Chamartín

Donde amanece la huelga


La huelga de basuras duerme

En las fauces de la huelga de limpieza, dos camiones —escoltados por una patrulla de la Policía Municipal— regresan al complejo que la empresa Valoriza (Vallehermoso) tiene en la plaza José María Soler. «Mírale, encima de esquirol viene vestido como un pincel», comenta uno de los miembros de los piquetes al paso de un compañero. «Ya lo ves, es lo que tiene arrimarse a la patronal», responde una voz ronca a pocos metros mientras sostiene una sonrisa. Dentro de uno de los vehículos, las risas de tres empleados afloran al oír el comentario. El ambiente es cordial: son las nueve de la mañana y en torno al piquete informativo se congrega una decena de empleados en huelga.

El primer día se desplegaron cinco coches de policía a la entrada de las instalaciones de Valoriza, una de las tres concesionarias que han anunciado recortes masivos de personal y de salario. Hoy (décimo día de paros) la presencia es nula y se limita a tareas de apoyo en momentos puntuales. «El Ayuntamiento trata de desprestigiarnos. Aquí en Chamartín solo se ha quemado un contenedor y nosotros no hemos tenido nada que ver», defiende uno de los integrantes del piquete que hace la guardia en solitario a la espera de refuerzos. Pasada la hora de entrada del primer turno (a partir de las siete horas), la jornada de vigilancia resulta larga e incómoda. «Nuestra labor es constatar que no se abusa de los servicios mínimos, no frenamos la salida a nadie», asegura desde el improvisado campamento. Media docena de sillas de terraza y dos muebles ruinosos sirven de soporte a unos pocos documentos —una lista con firmas de apoyo de los vecinos— y dos teclados de ordenador conectados a la nada. Atado a la parte superior, una pancarta con los lemas del litigio: «No a la esclavitud laboral», «Fuera contratas».

Piquete informativo en la Plaza José María Soler
Piquete informativo en la Plaza José María Soler

Sin embargo, el terreno de alrededor revela que no siempre reina la misma placidez. La basura acumulada en los laterales incluye largas tablas de madera y los vidrios esparcidos en la carretera evidencian símbolos de combates recientes. «El otro día trató de pasar un ciudadano al punto limpio —que no tiene relación con Valoriza— y por poco se enzarza con los compañeros que se negaban a retirar las barricadas», confiesa el trabajador de unos cuarenta años, que prefiere no citar su nombre. Pocos minutos después, casi una decena de huelguistas se suman a la conversación atraídos, acaso, por el interés de la prensa. A pesar de estar ansiosos por contar su versión, los huelguistas exigen no aparecer en ninguna fotografía y prefieren no ver mencionados sus nombres en el texto. Temen que los más activos en los paros terminen incluidos en el ERE.

«A mí me parten la vida si me echan»

«Se curra mucho recogiendo mierda con la mano como para cobrar cada año menos», espeta J.M, un trabajador de 58 años. Durante un rato en liza con los comentarios de sus compañeros, la voz del veterano barrendero termina por imponerse: «A mí me parten la vida si me echan. El año que viene voy a entrar en el plan de prejubilaciones ¿qué hago a mi edad si me largan?». J.M explica por qué los servicios mínimos no se están cumpliendo: «La empresa es la verdadera responsable. Muchos días han acudido los trabajadores solo para quedarse dentro sin salir a limpiar pues piensan que vamos a romper los camiones y los carros de limpieza, o yo qué sé por qué…». Precisamente, el veterano barrendero está apuntado a la lista de servicios mínimos del siguiente día. La mayoría de los huelguistas presentes también lo están. «Mucha gente no sabe realmente lo que está ocurriendo, piensan que queremos más dinero. Nosotros estamos perdiendo un dineral con la huelga, pero lo que nos prepara la empresa es una crueldad. Despidos, recortes y cambios de horario en un distrito donde ya se trabaja con muy poca plantilla».

«Estamos perdiendo un dineral con la huelga, pero lo que nos prepara la empresa es una crueldad»

Silvia —miembro del comité de huelga— tiene un enfoque nítido de la situación: «Nuestra sensación es que todo esto estaba pactado previamente entre el Ayuntamiento y las contratas. Es una especie de tira y afloja, donde nosotros estamos en medio», comenta la sindicalista y trabajadora de la empresa. «Nos han forzado a ir a la huelga. Desde hace dos años nos deben la actualización salarial y, de hecho, estamos a la espera de juicio», afirma Silvia, que no encuentra sentido a un ERE de esta magnitud. «Y encima Ana Botella nos amenaza con una medida ilegal: que Tragsa —una empresa con un ERE en curso— recoja la basura».

El sonido de varias latas de cerveza que se abren resuena detrás del puesto. Hasta el turno de las dos de la tarde no se esperan novedades. Abajo, en las instalaciones de la empresa, todo permanece inmóvil: nadie sale y nadie entra. Por una pequeña brecha asoma un empleado de Valoriza. «No hemos tenido ningún problema en esta zona con los piquetes», relata el trabajador del interior que entabla conversación hasta la llegada de su malhumorado superior. «Cuando termines la cháchara cierra la puta puerta del todo», vocifera. Al cierre de las barreras, la impresión de fortaleza es completa.

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