Un día en Cercedilla; tierra de romanos y mitos del deporte
Se dice que Carlos V practicaba la caza en sus bosques. También está documentado como su industria de la madera fue fundamental durante la construcción del Monasterio del Escorial. Un lugar para los peregrinos y para el descanso equino, tierra de madereros y de romanos, pues para hablar de Cercedilla hay que hablar de la Vía Antonia, la calzada romana que unía Titulcia y Segovia y sobre la que comenzaron a crearse unos pequeños núcleos rurales. Pero Cercedilla no es lo que es sin la nieve, sin el deporte del esquí y sin la figura de Francisco Fernández Ochoa.
Era el mayor de ocho hermanos, nacido en Madrid pero criado en Cercedilla, donde se trasladó la familia porque el padre trabajaba en la escuela de esquí del Puerto de Navacerrada. Su oro olímpico en los Juegos de Sapporo en 1972 significó, en aquel momento, el cenit del deporte español. Una hazaña que le colocaba junto a ídolos como Manolo Santana y Ángel Nieto. No eran tiempos de bonanza para el deporte español, y Paquito fue de los que abrió la lata. Una estatua, recreando con fiel exactitud el momento de su gesta olímpica, preside hoy la plaza frente al Ayuntamiento de Cercedilla. Su recuerdo en bronce y el proyecto del museo nacional de esquí son el legado que él brindó a quienes le vieron crecer a las faldas de la montaña.
El debate sobre dónde se come la mejor carne de España podría ser eterno. Rivalizaría a gallegos y asturianos hasta la enemistad. Pero en esa batalla la sierra de Madrid tiene mucho que decir. Ese es uno de sus puntos fuertes, que junto al senderismo lo convierten en uno de los referentes del turista que busca montaña. Su población llega a triplicarse durante el verano y en fechas como la Semana Santa. Álvaro tiene aquí su segunda residencia, en la urbanización Peñablanca, situada a las afueras del pueblo. La casa era de sus padres y es donde pasa una parte de sus vacaciones con su familia. «Es un lugar tranquilo para mis dos hijas pequeñas. Y a mi mujer y a mí nos ayuda a descansar porque se respira y se duerme mejor que en Madrid».
Reconoce que le gusta escaparse también algún día laborable en el que tiene oportunidad, para pasear por el pueblo con mucho más desahogo que en un fin de semana. «Cercedilla tiene dos caras: una es la calma, la otra el relax». Podría parecer lo mismo, pero no lo es, porque el turismo que acoge no es un turismo masificado. Sus visitantes buscan esa calma que sus habitantes tienen cada día. Cercedilla es lugar de chimenea, venado, pacharán y puro.
Cercedilla es también un lugar con historia. Poco antes de llegar al túnel bajo las vías de la estación de tren encontramos el puente romano del Reajo, uno de los cuatro que sirven para salvar el río de La Venta. Apenas se conservan dos kilómetros y medio de la antigua calzada romana de la Fuenfría, y su estado nos muestra un camino empedrado al que la falta de conservación nos ofrece un fiel reflejo de tiempos pasados. En Las Dehesas de Cercedilla, se encuentra el tramo más largo de la calzada romana, que sirve de punto de partida para distintas rutas de senderismo.
En la estación de trenes hallamos uno de los atractivos que convierten a Cercedilla en referente del bioturismo en Madrid: el Tren de la naturaleza, una línea de tren que conecta con Navacerrada y el Puerto de Cotos. Tras inaugurarse en 1991, en el año 2012 había transportado a más de 75.000 personas. Cuando uno sube a sus vagones no encuentra nada parecido al confort. Asientos de madera, y algunos revestido de piel sintética de color corinto. Pero ese entorno genera la atmósfera perfecta, rústica y ciertamente decadente, para un trayecto de cuarenta minutos en los que el Tren de la Naturaleza serpentea hasta el Puerto de Cotos. Durante el trayecto por una vía algo más estrecha que la de los trenes comerciales, las ramas de los árboles golpean en las ventas del vagón. Nos sumergimos en la vegetación más profunda de la Sierra de Guadarrama.