Cuando el tabaco no pueda secarse
Hasta donde alcanza la memoria de los hijos de La Vera la región ha vivido de la explotación del pimiento rojo –conocido a nivel mundial– pero el auténtico motor es desde hace un siglo el tabaco. Menos popular y mucho más rentable, el tabaco es la principal fuente de ingresos de los agricultores gracias, en gran medida, a las ayudas a la pérdida de la renta que destina la UE. «El tabaco de la Vera puede que sea el producto más subvencionado de toda la Comunidad Europea», asegura Nazario Morcuende, enlace sindical y dueño de una importante plantación al sur de Ávila.
El privilegiado clima de La Vera y lo propicio de sus tierras situó a España, a partir de 1919, entre los más importantes exportadores de este producto. Sin embargo, a mediados de los años setenta, la irrupción en el mercado de media docena de países en desarrollo rompió el romance. Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), se incrementó un 60% la producción de tabaco en el mundo, entre 1975 y 1997, pero los trozos del pastel se quedaron en los países en desarrollo, con un crecimiento allí del 128% en estos años. Mientras la producción y los precios no dejaban de caer en Europa, la calidad de los cultivos de La Vera no ha dejado de aumentar.
«La crisis económica no ha venido del todo mal. Ha profesionalizado el sector, pero el boom del ladrillo se cargó el relevo generacional», afirma Nazario Morcuende, que, sobre todo, elogia el nivel de mecanización de las plantaciones del norte de Extremadura. «Se están haciendo unos tabacos de calidad muy alta y las grandes tabacaleras lo saben».
No obstante, los avances técnicos del sector gozan de poco interés para Bruselas. La nueva reforma de la Política Agrícola Común (PAC), que aún se encuentra en negociaciones, prevé desacoplar las ayudas al cultivo de tabaco. El problema de fondo en la zona de La Vera, enmarcada en Extremadura, es que su bajo desarrollo económico y su alta tasa de paro –un 33,24% según los datos del INEM en octubre– hace inviable encontrar una alternativa a una agricultura sostenida por Cetarsa (la Compañía Española de Tabaco en Rama).
La incertidumbre sobre el futuro de la comarca espanta a nuevos inversores –a pesar de que los grandes contratos nunca han faltado, el último firmado hace un año con la tabacalera Philips Morris– y algunos agricultores comienzan a sopesar opciones. La obligación de desacoplar el 20% de las tierras dedicadas al tabaco –a razón de una ley medioambiental en Extremadura– para dedicarlas a un cultivo distinto, permitió sacar conclusiones: algunos agricultores apostaron, con escaso éxito, por la explotación de maíz; pero quienes lo hicieron por el pimentón sacaron una aceptable rentabilidad.
A pesar de que, escudado por la denominación de origen, la demanda de pimentón y su popularidad no ha dejado de aumentar en los últimos años, la mayoría ve complicado que el sector pueda absorber todo el mercado del tabaco, del que viven 20.000 familias. Sin tener en cuenta que el espectacular aumento de la producción de pimentón –que ya plantan el 10% de los agricultores– se da a costa de la mecanización del proceso y de una inevitable pérdida de calidad.
«Sin tabaco, aquí desaparece la agricultura de cabo a rabo»
El caso de Candeleda, pueblo de Ávila con alma y clima de La Vera, es difícil de clasificar. Atenazado por la crisis del tabaco –hace años consiguió una cosecha de un millón de kilos; este año fue de 265.000, según Cetarsa– y dependiente de Castilla y León, donde aquel cultivo suena remoto, esta tierra mestiza ha tenido una forma muy peculiar de encarar la situación. Los pocos productores de pimentón que quedan, menos de una decena, huyen de la mecanización. Tras medio siglo de cierre de sequeros, Óscar Tardaguila, psicólogo en paro, rompió la tendencia el año pasado y restauró el que heredara de su padre. «Aquí estamos haciendo el verdadero pimentón artesanal».
«El tabaco es subvencionado, no necesitas vender nada. El pimentón tienes que buscarte la vida para comercializarlo, y aquí la gente está mal acostumbrada». El proyecto de este licenciado en Psicología, que no puede contener una frágil carcajada al rememorar la larga lista de empleos que ha ejercido, tuvo un enorme éxito en su primer año. Tanto que ha decidido aumentar por tres la producción a costa de unas tierras que hace un lustro poblaban plantas de tabaco. «Debería haber más gente con ganas de salir adelante, de trabajar. Es muy fatigoso pero el pimentón de mucha calidad tiene futuro». Óscar Tardaguila cree que en el tratamiento artesanal puede estar la salvación de Candeleda, donde «si quitan las subvenciones del tabaco desaparece la agricultura de cabo a rabo».
En febrero de 2013, otro emprendedor siguió el camino de Óscar Tardaguila. «Decidí venirme al pueblo y, como aquí tampoco hay trabajo, me decliné por poner pimentón en la finca de mi padre. Podía optar por poner tabaco pero eso es todavía más desastroso», sostiene Diego Sánchez de 37 años, quien trabajó muchos años en el sector de la publicidad hasta que se vio afectado por un ERE. «Me he pasado diez meses trabajando de sol a sol. El campo es muy duro y este es un cultivo romántico, todo se hace cómo hace 80 años: todo es manual». El primer año de Diego Sánchez no ha estado exento de contratiempos, luego de iniciar tarde el cultivo, un problema con el tipo de semilla –la de La Vera es distinta– diezmó la cosecha. A pesar de todo, Diego Sánchez hace un balance positivo de la experiencia: «Tengo el 90% de la producción vendida fuera del pueblo. El año que viene repetiré». Sobre la falta de apoyo de las instituciones provinciales, lamenta que: «Siendo un pimentón mucho mejor que el de La Vera, la Junta de Castilla y León no ha mostrado el menor interés por potenciar su marca o en integrarlo dentro del sello Tierra de Sabor».
El futuro del tabaco sigue poblado con más preguntas que respuestas. ¿Sería viable el cultivo de tabaco sin la ayuda a la pérdida de la renta? Nazario Morcuende es contundente: «No sería en absoluto viable sin ayudas, pero aún hay margen de maniobra para la negociación de la PAC». No obstante en los últimos años Morcuende ha realizado una inversión de 100.000 euros en su plantación de tabaco, que ha dado por resultado un ahorro en el gasto energético y una mecanización del 100%. «A mí me desaparece el cultivo del tabaco y dejaría la agricultura con toda seguridad», sentencia.
Ante la urgencia, la solución propuesta por los hijos bastardos de La Vera, los candeledanos, sorprende por su agudeza: cuando emprender significa desempolvar el oficio de los abuelos. Puede que no sea la definitiva, ni extrapolable a otras zonas, pero toda la región coincide en que el camino pinta de color cobrizo.
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