnico les muestra un ejemplar del diario. En la portada: «Secuestran a cuatro periodistas, entre ellos el director, que iba a publicar una gran exclusiva del Gobierno». El director arranca a reírse a carcajadas.
DIRECTOR. Sinceramente, ayer creía que hoy pasaría a la historia, pero nunca por esto…
JEFE DE SECCIÓN. ¡Hemos hecho historia! ¿Ves chaval lo que yo te decía? Si es que somos un periódico serio. Pero que muy serio.
BECARIO. Ya lo veo, ya.
FIN