«Muy posiblemente imputarán a Griñán al final del sumario»
Agustín Rivera, delegado de El Confidencial en Andalucía, asegura que «sí hay argumentos jurídicos para imputar» a José Antonio Griñán, el presidente de la Junta de Andalucía, por el caso de los ERE falsos. Esta opinión la refrenda un conocido fiscal de la Audiencia Nacional, que señala el artículo 11 del Código Penal, que establece que en un delito también cabe la comisión por omisión, cuando existe «un especial deber jurídico del autor».
En la presentación de El cortijo andaluz, Agustín Rivera (Málaga, 1972) se refirió a Griñán como un «personaje absolutamente fascinante» y confesó que su proyecto inicial era escribir sobre él. Sin embargo, la editorial consideró que el presidente del PSOE no tenía suficiente peso (editorial) y le aconsejó centrarse en la trama de los ERE fraudulentos. Así empezó a gestarse esta gran crónica política cuyo nombre original iba a ser, cuando las encuestas preveían un cambio histórico en Andalucía, «El fin del cortijo andaluz».
Desde «el chófer de la cocaína», Juan Francisco Trujillo, hasta José Antonio Griñán, pasando por Juan Lanzas, Francisco Javier Guerrero o José Antonio Viera, el reportero no deja títere con cabeza en uno de los mayores entramados de corrupción de la historia de España. Aunque deja claro que el PSOE andaluz tiene corrupción «en proporciones mucho más altas» que sus adversarios o aliados políticos, PP e IU tampoco salen bien parados de estos capítulos, porque «tienen corrupción en ayuntamientos y diputaciones provinciales». El autor manifiesta su voluntad de «huir de maniqueísmos» y su deseo de que el libro interese no sólo en Andalucía, sino en toda España.
El investigador cuenta cómo al principio le «felicitaban los del PP», pero luego, conforme leían el libro, «nada». «Jamás ha venido un político a ninguna presentación», remacha. Se muestra crítico con el PP andaluz, que ha cometido «muchos errores», y con su antiguo líder, Javier Arenas, que, quizá por parecer el candidato ideal, fue a la última campaña «sobrado», apostó por un «perfil bajo» y rehusó los debates en Canal Sur, que es «uno de los dos medios que vertebra Andalucía junto a la A-92». Agustín Rivera, doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga, también dedica páginas a Juan Manuel Sánchez Gordillo, «el Kim Jong de Marinaleda».
Raúl del Pozo, la estrella mediática del día gracias a su columna en El Mundo, e Ignacio Camacho, andaluz de Marchena, fueron los encargados de presentarle en el desayuno ofrecido por La esfera de los libros en su sede de la Avenida de Alfonso XIII de Madrid. Del Pozo, cuyo móvil no cesó de sonar durante todo el acto, alabó el libro como «magnífico» por aunar «reflexión, análisis y reporterismo». «Es difícil conseguir la brillantez con datos, y tú la consigues», le dijo al autor, que se sentaba a su derecha. Ante los diez periodistas y editores reunidos, también elogió «la capacidad para fabular sobre la verdad» del investigador y estimó que libros como éste «reivindican a los periodistas cuando su nivel de popularidad ha degenerado hasta el de los políticos». Con un toque de humor se refirió a la «Chicago con buganvillas de la época de Moby Gil» y destacó que es muy difícil hacer periodismo en la «Costa Nostra».
Por su parte, Ignacio Camacho coincidió en resaltar el mérito de escribir sobre Andalucía «desde dentro», dados los fuertes intereses en ocultar la verdad. Según el columnista de ABC, Andalucía es «tierra de estereotipos» que en lo político ha adoptado el de «patio trasero, trastienda del poder y escenario pintoresco», lo que provoca que la «mirada displicente» de España revista su corrupción de «banalidad». Para Camacho, en esta mirada se ha «refugiado el régimen» para lograr una impunidad que ahora empieza a resquebrajarse.
Camacho, que fue jefe de Rivera en El Mundo de Andalucía, definió al autor como «un joven regeneracionista; sincero, valiente, objetivo y muy tenaz, con una fe portentosa». Estas virtudes le han llevado, indica, a desafiar «el pacto de silencio» que pesa sobre la única Comunidad Autónoma que no ha cambiado de gobierno en 30 años, «un caso bastante insólito si no único en la Europa moderna». Camacho, más que de cortijo, habla de la «construcción de un latifundio de poder, consagrado a un monocultivo político». Los ERE, de los que opina que no ha salido más que «la espuma atrabiliaria», serían la marca de hierro de la entrada a la finca, en la que conviven capataces, señoritos… y también jornaleros rebeldes (en referencia a Rivera) que no se doblegan ante la mirada del señorito.
Camacho vaticina que a Griñán le imputarán al final del sumario y le desimputarán en el Tribunal Superior de Justicia andaluz. Cree que esa crisis «dinamitará el bipartito». Añade que Griñán «puede sufrir si a él se le imputa y a Chaves no». Rivera destaca cómo el presidente andaluz está «visiblemente más nervioso en sus últimas comparecencias». Confiesa que cuando relevó a Chaves al frente de la Junta pensó que era un político bien preparado. No obstante, rodearse de los griñaninis (término acuñado por el periodista de ABC José Robles, que alude a sus colaboradores que ni estudiaron ni trabajaron) no ha sido la decisión más eficaz para hacer progresar a una Comunidad Autónoma con un 36 por ciento de paro.