«ARCO es como el Ave Fénix, renace de sus cenizas»
Aún recuerda el primera obra que compró en un viaje de estudios a París cuando sólo tenía 16 años. Era una obra abstracta «malísima» de un artista «de nombre inventado» que encontró, probablemente, en Montmartre y que adquirió con sus pocos ahorros. Varias décadas después, conserva la pieza con más cariño que admiración y narra la anécdota entre risas. Guillermo de Osma es hoy un consolidado coleccionista con más de 35 años de experiencia tras trabajar en París, Londres o Nueva York y haber pasado más de 20 años en su galería de Claudio Coello, 4, en Madrid. Por sus salas han desfilado algunos de los nombres más importantes del arte moderno y contemporáneo, desde Joseph Albers hasta Richard Serra. Su galería se centra, sobre todo, en la vanguardia histórica europea y latinoamericana, comenzando con el futurismo y cubismo de los años 10 hasta el arte conceptual, minimalista y la nueva figuración de los 70.
UN VETERANO EN ARCO
Ya han pasado veinte ediciones desde que Rosina Gómez-Baeza, directora de ARCOMadrid entre 1986 y 2006, le pidiera a un escéptico Guillermo de Osma que expusiera allí. Ahora, el coleccionista es un fiel defensor de la Feria y prepara una variada propuesta para la cita del 19 al 23 de febrero: «ARCO es como el fénix, renace de sus cenizas. Tiene la capacidad de volver a generar entusiasmo por el arte».
Su estand se dividirá este año en varias secciones: una latinoamericana, otra dedicada al pop español y otra a la vanguardia histórica. Equipo Crónica, Equipo Realidad, Braque, Albers o Tapiès serán algunos de los embajadores más solemnes de su colección. La horquilla de precios será tan variada como su plantel de artistas. Podremos encontrar obras por 2.500 o 3.000 euros, como alguna de Francisco Bores, hasta un Braque por 240.000 o 250.000 euros. De Osma también llevará dos apuestas contemporáneas: César Paternosto y Dis Berlin.
UNA OPORTUNIDAD
De Osma insiste en que ARCO es una luz en el reticente panorama español y un escaparate al mundo: «Ha sido un vehículo para España y el modesto coleccionismo nacional». En cinco días las ventas se multiplican y los clientes potenciales crecen. Es una carta de presentación: «El año pasado fue bien para una mayoría importante de galerías nacionales y extranjeras», afirma. De Osma es habitual de otras ferias internacionales como FIAC o Art Basel Miami.
«El mercado se ha visto muy tocado por la crisis», explica en referencia a la fuga de galerías internacionales de la Feria: «Han entendido que en momento de crisis no puede tener supernombres porque no tienen posibilidad de vender, pero han sabido sustituirlos por galerías interesantes, jóvenes y frescas», explica. A los problemas económicos y a una débil demanda interna, se le suma un nulo apoyo institucional que se materializó el año pasado con la subida del 21% del IVA cultural y a las importaciones (para comprar cuadros fuera de la UE): «Subir este impuesto al 21% cuando tus vecinos franceses lo tienen al 5,5%, te deja fuera de juego. A nadie se le ocurre importar un cuadro en España», comenta De Osma. El aumento de esta tasa significa, por ejemplo, que le cueste mucho más barato a un coleccionista francés que a un español comprar un cuadro de un artista estadounidense.
«La política cultural en nuestro país es bastante errónea. Cada vez que hay un cambio de Gobierno y ministro, cambian al director del Reina Sofía, la Biblioteca Nacional o el Prado. Es un disparate», afirma al ser preguntado por la escasa proyección internacional de artistas españoles.
De Osma reconoce las dificultades que tiene una feria como ARCO en un entorno difícil: «Para que un artista tenga valor de cotización es importante que su mercado natural, en este caso el español, esté activo», afirma el galerista antes de lanzar una pregunta al aire: «¿Por qué Tapiès es más barato que Soulages cuando históricamente el primero es más importante?».
Pese a las adversidades, De Osma se confiesa aún «un romántico del galerismo». Durante estos años, ha hecho una importante labor en la puesta en valor del arte español de las vanguardias como demuestra su última exposición Escuela de Altamira, que finalizó en noviembre. Es uno de los pocos coleccionistas que aún realiza catálogos de cada exposición y exige como requisito «que la obra te hable, te haga pensar y te provoque» antes de comprarla.
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