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Olga Lucía Lozano: «Si se hace bien, el periodismo es invulnerable»

Olga Lucía Lozano, directora creativa de La Silla Vacía  Foto: La Silla Vacía
Olga Lucía Lozano, directora creativa de La Silla Vacía Foto: La Silla Vacía

Olga Lucía Lozano parece tímida, una mujer de pocas palabras. Por lo menos al principio. Observa desconfiada y con distancia. No oculta su reticencia a ser entrevistada quizás porque no le interesa ser protagonista.  Hasta que se mete en materia, el periodismo, su «obsesión», y se deja llevar por un torrente de ideas y convicciones. Las que la llevaron a fundar, junto con Juanita León, La Silla Vacía, una revista digital colombiana en la que el periodista es espectador. Una revista incómoda e irreverente para el poder. «Somos una piedra en el zapato para muchos», asegura.

¿Cómo nace La Silla Vacía y qué la ha convertido en una publicación de referencia?

La Silla Vacía nace como un proyecto de periodismo digital de nicho hace cinco años. La directora, Juanita León y yo (directora creativa) teníamos la sensación de que cuando estábamos en los medios masivos era mejor lo que nuestros amigos nos contaban en los cafés que lo que se publicaba en la redacción. Juanita acuñó una frase que explica muy bien lo que queríamos hacer: «Tener un medio donde podamos contar todo lo que sabemos y saber todo lo que contamos». La Silla nace también con la intención de desvelar cómo se construyen las relaciones de poder en Colombia. Es un medio local que nos lleva a muchos ámbitos y que, sobre todo, pone énfasis en los hechos relacionales, para que la gente pueda entender, por ejemplo, por qué el que fue al colegio con Pepito tiene contratos cuando Pepito es presidente. La Silla tiene información de altísima calidad que no sale publicada en ningún otro medio. Nosotros tenemos una agenda propia, no vamos a ruedas de prensa, no reporteamos desde el teléfono. El hecho de ser digitales no significa que solo hagamos reportería en digital, cosa que suele confundirse. Seguimos siendo periodistas que salen a la calle, que se juntan con las fuentes, etc. Además, concebimos la revista como una laboratorio creativo donde probar nuevos formatos, nuevas maneras de contar, porque el cómo llegar es tan importante como el qué cuentas.

 ¿Cuáles son esos nuevos formatos y esas nuevas formas de contar?

Hemos probado de todo. En La Silla Vacía nació el Proyecto Rosa -por Rosa Hernández, una líder que lucha por los derechos de la víctimas de la violencia y el desplazamiento en Colombia-. En este proyecto usamos el transmedia pero también se ha apostado por la construcción de una crónica en vivo, desestructurada, de seguimiento, aparte de mucha graficación. Hicimos muchos experimentos en ese sentido, mucho reportaje «en bruto»… el periodismo de inmersión va un poco hacia lo «Rosa» que supone que no es necesario mandar a un periodista a contar cosas sino permitir que la gente cuente lo que le pasa de manera directa. Eso es lo que te permite construir unos referentes reales en un tiempo real. Tengo la obsesión de que el periodismo no puede quedarse en contar sino que tiene que tener un efecto en el mundo real. Por poner otro ejemplo, hay otro proyecto que se llama «Así pasaste a la historia». Este nace de otro anterior llamado «Ojo al Senado» en el que aludíamos al desconocimiento que hay en Colombia de sus representantes. Tenemos 102 senadores y la gente no tiene idea de quiénes son. Por eso, unos cuantos fotógrafos les hicieron un retrato a cada uno y las fotos se acompañaron de una frase en la que cada político decía por qué quería ser recordado. El proyecto se quedó parado y ahora con las elecciones lo retomé agregando un formulario abierto donde la gente comenta cómo recuerda a esos senadores que ahora no están o están en la cárcel.

Habla de innovaciones en cuanto a la parte multimedia. ¿Qué sucede con los textos? ¿Hay alguna fórmula nueva?

Hemos trabajado en el llamado «Periodismo transparente», es decir, piezas donde tienes el texto del periodista y, al lado, todas las fuentes de reportería (notas, grabaciones y documentos). Esto permite tres tipos de aproximaciones. Una, es lo que se hace tradicionalmente, que consiste en leer y confiar en lo que el periodista cuenta. La segunda, consiste en ir leyendo e ir contrastando de manera que la conclusión sea diferente a la del periodista. Y la tercera, supone acceder directamente a los documentos. Esto fue lo que sucedió con el escándalo de los falsos positivos. Este se produjo a raíz de unas determinaciones del Ministerio de Defensa por las cuales a mayor número de bajas de guerrilleros se accedía a una serie de ventajas. Como resultado, empezaron a matar a civiles haciéndolos pasar por guerrilleros, sobre todo gente muy humilde, que es la que está en barrios marginales y sobre la que podían decir que tenían un nexo con las milicias urbanas. Nosotros colgamos todos los documentos que conseguimos sobre el caso y al final fue muy lindo porque gracias al artículo sobre el tema, las madres de las víctimas que no habían conseguido que el Estado les entregará los documentos pudieron descargar todo de La Silla y muchos casos han prosperado y se hizo justicia. Por eso creo que el periodismo tiene que permitir hacer. El momento en el que el periodista era el dueño de la fuente se acabó. Ahora todo es libre y todo circula. La gracia es compartir, no poseer.

¿Cree que en eso ha influido internet o el paso de poseer a compartir iba a producirse inevitablemente?

Ha influido internet porque ha cambiado la idea de que «eres dueño de…». Cuando se habla de crisis, siempre digo que lo que está en crisis no son los periodistas sino los medios. Lo que ya no a funcionar es la estructura tradicional de los medios. Los escritores de ciencia ficción dicen que «les cuesta mucho inventarse el futuro porque siempre se parte del pasado». Lo mismo ocurre con el periodismo.

¿Por qué La Silla ha funcionado fuera siendo tan local?

Porque hace coberturas excelentes sobre temas que interesan. Además, la gran influencia de La Silla ha sido que le hicimos creer a un montón de gente que es posible hacer un emprendimiento periodístico solo con cinco personas.

¿Publican todos los días o prefieren hacerlo de forma gradual tratándose de grandes historias?

Todos los días publicamos cinco contenidos de los cuales dos son informaciones de profundidad que no son de agenda ¿Con cinco personas se puede? ¡Sí! Justamente hay que cambiar esa idea que se tiene de los medios. Los modelos actuales van a fracasar, no porque no tengan personal sino porque los periodistas en su estado de comodidad hacen peor su trabajo sin darse cuenta. Hoy, La Silla Vacía es el medio referente digital que influyó en muchos de los medios pequeños que han nacido y se han sostenido desde México hasta Argentina. Eso significa que hay un camino amplio donde lo que hay que tener es pasión. Uno tiene que tener una obsesión y desarrollarla.

¿Cómo se hace para hacer un reportaje de profundidad, detenido, elaborado y compatibilizarlo con la exigencia y la inmediatez de internet?

Yo no caigo en el truco de la inmediatez. Creo que la inmediatez viene de la gente misma. Nosotros hacemos muchas cosas en tiempo real que no eran usuales ni siquiera en los grandes medios en Colombia. Pero sí me molesta cuando entro a un medio y hay un titular que al hacer clic dice: «noticia en desarrollo» y no tiene nada más. Eso es una falta de respeto. Creo que se puede trabajar en tiempos de producción relativamente cortos pero si se conocen bien a las fuentes, si se tienen grandes periodistas con grandes contenidos. El quid del asunto es cómo perfilas una historia, si se trata de repetir lo que dicen las fuentes vamos a ruedas de prensa y ya está. Pero si se trata de construir contenidos de altísima calidad tienes que trabajar con gente que conoce el tema al dedillo. La idea es que haya calidad, nosotros no publicamos nada que no respondan a los estándares de La Silla. La revista tiene un papel incómodo porque se mete con todos los estados de poder y los medios también lo son. En Colombia, por ejemplo, ningún medio critica a otro medio. Hay como un acuerdo tácito entre ellos para no criticar…  

Y ustedes sí lo hacen…

Claro. Nos hemos vuelto la piedra en el zapato de muchos pero eso ha permitido también que la gente piense que es posible tener buenas historias. Funcionamos porque la gran mayoría de nuestras historias se construyen a través de una comunidad. No tenemos usuarios, sino pares

¿Pares implica que el público participa?

Sí. Se sienten dueños del proyecto, están ahí y te regañan cuando te equivocas y sobre todo te mandan mucha información.

¿Se financian con publicidad?

Tenemos publicidad. Aunque las marcas de productos masivos nos dicen que no quieren estar asociados a un medio que genera polémica. Aún así es muy chistoso (o no, porque es natural a La Silla) que ahora que estamos en elecciones tenemos mucha publicidad de políticos, que además son los que criticamos todos los días. Pero no les importa porque saben que la gente que visita La Silla también vota.  

¿Están cómodos con un político publicitándose en La Silla Vacía?

Tenemos una aviso que dice: «el que usted paute -publicite- aquí no nos obliga a hablar bien de usted». Saben cuáles son las reglas del juego. Nunca nadie nos ha intentado manosear y si lo hicieran diríamos que no. Solo hemos tenido un problema cuando sacamos una publicidad de una empresa pública de Medellín y justo ese día salió una nota que decía «cómo la directora de un medio de Medellín había pasado de ser una defensora de los derechos humanos a convertirse en una periodista que defendía el proceso de los paramilitares». Solo en ese caso nos sentimos incómodos. Pero tenemos otras maneras de financiarnos. Juana y yo hacemos talleres, entrenamientos de equipo y con eso financiamos parte del proyecto. Otra parte viene de fondos de cooperación internacional. Y además, hacemos crowfounding como en el caso del «Proyecto Rosa» por ejemplo. Empezó con una aportación inicial de 2500 dólares de los usuarios pero una vez que empezó a funcionar, la fundación Príncipe Claus de Holanda nos financió con 25.000 euros. Pero nunca, en ningún caso, permitimos que los financiadores tenga injerencia en los contenidos. Si la tiene, devolvemos la plata – el dinero-

En España se nos recuerda una y otra vez lo mal que está el periodismo y suele usarse como buen ejemplo Latinoamérica. Pero al dar su opinión los propios latinoamericanos son muy críticos. ¿Está mitificado el periodismo latinoamericano o hay algo que lo distinga (para bien) del europeo?

El periodismo es contextual a la región donde se hace. Es muy distinto hacer periodismo en un país como Colombia que ha estado 50 años en conflicto que hacerlo en España. Sí es cierto que en Latinoamérica dejamos rápidamente esa nostalgia de los medios enormes, emblemáticos. Cada vez que se habla de periodismo en Europa empieza la queja de que ya no se contrata, etc. Pero no se hace nada. Si te demoras mucho pensando nunca vas a hacer. Hay que hacer. Hay que probar y ver qué pasa. Yo antes era editora de Semana, ganaba bien. Pero lo que estaba buscando era un espacio para hacer lo que quería. En América Latina, tanto por los conflictos y por cómo se han establecido las relaciones de poder, la prensa independiente se acabó hace mucho tiempo. Si los periodistas no hacen medios independientes, ¿quiénes van a hacerlos? ¿Los banqueros?

¿Se puede hacer periodismo sin censura en Colombia?

No nos pueden amenazar con nada. Si nos quitan la publicidad nos da lo mismo. Pero eso no implica que no necesitemos el dinero. Han empezado a venir los anunciantes porque han entendido que tenemos una comunidad de gente muy sofisticada que cree en este proyecto, que lo defiende, y que es muy independiente. Vale la pena estar ahí porque es otro nivel de gente.  

¿Han recibido presiones?

Sí. Nos llaman sobre todo políticos pero siempre que nos critican les decimos que tenemos pruebas de lo que decimos. Es que el periodismo es invulnerable cuando hace bien su trabajo. Eso no quiere decir que no nos equivoquemos pero cuando es así, no hacemos como los medios online que borran el contenido sino que el principio fundamental de La Silla es la transparencia. Nosotros no lo borramos y explicamos por qué pensábamos que estábamos haciendo lo correcto.  

¿Por qué La Silla Vacía se llama así?

Tiene una connotación muy política. Cuando arrancaron las negociaciones en el intento del expresidente Andrés Pastrana por negociar con las FARC se hizo una transmisión por televisión para un encuentro. Tenía que llegar el líder de las FARC, que en ese momento era Manuel Marulanda «Tirofijo», y el líder nunca llegó. La silla quedó vacía. Además, responde a la idea de que somos una silla vacía para que todo el mundo que quiera tener información distinta tiene una silla vacía para sentarse en ella.

Ha estado en el debate sobre periodismo comprometido en el marco del XV Congreso de Periodismo Digital de Huesca. ¿Qué le pareció el debate?

Por naturaleza el periodismo se compromete con algo. Se discutió mucho sobre un periodismo que piense en la gente antes que en el poder, que no intente agradar. Se debatió sobre si es posible que ese periodismo de calidad circule más que el otro y si se pueden contar cosas que de otra manera serían invisibles. Y creo que es posible. El buen periodismo circula bien y le interesa a mucha gente.

Ha dado clase en la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. ¿Qué mensajes le da a los alumnos?

Que hagan ya, que se hagan un blog, no importa si fracasan porque igual van a aprender. Si quieren ser periodistas tienen que tener esa obsesión.

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